Capítulo 7 Jardín Mágico: La Mente Maestra.

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Cómo Aurora ya se sentía mucho mejor después de tomar su medicamento salió un rato al parque para leer un rato.

Tome asiento en un columpio y procedí a leer mi libro "White flowers".

Este es un libro que me encanta demasiado es muy hermoso, ya lo he leído alrededor de unas cinco veces y no me canso.

Siempre que lo leo me engancho; justo ahora estoy en mi parte favorita donde el duque Raimundo confiesa su amor por su amada por la que sufrió durante tanto tiempo encerrada hasta que cumpliera la mayoría de edad.

—Algún día viviré algo así de hermoso.

«Son tan lindos».

De repente alguien me arrebata el libro, levantó la mirada.

Ante mi tenía a un joven aproximadamente de mi edad.

—Este libro es bueno aunque muy cursi.

Tomo asiento junto a mí, al lado del otro columpio.

—Me lo devuelves por favor.

El joven me mira a los ojos. «Sí que tiene unos hermosos ojos, son cafés pero siguen siendo hermosos».

«¿Ha...? ¿Por qué pensé eso?».

Aparte la mirada de inmediato, no sé por qué, pero de repente me sentí extraña.

—Mírame—dice el joven.

No lo miró, solo lo hago de reojo y le quitó el libro de las manos.

—Eres tímida ya entendí... Soy Jacob ¿Y tú ojos azules?

—Soy Aurora, no ojos azules—murmure tímidamente mientras procedía a leer.

El joven Jacob extendió una pequeña sonrisa.

—Te gusta ese libro verdad.

—Si—respondo por lo bajo.

—¿Cuántos años tienes?

Lo mire de reojo sin responder su pregunta, ya me estaba molestando un poco que me interrumpirá mi lectura.

—Yo tengo veinte, por cierto eres muy bonita, ¿Cuál es el tono de tu cabello? Es lindo—añade mientras toma un mechón de mi cabello.

Aparte su mano de mi cabello, —No toques mi cabello... Ahora puedes dejarme a solas.

Le di la vuelta a la página de mi libro y al hacerlo los bordes de la hoja corta un poco mi dedo.

En los ojos del joven Jacob corrió un brillo rojizo haciendo que se iluminarán, cosa que Aurora no noto ya que se estaba lavando con un poco de agua.

Él toma su mano y mira la herida—Suéltame.

—Creo que tengo unas curitas en mi auto, si quieres podemos ir para que te pongas una—sugiere.

Me zafo de su agarre—¿Por qué no vas tu y yo te espero?

Jacob extendió una amplia sonrisa—Eres astuta, ya vuelvo.

—Finalmente se marcha, ahora sí puedo continuar...

Al poco tiempo regreso, traía con el dos helados.

—Te traje esto—hace referencia al helado, lo deja en el columpio y toma mi mano.

Antes de colocar la curita se queda unos segundos mirando fijamente la herida.

Lo que me pareció extraño pero no le tome importancia, finalmente coloco la curita y tomo los helados ofreciéndome uno.

—Ha, no gracias soy intolerante a la lactosa.

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