Capítulo 18 Un rayo de luz.

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Intenté descansar pero no podía hacerlo. Ya estaba cansada de moverme de un lado al otro sin poder conciliar el sueño, así que salí de la habitación en silencio.

Mire a los chicos descansado en los sofás. Salí por la parte trasera de la casa y subí por unas escaleras que me llevan hasta un pequeño balcón al que suelo venir cuando me siento mal o no puedo descansar.

Tome asiento en el suelo dejando caer mis pies por la orilla sintiendo la brisa abrazadora.

Miro las estrellas por un momento, admirando su bello resplandor.

—Lástima que un día de estos cerraré los ojos y no los abriré nunca más. No podré admirar más las hermosas estrellas—me digo a mí misma en ese silencio que me acompaña.

—Debería de ir con mi doctor mañana y ver qué ha sido de mi último chequeo de hace meses. No me llamaron.

Sonrió apartando la mirada de las estrellas hacia el hermoso mar azulado por la luz oscura de la noche. —Por lo menos he hecho muchas cosas que quise hacer en esta vida antes de partir...

—. ¿Por qué dices eso?—dice la voz de Jackson detrás de mí.

Me giro mirando fijo a Jackson. El avanza y se sienta a mi lado—. Dijiste que puedes vivir siempre y cuando sigas tu tratamiento. ¿Por qué dices eso?

No tenía idea de que él podría estar allí, bajo un poco la cabeza... La verdad no quería que lo supiera, pero tampoco quería mentirle sobre mi salud. Jackson... Me ha demostrado su cariño y, no quiero ocultarle nada—Hace un tiempo cuando nos conocimos, tú me regalaste las caracolas con forma de corazón y luego desapareciste por un tiempo. Yo me hice mi chequeo médico para saber cómo estaba mi salud...

Guardo un momento de silencio:

—¿Y luego...?—añade Jackson esperando una respuesta.

—Desde ese tiempo no me han llamado para darme un certificado médico que indique como estoy de salud. Y bueno, hay un setenta y cinco por ciento de probabilidad... —paso mi mirada con lentitud hacia el—De que mi salud empeore y pueda morir.

—¿Hace cuánto tiempo fue tu chequeo?

—Eso no lo recuerdo. A veces olvido las cosas por mi condición y bueno... Ya sabes.

—No creo que mueras. Eres muy dulce. Eres un ángel querido, ten fe. Yo sé que aunque creas que todo está mal, las cosas de la vida pueden cambiar.

Aparto la mirada de él porque no siento que soporte tantas palabras dulces que sé que no serán ciertas. Hace unos meses atrás mi doctor me dijo que no estaba bien. Y la verdad no lo estoy. Me desmaye, cosa que en un buen tiempo no me sucedía, luego fue porque no tome mí medicamento.

Pero la verdad yo siento que no estoy bien. A veces siento que no quiero ni levantarme, aunque me vea bien. No lo estoy en realidad, me hago la fuerte porque en el fondo me siento tan mal que no quiero ni demostrarlo y decírselo a nadie.

Es extraño ya que no tengo con quien compartirlo. Tengo a mi papá pero creo que eso no le importa. Tengo a mi mamá, ella no lo sabe pero si lo sabe tampoco le debe de importar.

Por último está Jackson... La verdad he sentido una confianza con el que me ha hecho quererlo pero, sé que no debo encariñarme porque luego se ira.

Y luego tengo a Félix. Él no es muy bueno conmigo pero me agrada mucho. Con el no tengo esa confianza pero siento que es una persona a la que si me ve mal, haría algo por hacerme reír. Estoy segura desde lo de los sándwiches.

El coloca su mano en mi espalda y me acaricia con tanta gentileza que me hace sentir protegida.

Dejo de mirar hacia la nada para ver sus ojos.

—Yo no estoy bien Jackson—confieso después de tanto dudar—. No estoy bien. Aunque me veas muy bien por fuera. Por dentro estoy muy mal.

—¿Cómo te sientes ahora...?—pregunta.

—Sentimental, como puedes ver—sonrio para opacar un poco mi tristeza.

—¿Te puedo acompañar mañana a la clínica?

Asiento con la cabeza—Gracias—pronuncio sintiendo como mis ojos se humedecen.

Aparto la mirada de nuevo hacia las estrellas para disimular mis lágrimas aproximarse y tomo mucho aire para controlarme.

—Todo saldrá muy bien. Ya lo verás—sonríe.

Inconveniente no lo soporto más y suelto un suspiro entrecortado provocado por mi angustia—Tengo miedo y... La verdad, creo que a nadie le importa. A mi papá se lo dije en su cara y no dijo nada. Mamá no lo sabe pero si él se lo contó... Estoy segura de que tampoco le importa.

Siento correr una lágrima por mi mejilla. Y al mínimo toque siento como Jackson me rodea con su brazo por detrás de la espalda.

—A mí me importas. No vuelvas a decir que a nadie le importas porque me tienes a mí.

Lo vuelvo a mirar—No—niego con la cabeza—. Lo nuestro es momentáneo Jackson. Tú me agradas mucho la verdad y... Siento que te quiero como mi amigo o un hermano pero, tú te irás en cuanto te liberes de mí.

—Y si te prometo no separarme de ti.

—Acaso ya se te olvidó lo que mi padre te hizo por ayudarme.

—"Eso no importa"—confiesa.

Dejó caer mi cabeza apoyándola sobre su brazo porque ni al hombro le llegó.

—Estás loco—murmuro mientras cierro los ojos.

JACKSON:

«Yo también te quiero, Aurora».

«Eres la primera humana a la que no le doy igual o me ve invisible aunque la tenga de frente».

La miro con sus ojos cerrados. Posiblemente ya dormida porque ya es costumbre que se duerma de la nada.

Cosa que también me preocupa al mismo tiempo. Su salud no parecía ni mejorar pero tampoco empeorar.

Paso mi dedo por su rostro y limpio una pequeña lágrima. —Eres el amanecer más hermoso que he podido apreciar, Aurora—le digo para animarla, aunque ella no respondió.

Así que me levanté y la lleve en mis brazos. Félix me ve con ella en mis brazos e intenta intervenir pero no se lo permito.

Paso de largo a su lado. Entro a su habitación y la dejo sobre su cama.

La cubro con sus sábanas calentitas para abrigarla de cualquier resfriado. 

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