CAPITULO 8

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"¿Recibimos lo que merecemos?

o ¿Tenemos lo que merecemos?"

Way down we go by Kaleo





Bastián




-Rey Bastián no pueden quedarse. Son nuestros enemigos. El pueblo no estará contento con esta decisión – El dolor de cabeza comenzaba a aparecer. Me acaricie la sien mientras seguía escuchando las palabras de mi consejero real. El rey Adrián que estaba parado al frente mío, se veía tan tenso como yo.

-Dawson recuérdame quién es tú rey – El dejo de hablar, quedándose quieto en su lugar.

Mire alrededor observando a toda la gente reunida. A mi lado está mi primo Hudson, frente de nosotros se encontraban el Rey Adrián junto con su guardia; recelosos de estar en territorio enemigo. A su lado estaba Dawson mi consejero real, mientras que los Grandes Oficiales, Cancilleres, Marqueses, Duques, Embajadores y hasta el jodido Obispos, estaban regados por toda la habitación mirándome expectantes.

Dawson, mi consejero real, ni bien estuvo enterado de quienes iban a ingresar en nuestro territorio orquestó una reunión a mis espaldas y trajo a todos los altos mando de Dubois. La verdad estoy tratando de ser racional, de pensar con la cabeza y no con el enojo, más sin embargo, él no me está ayudando. No le bastó con tomar desiciones a mis espaldas sino que también está cuestionando lo que les digo.

-Que no se les olvide que las decisiones las tomo yo. No entiendo cómo se atreven a desobedecerme.

-Su majestad es solo que después de la guerra incesante en las fronteras entre los estados de Dubois, Morreau, Wolfrove y Narrow. Pasamos por una época de hambruna gracias a los otros reinos, son cosas que el pueblo no puede olvidar. – Trata de explicarme uno de los Cancilleres.

- ¿Canciller acaso me toma por estúpido? Conozco muy bien la historia. – El hombre rápidamente niega, Hudson coloca su mano sobre mi, tratando de apaciguar mi ira – Soy su Rey. Su maldito soberano. Cualquier decisión que yo tome ustedes deben aceptarla, aunque no les guste.

Todos se mantienen en silencio, debido a la furia que ya pueden notar en mí. No es hasta el sonido de las puertas abriéndose, que rompe la tensión del ambiente, sin embargo, la persona que entra crea otra oleada de murmullos. Ella no los mira, solo mantiene su cabeza alta sin mostrarse débil caminando en mi dirección. El vestido azul se acentúa muy bien en su figura. Atrás de ella vienen las dos jóvenes de hace un rato.

No observa a nadie aún cuando sabe que de ella están hablando; simplemente se mantiene firme en cada paso. El Dorado de la habitación no hace más que ayudar a que su cabello rojizo resalte. Se muestra tan imponente, lo que la hace ver más atractiva.

Toda su vida fue educada para ser una princesa pero ella estaba destinada a algo más. No nació para ser alguien a quien se le daría órdenes. Ella nació para ser reina. Nació para dar tantas órdenes como le plazca. Nació para ser reina. Se para frente a mi haciendo una reverencia.

-Su majestad.

Su mirada es tan tensa, como si le incomodara todos los susurros que escucha, aunque sé que no es así. No son las personas en esta habitación lo que la hace sentir así. Es el hecho de no saber que está pasando lo que la tiene de esa forma.

-Acércate, Caelestis.

Sin rechistar sube los escalones para colocarse a mi lado. Me mira esperando que alguna otra orden salga de mis labios. Al escuchar como la llamo todos hacen silencio. Al fin. En su cara puedo ver que no entienden por qué la princesa enemiga se encuentra a mi lado; frente al trono que pertenecía a mi madre. Le extiendo mi mano como una orden silenciosa, la toma y juntos nos movemos dos pasos adelante.

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