Dante e Ivy caminaron hacia la majestuosa mansión. Al entrar, una joven que Dante reconoció de inmediato se encontraba entre los invitados. Él la vio de reojo y decidió ignorarla, pero cuando ella notó su presencia, se acercó rápidamente con una sonrisa altanera.
—Hola, Dante, tanto tiempo sin verte —dijo con tono dulce, pero al ver a Ivy, su rostro cambió a uno desafiante—. Estás tal como me lo imaginé. ¿Quién es ella? —preguntó, mirando a Ivy de arriba a abajo.
Ivy, ya disgustada, apartó la mirada, evitando contacto visual con la joven. Dante, sin preocuparse, envolvió la cintura de Ivy con un brazo firme.
—No importa —respondió secamente Dante, llevándola lejos de la joven con indiferencia.
Cuando llegaron al salón principal, un hombre de porte serio, que no pasaba desapercibido, se les acercó. Ivy notó la tensión en el rostro de Dante al reconocerlo. Era su padre.
—Hijo, tanto tiempo sin verte —dijo el hombre con una sonrisa amarga—. He deseado poder verte.
Dante murmuró entre dientes, lo suficientemente bajo para que su padre no escuchara:
—Como si fuera cierto, viejo ciruja...
Ivy, que estaba cerca, lo escuchó y se sintió incómoda. El padre de Dante dirigió su mirada hacia ella, tomó su mano y le dio un beso de manera elegante.
—Es un placer, jovencita.
Ivy retiró la mano con suavidad, sin faltar el respeto.
—Hola, señor. Encantada. ¿Cuál es su nombre?
El hombre soltó una carcajada antes de responder:
—Soy Damian Moshner. ¿Y usted, señorita?
—Ivy Lennox —respondió ella, con una ligera sonrisa.
Dante, notando la incomodidad en Ivy, dio un paso atrás con ella, cubriéndola de su padre. Damian lo percibió y con tono sarcástico comentó:
—Vamos, hijo, sin resentimientos, Dan.
Dante frunció el ceño y empujó suavemente a su padre, continuando su camino con Ivy de la mano. No pudo evitar mostrar frustración. Ivy, preocupada, le preguntó:
—¿Qué sucede?
Dante intentó calmarse antes de responder.
—El apodo "Dan" solo lo usaba mi madre, y este bastardo lo usa para provocarme. Cuando me dijo que quería que me casara con Micaela —sí, la acosadora de la que te hablé—, mentí diciendo que estaba comprometido. Obviamente, no lo tomó bien. El padre de Micaela también tiene plata, y mi padre está al borde de la bancarrota. Necesita que yo me case para salvarse. Pero odio a Micaela... Es insoportable.
La preocupación de Ivy creció, pero antes de que pudiera decir algo, una mujer mayor apareció. Dante soltó la cintura de Ivy un momento y se acercó para saludarla con dos besos en las mejillas.
—Hola, tía Paola.
—¡Mi querido Dante! —dijo ella con cariño—. ¿Cómo has estado?
—Bien, tía.
Ivy no quería acercarse, pero Dante la tomó de la mano y la presentó.
—Tía, ella es mi prometida, Ivy.
Una leve sonrisa se formó en su rostro, y cuando su tía cerró los ojos emocionada, Dante le susurró al oído a Ivy:
—Sígueme la corriente, ¿oíste?
Ivy asintió con una sonrisa nerviosa.
Las horas pasaron en la mansión, y pronto sonó la campana que anunciaba la cena. Todos se sentaron a la mesa. Ivy se acomodó junto a Dante, mientras que Micaela, la acosadora, se sentó en la esquina opuesta. Sus ojos estaban fijos en Dante, quien trataba de ignorarla a toda costa.
Los camareros sirvieron la comida, y Dante le susurró al oído a Ivy:
—Ivy, más te vale venir y sentarte en mi regazo.
—¿Y si no quiero? —respondió ella, molesta.
Dante, en un tono firme y bajo, replicó:
—Es una orden, o si no te castigaré. Ya te lo he dicho.
Sin pensarlo dos veces, Ivy se sentó en su regazo, sintiendo la presión del momento. Dante la sostuvo mientras ambos comenzaban a comer, y aunque Micaela, Damian y su padre los observaban con desagrado, ninguno de ellos dijo una palabra.
Después de la cena, el padre de Micaela se dirigió a Dante con la mirada.
—Dante, ¿es cierto que ella es tu prometida?
—Claro que lo es —respondió Dante con frialdad.
—¿Acaso ya se han besado o dormido juntos? —preguntó el hombre, con una sonrisa arrogante.
Ivy se sintió incómoda ante la pregunta, pero Dante, sin inmutarse, respondió:
—Por supuesto.
Todos quedaron impactados, incluida Ivy, quien intentó disimular su sorpresa para mantener la mentira.
Dante, aprovechando el momento, se puso de pie y tomó a Ivy del brazo con elegancia.
—Gracias por la comida, y todo. Me alegra que hayan conocido a mi verdadera prometida. Que tengan una linda noche.
Sin esperar respuesta, Dante la condujo fuera de la mansión. Justo cuando estaban por salir, Micaela los siguió apresuradamente.
—¿En serio ya la has besado? —preguntó con incredulidad, cruzándose de brazos.
—Claro que sí —respondió Dante sin dudar.
—Pues entonces bésala ahora, porque no te creo.
Ivy, sorprendida, vio cómo Dante se giraba hacia ella. El ambiente se tensó, y sin pensarlo mucho, Dante la tomó suavemente por el rostro y la besó con profundidad y delicadeza. El calor subió al rostro de Ivy, quien no pudo evitar sonrojarse.
Micaela quedó en shock, incapaz de articular palabra. En ese momento, Nales llegó con el auto. Dante e Ivy se subieron rápidamente, y antes de que arrancaran, Dante le lanzó una última mirada a Micaela.
—Espero que encuentres a alguien más, así como yo encontré a otra.
Le guiñó un ojo y el auto se puso en marcha. Mientras se alejaban, Ivy no pudo evitar preguntarse: ¿Dante deseaba besarme o solo lo hizo por el momento?
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Sombra del deseo.
Non-FictionIvy nunca imaginó que su vida cambiaría por completo en un abrir y cerrar de ojos. Un misterioso y oscuro joven la secuestra, llevándola a una lujosa mansión rodeada de sombras y secretos. Él es Dante, el implacable líder de una poderosa mafia, con...