Dante sin esperar un segundo más, él avisa a sus hombres el siguiente plan, les da las indicaciónes del lugar y de cómo deberias actuar en cualquier situación. Nales por su parte lo veía desde una esquina de la gran sala, jugando con un cuchillo, sabia que Dante era un tipo serio y cero miserdicordioso, entonces se le escapa una risa al pensar en lo bobo que debe de ser Emiliano si piensa que es capaz de vencerlo. Luego todos se suben a los autos en busca de Ivy, todos estaban tensos, pero sabian que si tenian a Dante de su lado ellos serian los victoriosos. Nales conduce el auto donde se encontraba el Jefe de la Mafia al que todos temen, Dante nota que lo ve y rompe el hielo.
—¿Qué sucede ahora Nales?—sus palabras eran crudas y frías, no apartaba la mirada de la ventana.
—Nada señor—Nales pone su vista en el camino, notando la mansión a lo lejos—. Pero me preocupa la señorita Ivy.
—Pues no te preocupes— dijo él con su tono grave, pero ahora parecia más tenso que antes—. Lo unico que te debe preocupar ahora es Emiliano. No permitas que se escape, lo hare pagar por mis inquietudes. Espero que no le diga nada raro a Ivy.
Todos los autos frenan a una distancia algo lejana de la mansión para no ser vistos, cada uno toma un arma cargada para lo que se les esperaba. Nales da la señal y todos van de camino a la mansión, trotaban serios y tensos. pero en eso Nales se detiene en seco al no notar a Dante, gira la cabeza de acá para allá, intentando localizarlo, entonces a lo lejos lo ve, ya estaba adelantado, era obvio que le disgustaba bastante la idea de que Ivy estubiera con Emiliano. La tensión en la mansión era palpable. El sonido de las pisadas de Dante resonaba por los pasillos mientras se acercaba lentamente a la sala donde Emiliano tenía a Ivy. Su rostro mantenía una expresión imperturbable, pero dentro de él, una tormenta se desataba. Sabía que Emiliano lo estaba esperando, y que cualquier error podría costarle la vida de Ivy.
Mientras tanto, Ivy se encontraba en el suelo, sus manos temblorosas intentando encontrar fuerza. Las palabras de Emiliano seguían rondando en su cabeza. Cada frase que él había pronunciado era un intento de sembrar dudas en su mente, un envenenamiento sutil contra Dante.
—¿De verdad crees que Dante es el héroe en todo esto? —había susurrado Emiliano momentos antes, su voz impregnada de veneno—. ¿O simplemente es otro monstruo disfrazado?
Ivy, aún impactada, trataba de aferrarse a los recuerdos de Dante protegiéndola, aunque siempre lo hacía de forma fría y distante. Pero una parte de ella, pequeña pero presente, no podía ignorar las dudas que Emiliano había sembrado.
La puerta de la habitación se abrió de golpe, y ahí estaba Dante. Emiliano, sonriendo burlonamente, aún tenía su cuchillo en mano.
—Por fin llegaste —dijo Emiliano con un tono de burla mientras tomaba a Ivy por el brazo y la empujaba hacia una esquina—. Siempre tardas, ¿no?
Dante lo observó, pero no respondió. Su mirada se desvió brevemente hacia Ivy, quien lo miraba con una mezcla de miedo y confusión.
—¿De verdad no la piensas dejár ir? —dijo Dante, su voz baja, amenazante.
Emiliano soltó una carcajada mientras tiraba su cuchillo hacia arriba, atrapándolo de nuevo con destreza.
—¿Sabes? —dijo Emiliano con una sonrisa—, siempre te he considerado un desafío interesante. Pero lo que me fascina es cómo te aferras a la idea de ser el héroe, cuando en realidad... —hizo una pausa y se inclinó ligeramente hacia adelante—, somos iguales.
Dante apretó los puños, sintiendo que la rabia lo consumía. Pero antes de que pudiera decir algo, Emiliano apunto con su pistola a Ivy, quien estaba en una esquina viendo todo. Sin pensarlo dos veces, Dante dejó caer su pistola al suelo y se lanzó hacia Emiliano, decidido a terminar con esto de una vez.
