Entrada #31

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Al oír la puerta abrirse, Tom se removió en el sofá rojo en el que estaba recargado y volvió a cambiar el canal del televisor.

Kristy había logrado convencerlo de dejar unas horas el hospital para actuar como una persona normal y comer un poco, al principio él había querido negarse, más sabía que la esposa de su amigo era una diosa en la cocina, y el hecho de que ella hubiere ido por él solo había logrado que Tom accediera.

«¡Ya llegamos!» La voz de Andreas atravesó la casa, Tom frunció las cejas, viendo a la chica salir de la cocina con un bonito delantal blanco y rosa pastel.

«¡Estamos en la sala!» Exclamó ella, recibiendo una confundida mirada por parte del moreno.

«¿Llegamos?» Susurró Tom, escuchando los pasos de su amigo caminar al living.

Kristy estaba por contestar cuando su mirada se alzó del moreno que tenía enfrente, entonces olvidó cualquier respuesta.

«¡Dios mío! Pero mírate» Tom se limitó a fruncir el ceño, viendo a la esposa de su amigo caminar directo a sus espaldas, fue entonces cuando se giró que sintió que más de treinta piedras le caían al estómago.

¿Qué hacía Bill ahí?

Su vista se desvío directamente a Andreas, viéndolo con cierto reproche y de mala manera.

«Tienes que hablar» el rubio movió la boca, sin emitir sonido.

«¿Cómo quedaste así? ¿Cuántos años tienes? Ven, vamos a darte algo de comer...

«Kristyn, Kris... Amor» la mujer dejó de preocuparse unos segundos por el joven de tatuajes para voltear a ver a su esposo.

Andreas la tomó de los hombros, separándola del pelinegro levemente.

«Bill necesita hablar con Tom ahora, la comida vendrá después y entonces podrás preguntarle lo que quieras a Billy ¿Vale?» Ella frunció los labios, viendo con preocupación al muchacho para después soltarse del agarre de su marido y abalanzarse en un abrazo a Bill.

El chico se quedó atónito unos segundos, antes de poder corresponder al abrazo,  sintió todo su dolor ir por el mismo camino que cuando hablaba con Carry; la esposa de Andreas tenía aquel mismo efecto en su tacto, como si con un abrazo pudiera detener hasta la misma guerra mundial.

Sintió su pecho romperse, justo como le pasaba con Carry y entonces tuvo que separarse de aquella bonita mujer, porque de lo contrario se echaría a llorar.

«Todo va a salir bien» susurró ella, antes de volver a los brazos de su esposo, Bill les dedicó una pequeña sonrisa, viendo a la pareja irse por la puerta de la cocina después.

El silencio se hizo necesario en la sala, Tom aún seguía viendo los azulejos del suelo y Bill todavía sentía su pecho arder como los mil demonios, gesto que solo aumentó cuando Tom levantó la mirada.

«¿Qué haces aquí?» Fue el de trenzas quien rompió el silencio, con aquel mismo tono venenoso que había utilizado en el hospital.

«Andreas fue por mí a casa de Verina... Yo... Enserio necesito que me escuches, lo que te dijo Heidi no es verdad» Tom se levantó con autoridad del sofá, caminando directo al pelinegro.

Bill dio dos pasos hacia atrás inconscientemente, por alguna razón, Tom enserio lucía como un hombre de 36 años, las ojeras en sus hermosos ojos se marcaban en demasía y su cabello, las trenzas eran un desastre , le agregaba esos años que siempre lograba quitarse cuando se arreglaba bien.

«¿Y tú cómo sabes que lo que me dijo Heidi no es verdad?» Bill se aclaró la
garganta, esta vez no se iba dejar romper tan fácil, tenía que hablar y luego salir con la cabeza en alto, o tal vez quedarse y tener sexo... Cualquier cosa funcionaba.

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