Entrada #22

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Salió con pocas ganas del salón de clases, los pies se le arrastraban, lo único que quería era llegar a casa y abrazar a ese hombre de mirada electrizante para luego hacer el amor y después dormir hasta que dieran las once de la noche y tuviera que hacer la tarea de la facultad.

Pero aún tenía cosas pendientes.

Así que, con los cascos de música puestos, presionó play a un álbum de The Strokes y subió al subterráneo. Tom le había dicho que podía tomar el auto cuando quisiera, mas Bill sentía que era demasiado egoísta de su parte hacerlo, así que decidió seguir con su medio de transporte de siempre y tomar el tren.

Eran pasadas de las tres, por lo cual el metro que utilizaba para ir a su antiguo
departamento no estaba concurrido, se sentó en un asiento, subió el volumen a su celular, y recargó su cabeza en el respaldo, pensando en el texto que escribiría a Tom cuando bajara del metro.

La canción de You Only Live Once se reproducía en su móvil cuando el tren hizo su parada, el pelinegro se levantó de su asiento, caminando con lentitud fuera del transporte, pagó con el dólar y siguió su camino por las calles que había cruzado infinidad de veces antes de conocer a Tom.

Entró al edificio donde justo ayer había entrado mientras que Tom lloraba
desconsolado en el auto, y tocó la misma puerta.

Se recargó de espaldas contra la pared, quitándose los audífonos y escribiendo un pequeño mensaje a su chico, diciendo que llegaría un poco tarde hoy.

«Hola Bill» la voz profunda de su ex novio le hizo sobresaltar, el menor mandó el texto, guardando su celular de nuevo en el bolsillo.

«Georg» saludó levemente con la cabeza, el castaño le hizo una seña para que pasara.

«Creí que querías que te mandara tus cosas» murmuró el mayor, cerrando la puerta cuando Bill entró al apartamento.

«Son demasiadas y... No quiero que gastes dinero en eso, además, solo vine por lo más importante, después vendré por la demás ropa y mis muebles» mencionó, con la vista fija en el sofá.

«Claro, toma lo que quieras... Pero que no sea mío» una sonrisa se escapó de los labios del tatuado, Bill subió la mirada, quitándose el morral de su universidad y dejándolo en el sofá.

Caminó al que hace solo dos días había sido su cuarto y se siguió de largo hasta llegar al ropero, su boca hizo una mueca al abrir la puertilla, No recordaba donde guardaban las maletas , lo que lo hizo sentir como un imbécil . Apenado, se giró para caminar a la sala, pero Georg ya había entrando al cuarto.

«¿Pasa algo?» El castaño sonrió levemente al ver el sonrojo del pelinegro y se limitó a caminar y sacar de su lugar las dos maletas que Bill tenía para viajar.

«Gracias» susurró el tatuado, tomando las maletas en sus manos y besando en corto los labios del mayor, por reflejo.

El menor desvió la mirada bruscamente, sonrojándose aun más si era posible.

«Lo siento, yo... Lo hice incondicional y...

«Tranquilo» sonrió Georg, subiéndole la mirada con sus dedos. «Está bien.» Bill le dedicó una tímida sonrisa, caminando a la cama para abrir las dos maletas, Georg comenzó a sacar los pantalones favoritos de su ex para colocarlos en la cama y ayudarle a Bill a empacar.

El silencio reinó el cuarto unos segundos, el menor de ambos soltó un suspiro, sacando su celular del bolsillo y desconectándolo los cascos, divisó sus bocinas en el cuarto y conectó el aparato, seleccionando una lista de reproducción con música alternativa.

Volvió a dejar el móvil en el mueble, subiendo el volumen a las bocinas y dejando que la canción de 1979 de Smashing Pumpkins se reprodujera en el lugar. Tarareando, volvió a su tarea de meter a la maleta lo que Georg le iba sacando del clóset.

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