La noche envolvía la mansión en un silencio inquietante. El joven mafioso, apoyado contra una de las frías paredes del pasillo, exhaló un suspiro pesado, como si el peso de los recuerdos lo aplastara. Sus ojos oscuros y penetrantes se desviaron hacia la puerta cerrada de la habitación de Ivy. Era la misma mujer que le había jurado amor de pequeños, pero ahora... ella no recordaba nada. ¿Cómo podía haber olvidado algo tan importante?
Mientras sus pensamientos se arremolinaban en su mente, un hombre mayor, vestido con un traje impecable y con la dignidad de años de lealtad, se le acercó con paso silencioso. Era su mayordomo, un hombre que había sido testigo de más cosas de las que cualquiera podría imaginar.
—Pensé que se iba a acordar de usted, mi señor —dijo el mayordomo, con voz calmada, pero con una preocupación latente que no pasó desapercibida para el joven.
El joven hizo un gesto de desprecio, entrecerrando los ojos mientras su mandíbula se tensaba.
—Tss, no entiendo cómo se pudo olvidar de algo así —respondió, casi con rabia, apretando los puños a los lados. Sentía una mezcla de frustración y dolor que no sabía cómo manejar.
El mayordomo lo observó en silencio por unos segundos, conociendo demasiado bien los sentimientos que el joven ocultaba tras esa fachada de dureza. Pero no dijo nada más.
Sin esperar respuesta, el joven se dirigió a su habitación, que quedaba a tan solo unos pasos de la de Ivy. Mientras caminaba, los recuerdos comenzaron a invadir su mente, implacables. Empujó la puerta de su habitación con fuerza y se dejó caer sobre la cama, la mirada perdida en el techo. Cerró los ojos, y como una sombra que nunca se desvanece, el pasado lo atrapó.
Flashback:
Era solo un niño. Caminaba por las calles con su traje negro, escoltado por los hombres de su padre. Siempre lo miraban desde las sombras, siempre vigilando, como si él no fuera capaz de defenderse. Detestaba esa sensación de ser una carga. Detestaba la vida que le habían impuesto.
Y entonces, ese día, ella apareció.
Una pequeña niña de cabello alborotado y ojos brillantes corrió hacia él, sonriendo, como si fuera lo más natural del mundo.
—¡Hola! ¿Quieres jugar conmigo? —preguntó Ivy con una sonrisa que iluminaba todo a su alrededor.
El niño, sin siquiera mirarla, gruñó:
—Tss, como si fuera que quiero —dijo, con la misma indiferencia con la que enfrentaba todo en su vida.
Pero entonces escuchó algo que no esperaba: Ivy comenzó a llorar, y su llanto resonó en la calle, atrayendo la atención de todos. Él se quedó paralizado, sin saber qué hacer.
—Ya cállate... Este... ¡Jugaré contigo, sí! —exclamó, desesperado por hacerla callar, sintiendo la presión de los guardias observándolo, seguramente pensando que era incapaz hasta de lidiar con una niña.
Ella, de inmediato, dejó de llorar y lo abrazó con fuerza, sorprendiendo a los hombres de su padre. En ese momento, por primera vez, alguien lo miraba sin miedo, sin expectativas, solo con genuina alegría. A partir de ese día, Ivy se convirtió en su refugio. Cada golpe que recibía en los entrenamientos, cada mirada desaprobatoria de su padre... todo se volvía soportable cuando ella estaba a su lado.
Recordaba cuando ella le curaba las heridas en los brazos con manos torpes pero cuidadosas, mientras él fingía no darle importancia.
—Cuando sea grande, me casaré solo contigo —le había dicho Ivy un día, mientras compartían helados en el parque.
Él la miró, incrédulo por lo que oía, pero algo en su pecho se encendió, una promesa que jamás olvidaría.
—Y yo te protegeré —respondió él, con la seriedad que un niño podría reunir.
Desde ese momento, Ivy fue lo más cercano a una familia que había tenido.
Fin del Flashback.
El joven abrió los ojos de golpe, sintiendo el calor en su pecho convertirse en un frío vacío. Ella lo había olvidado. Todo aquello que para él era sagrado, para Ivy no era más que un recuerdo enterrado. Su mano tembló al pasarla por su cabello, exasperado.
"¿Cómo es posible que haya olvidado?" pensó, mientras se levantaba de la cama y caminaba hacia la ventana. Desde ahí, podía ver el jardín, un lugar donde en otra vida habían corrido juntos, donde ella le había dado esos primeros momentos de felicidad que jamás había experimentado antes.
—¿Mi señor? —La voz del mayordomo lo sacó de sus pensamientos.
El joven giró la cabeza lentamente hacia él, su mirada aún oscura y perturbada.
—Debería descansar. Mañana será otro día... —dijo el mayordomo con un tono cauteloso, como si caminara sobre una cuerda floja, sabiendo lo volátil que podía ser el temperamento del joven.
El joven suspiró y se apartó de la ventana, su mirada aún perdida en los recuerdos.
—Tienes razón... —respondió en un tono bajo, casi resignado.
—Buen descanso, señor Dante —murmuró el mayordomo, inclinando ligeramente la cabeza antes de retirarse.
Dante. Un nombre que resonaba con poder, peligro y un pasado lleno de cicatrices. Un nombre que Ivy había olvidado, pero que pronto recordaría, lo quisiera o no.
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Sombra del deseo.
Non-FictionIvy nunca imaginó que su vida cambiaría por completo en un abrir y cerrar de ojos. Un misterioso y oscuro joven la secuestra, llevándola a una lujosa mansión rodeada de sombras y secretos. Él es Dante, el implacable líder de una poderosa mafia, con...