—Que patético ¿Verdad? te dejas rebajar por ella. Veamos de qué estas hecho pequeño Dan—Emiliano saca un cuchillo para estar a su nivel—. ¿Listo?
Dante no respondio, solo se lanzo a la lucha dispuesto a no ser él quien tenga el titulo de perdedor. El choque fue rápido y violento. Emiliano movía su cuchillo con una precisión letal, pero Dante estaba decidido a no dejarse intimidar. Sus golpes eran certeros, aunque recibía varios cortes en el proceso. Sangre y sudor empezaban a teñir la escena bajo la luz de la luna que entraba por la ventana.
—¿No lo viste venir? —se burló Emiliano cuando logró rozar el cuchillo por la mejilla de Dante.
Dante, sin embargo, permaneció en silencio, su expresión cada vez más oscura. Las palabras de Emiliano no hacían más que alimentar su determinación. Su mirada se cruzó por un segundo con Ivy, y en ese instante, algo cambió. La furia en Dante se convirtió en algo más.
Con una velocidad inesperada, Dante empezó a atacar con fuerza renovada, haciendo que Emiliano retrocediera. Emiliano, sorprendido, empezó a perder su compostura.
—¿Qué te pasa? —dijo Emiliano, tratando de mantener su arrogancia mientras retrocedía—. No puedes ganar.
Dante lo empujó con fuerza, lanzándolo hacia el suelo justo frente a la ventana, donde la luz de la luna iluminaba su rostro lleno de cortes.
—¿No lo viste venir? —repitió Dante con una sonrisa de burla, devolviéndole las palabras que Emiliano había usado antes.
Pero antes de que pudiera reaccionar, Nales y los demás hombres irrumpieron en la habitación, apuntando sus armas directamente a Emiliano. El ambiente se llenó de tensión una vez más.
—¡Suelta el arma de una vez! —gritó Nales, su voz resonando en la habitación.
Emiliano se levantó lentamente, una sonrisa peligrosa cruzando su rostro. Con un solo movimiento rápido, lanzó su cuchillo hacia el foco, apagando la luz por completo. En la penumbra, la luz de la luna apenas alcanzaba para iluminar las siluetas.
Antes de que alguien pudiera reaccionar, Emiliano rompió la ventana y se lanzó hacia el tejado. Los disparos de Nales resonaron, pero Emiliano fue más rápido. Corrió hacia un auto que lo esperaba, y en cuestión de segundos, había desaparecido en la oscuridad de la noche.
En la mansión, el silencio era aplastante.
Ivy, aún temblorosa, intentaba procesar todo lo que había sucedido. Cuando Dante giró la cabeza hacia ella, sus ojos llenos de odio la hicieron estremecerse. Ivy se dio cuenta de que no había en él ninguna señal de compasión, solo frialdad.
—Vuelve a casa, Ivy —dijo Dante con desdén, dándose la vuelta sin siquiera mirarla de nuevo.
Nales suspiró mientras se acercaba a Ivy y la ayudaba a levantarse.
—Volveremos a casa, está bien —le dijo en un tono más suave.
Ivy no pudo contener las lágrimas. Estaba tan cerca de la muerte y aún no sabía quién decía la verdad. Emiliano, con todas sus manipulaciones, o Dante, el hombre que parecía haber perdido todo rastro de humanidad.
Mientras Nales la cargaba hasta el auto, Ivy echó un último vistazo hacia Dante, quien subió a su propio vehículo sin siquiera dignarse a mirarla.
¿Quién era el verdadero monstruo?
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Sombra del deseo.
Non-FictionIvy nunca imaginó que su vida cambiaría por completo en un abrir y cerrar de ojos. Un misterioso y oscuro joven la secuestra, llevándola a una lujosa mansión rodeada de sombras y secretos. Él es Dante, el implacable líder de una poderosa mafia, con...