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 Fede corrió hacia mí con una rapidez que rara vez le había visto. Su rostro estaba pálido, y pude ver el miedo en sus ojos mientras descendía las escaleras a toda prisa.

—¡No, no, no, no puede ser! —murmuraba una y otra vez, su voz cargada de desesperación— ¿Qué está haciendo aquí? ¡¿Qué hace aquí?!

Me aferré a él mientras el payaso, MiniMini, seguía avanzando lentamente hacia la entrada de la casa. La figura grotesca y perturbadora estaba vestida con un traje de payaso desgastado, y la mitad de su rostro estaba quemado, deformado. Cada paso que daba resonaba en la casa, y la tensión era palpable.

Fede llegó hasta mí, intentando mantener la calma a pesar de la evidente angustia en su voz. Nos dirigimos hacia la puerta de la cocina, pero las luces de la casa comenzaron a apagarse una por una, sumiendo la casa en la oscuridad. Mi respiración se volvió entrecortada mientras el pánico se apoderaba de mí.

— ¡¿Qué haces acá, hijo de puta?! - gritó Fede, su voz cargada de rabia

Al payaso no le importaban los gritos, al contrario, se seguía acercando cada vez más a nosotros

—¡Por favor, andate! —gritó Fede, su voz ahora rota por la desesperación.

El payaso, completamente ajeno a los ruegos, sacó de entre sus ropas un martillo oxidado, cuya cabeza parecía manchada de algo oscuro. Un escalofrío recorrió mi espalda mientras observaba la herramienta mortal en sus manos. Sin pensarlo dos veces, Fede me tomó de la mano, tirando de mí con fuerza hacia la cocina. Mis piernas apenas lograban seguir el ritmo mientras corríamos, casi tropezando en la oscuridad.

Nos escondimos detrás de la barra, intentando silenciar nuestros jadeos y latidos acelerados. Los pasos del payaso resonaban con un eco siniestro, cada vez más cerca. Sus quejidos roncos inundaban la casa, y con cada uno, el terror crecía dentro de mí. Apreté la mano de Fede con fuerza, intentando buscar en su contacto una pizca de seguridad.

—Fede... tengo miedo —susurré, apenas capaz de formar palabras mientras el pánico me sofocaba.

El payaso se asomó lentamente por la puerta de la cocina, su figura grotesca y deforme proyectaba sombras macabras sobre las paredes. Fede, no pudo evitar suplicar de nuevo.

—Por favor... andate —dijo con la voz quebrada por el miedo y la incertidumbre.

Pero el payaso seguía avanzando. Ignorando por completo las súplicas de Fede, lanzó una mirada cargada de odio, y con un movimiento brusco, rompió un vaso de vidrio que estaba sobre la mesa. El sonido del cristal estrellándose contra el suelo me hizo dar un respingo. Luego, sin decir una palabra, el payaso nos señaló con el martillo, como si estuviéramos condenados.

Fede no perdió tiempo. Sin soltarme ni un segundo, tiró de mí nuevamente, llevándome hacia el patio trasero. El aire frío de la noche golpeó mi rostro cuando finalmente salimos al exterior. Nos escondimos detrás de una roca grande, intentando controlar la respiración y el terror que sentíamos. Mis manos temblaban mientras me aferraba a Fede.

—No quiero que te pase nada malo —susurré, mi voz apenas audible.

Fede se inclinó hacia mí.

—Escuchame, no va a pasar nada malo, estoy aquí..tranquila. No voy a dejar que te toque, te lo prometo.

—Dejen de correr... —gritó el payaso, su voz grave y distorsionada resonó en el aire, haciéndome estremecer.

El sonido de su orden hizo que mi respiración se volviera aún más errática. El aire comenzó a faltarme, y sentí cómo el pánico tomaba el control de mi cuerpo. Mis manos temblaban descontroladamente mientras intentaba calmarme, pero el miedo era demasiado abrumador.

Aún sigo aqui - Lukas Urkijo #2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora