Oscuras Intenciones

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Ivy observó la mansión de Emiliano con asombro. La luz blanca que bañaba el interior contrastaba completamente con la oscuridad que dominaba la de Dante. Mientras sus ojos recorrían cada detalle, el eco suave de sus pasos en los pasillos resonaba, pero había algo que no podía ignorar: la presencia constante de Emiliano detrás de ella.

—No puedo creer que fueras amigo de Dante —dijo finalmente, rompiendo el silencio—. Son tan... diferentes. ¡Wow!

Emiliano soltó una risa ligera, llevándose la mano al rostro como si intentara disimular su propia diversión. Era una risa extrañamente encantadora, una que ocultaba algo más.

—¿De verdad te parece tan sorprendente? —preguntó, con una sonrisa enigmática—. Me halagas, Ivy. Pero sí, éramos muy distintos. Eso es lo que nos hacía amigos. Las diferencias son emocionantes, ¿no crees?

Ivy asintió lentamente, sus pensamientos volviendo a la complejidad de la relación entre ellos dos. Sin embargo, algo en la mirada de Emiliano la inquietaba. Era como si esa amabilidad encubriera un secreto.

Mientras paseaba por la mansión, Ivy comenzó a sentirse incómoda. Finalmente, cansada, se dejó caer en una silla cercana. Emiliano se mantuvo cerca, observándola con intensidad.

—Me alegra que hayas venido, Ivy, pero aún no entiendo algo —dijo él, sus ojos clavados en ella—. ¿Por qué vives con Dante?

La pregunta la tomó por sorpresa. Trató de formular una respuesta, pero las palabras se le atragantaron. Finalmente, suspiró.

—Dante me secuestró —admitió, su voz apenas un susurro—. No vivo con él porque quiera.

La expresión de Emiliano cambió. Se acercó a ella, sus ojos llenos de una mezcla de preocupación y algo más.

—¿Te incomoda, verdad? —preguntó suavemente.

Ivy asintió de nuevo, y entonces él sonrió, pero esta vez su sonrisa no le trajo consuelo.

—Entonces, ¿te gustaría vivir en otro lugar?

Ella lo miró, desconcertada. Antes de que pudiera responder, Emiliano continuó:

—¿Y qué te parecería vivir conmigo?

El shock la paralizó por un momento. "¿En serio?", pensó. "¡Estos dos son iguales! ¿Acaso no piensan que quiero vivir sola?" Su incomodidad crecía a medida que Emiliano hablaba con más confianza.

—Tengo todo lo que necesitas, Ivy —dijo mientras se levantaba—. Alimento, techo, dinero, compañía... —Sonrió con satisfacción mientras se señalaba a sí mismo—. Y claro, una segunda opción en el departamento amoroso.

Ivy no pudo evitar fruncir el ceño. La situación la estaba poniendo más nerviosa de lo que esperaba. Se levantó de su silla, lista para marcharse.

—Lo siento, Emiliano, pero ya me estoy acostumbrando a la vida con Dante. —Empezó a caminar hacia la salida—. Debería irme. Él se preocupará si no regreso pronto.

Pero antes de que pudiera abrir la puerta, Emiliano se interpuso en su camino. Su figura era imponente, casi tan grande como la de Dante, pero había algo en su mirada que la asustaba aún más.

—Ivy —dijo Emiliano, su voz era suave pero peligrosa—. No creo que eso importe ahora.

El miedo recorrió su cuerpo. Sus manos temblaban mientras intentaba apartarlo, pero Emiliano era demasiado fuerte. De repente, la levantó con facilidad y la llevó hacia una habitación cercana, tirándola sobre la cama. Ivy trató de luchar, pero era inútil.

—Escucha, esto es serio —dijo él, inclinándose hacia ella—. Dante es un maníaco. No estarás segura con él. Yo sólo quiero protegerte.

Ivy lo miró con desconfianza, pero sus palabras resonaban en su mente. ¿Podía ser cierto? ¿Era Dante realmente tan peligroso como Emiliano decía? Antes de que pudiera responder, él le mostró una cicatriz en el pecho, una marca profunda que la dejó sin aliento.

—Esto me lo hizo Dante —dijo Emiliano con un suspiro cansado—. Estaba loco. Quería matarme.

Ivy intentaba procesar todo, pero el miedo la estaba paralizando. Cuando intentó levantarse, Emiliano la inmovilizó, tapándole la boca. Ivy no podía respirar, todo se volvía borroso. Antes de desmayarse, lo último que escuchó fue la risa satisfecha de Emiliano.

Escena con Dante:

Al otro lado de la ciudad, Dante manejaba a toda velocidad, su ceño fruncido de rabia. La llamada de Emiliano había sido como una puñalada.

—¡Maldito! —gruñó, apretando el volante con fuerza.

La voz de Emiliano resonó a través del altavoz, llena de burla.

—Hola, Dante. ¿De verdad vendrás a buscarla? —se rió, disfrutando de la situación.

—Te juro que te mataré cuando te encuentre —respondió Dante, tratando de no perder el control—. Ya sabes lo quisquilloso que soy con mis cosas.

—Hmm, lo sé. Pero esto es tan divertido... verte sufrir, verte lleno de rabia. Mañana por la tarde, ya estaré decidiendo qué hacer con ella.

—¡Cállate, bastardo! —gritó Dante, sus ojos oscurecidos por la furia—. Para entonces, ya estarás muerto.

—Eso lo veremos —respondió Emiliano, con una pausa dramática antes de colgar — A por cierto, casi se me olvida, vivo en la misma Mansión de hace 13 años, te espero. No tiene chiste si no vienes a ver el espetáculo ¿No es así?

Dante apretó los dientes, acelerando el auto. Sus pensamientos estaban con Ivy, esperando que no creyera ni una palabra de lo que Emiliano le había dicho.

Sombra del deseo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora