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Caminaba junto a Lukas por una calle vibrante de luces nocturnas, adornada con neones que daban un toque mágico a la noche. La atmósfera era relajada, y nuestro paseo era una mezcla de risas y conversaciones ligeras. Me sentía tan en paz, como si todo fuera perfecto. El sonido lejano de la ciudad, las risas de la gente, todo parecía estar en perfecta armonía con nosotros.

 Mientras charlábamos, mi corazón se sentía ligero, libre de las preocupaciones habituales. Lukas estaba a mi lado, su risa era contagiosa y sus palabras, siempre llenas de encanto, hacían que me sintiera especial. Era uno de esos momentos en los que todo parecía estar en su lugar, y no había lugar para problemas.

 De repente, Isabella apareció en la esquina de la calle. Su presencia era tan inesperada que casi no pude reaccionar. 

 —¡Miranda! ¡Qué gusto verte! —exclamó Isabella, con una alegría 

Con su habitual energía, se acercó a mí y me envolvió en un abrazo cálido y apretado, el cual correspondí con una sonrisa algo sorprendida. La alegría en su rostro era evidente, y sentí una mezcla de sorpresa y confusión al ver cómo se dirigía a Lukas.Lo que me desconcertó aún más fue su actitud hacia él. 

Después de soltarme, Isabella le dio a Lukas un beso en la mejilla, un gesto que me dejó estupefacta. La forma en que Lukas reaccionó fue igualmente sorprendente; su rostro pasó de la sorpresa a una expresión de seriedad y preocupación. Me miró con una intensidad que nunca había visto antes. 

 —¿Desde cuando tú e Isabella son amigas? ¿Por qué no me contaste nada? —preguntó Lukas, su tono cargado de una frustración que no entendía del todo. 

Me quedé paralizada, intentando procesar lo que acababa de suceder. Quería decirle que iba a explicárselo, que tenía mis razones, pero las palabras se me atascaban en la garganta. La mirada de Lukas era dura, y su decepción era palpable. 

 —Nunca me cuentas nada, Miranda. Ya estoy harto de todo esto —dijo, su voz temblando con una mezcla de dolor y enojo. 

Su reacción me golpeó con una fuerza inesperada. Sentí como si mi mundo estuviera cayendo a pedazos. Miré a Lukas, tratando de entender por qué estaba tan molesto. Quería decirle que él significaba todo para mí, que no tenía intención de ocultarle nada, pero no podía encontrar las palabras adecuadas. 

 —Te lo iba a decir —logré decir con un hilo de voz, tratando de hacerle entender que no había malicia en mi silencio.

 —Pensé que me tenías confianza, que en verdad me amabas —dijo Lukas, su expresión quebrada, antes de darme la espalda y alejarse. 

Verlo marcharse me llenó de una tristeza profunda. La noche, que antes parecía tan mágica, ahora se sentía fría y desoladora. La sensación de abandono y dolor me envolvió mientras lo veía alejarse, dejándome sola en medio de la calle. 

De repente, me desperté en mi cama, empapada en sudor y con el corazón latiendo con fuerza.

 Con el corazón latiendo con fuerza y la respiración acelerada, busqué a tientas el inhalador que recientemente me había dado la doctora. Mis manos temblaban mientras lo encontraba en la mesita de noche. Lo llevé a mi boca y tomé una bocanada profunda, sintiendo cómo el aire volvía a entrar a mis pulmones de forma un poco más tranquila. Poco a poco, la opresión en mi pecho comenzó a ceder, aunque el dolor emocional seguía allí, punzante, desgarrador.

Después de usar el inhalador, busqué mis lentes en la mesita de noche, tratando de enfocar mi vista a través de las lágrimas que aún nublaban mis ojos. Me los puse y me dejé caer en la cama, exhausta, tanto física como emocionalmente. Miré al techo, intentando calmarme, intentando encontrar algún sentido en todo lo que acababa de experimentar.

Aún sigo aqui - Lukas Urkijo #2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora