Capítulo 27.

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La risa de Raiden es el sonido más maravilloso del mundo para su persona. Cada carcajada de su hijo lo llena de una calidez que no había sentido antes, por lo que no puede evitar hacerle cosquillas o besarle los pequeños pies, busca escuchar ese sonido angelical una y otra vez. Se recuesta en la cama junto a su hijo, sonriéndole mientras juegan. Disfruta de ese momento íntimo y tranquilo.

Un suave golpeteo en la puerta lo saca de su burbuja de felicidad. Sabe que no es Sukuna ya que él nunca se toma la molestia de llamar antes de entrar. Supone que se trata de Uraume.

—Adelante —dice en voz baja sin querer sobresaltar a Raiden.

Quien porta blanca cabellera ingresa a la habitación y cierra la puerta detrás de sí con un leve crujido. Se acerca con pasos suaves hasta la cama donde el omega se encuentra sentado mientras sostiene a su hijo en brazos.

—¿Pasa algo? —pregunta con la formalidad de siempre.

—No, nada grave —responde—. Terminé de organizar la casa y pensé si necesitaba ayuda con la habitación.

—Qué rapidez... —murmura el omega, sorprendido por lo eficiente que es la mano derecha de su alfa. Después de un breve silencio, niega en un movimiento suave con la cabeza—. Estoy bien, gracias. Me ayuda a mantener la mente ocupada mientras espero a que vuelva Sukuna. —baja la vista hacia su cachorro, quien continúa mirándolo con sus ojos curiosos, y añade con una sonrisa—. Solo estoy en medio de un pequeño descanso, quiero aprovechar que Raiden está despierto. —aunque, si es honesto, está seguro de que lleva más de una hora de solo jugar con él.

—Estaré en el salón entonces —dice quien viste de monje. Da un pequeño paso atrás, preparándose para marcharse.

—Espera, Uraume. —le detiene antes de que pudiera salir de la habitación. Al ver la expresión inquisitiva de su acompañante, respira hondo y prosigue—. Sé que no es algo común entre las maldiciones, pero en los humanos, cuando los bebés cumplen seis meses, empiezan con la alimentación complementaria. Ya no solo toman pecho. Raiden es un híbrido, así que no estoy muy seguro de lo que puede o no comer, pero me gustaría intentar ofrecerle otros alimentos.

Uraume lo escucha con atención mientras asiente en silencio.

— ¿Podrías conseguir algunas cosas para mí? —pregunta con un tono casi suplicante—. Para los humanos, lo normal sería empezar con verduras y frutas... zanahorias, plátanos, manzanas. Pero cuando se trata de una maldición, tal vez carne... o incluso sangre, no estoy seguro.

—Sí, por supuesto. —hizo una pequeña reverencia—. ¿Cómo debería preparar la comida de Raiden-sama?

—Yo me encargo de prepararla —dice con determinación—. Solo necesito los ingredientes.

—Como ordene —responde antes de retirarse de la habitación.

Un poco más tarde, el sonido de la puerta abriéndose rompe el silencio del anexo

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Un poco más tarde, el sonido de la puerta abriéndose rompe el silencio del anexo.

—Volví... —la voz de Sukuna resuena mientras camina por la estancia, pero al no ver a su pareja, supone que debe estar en la habitación con el bebé, así que ahí se dirige. Al entrar, lo encuentra justo como había imaginado: el omega alimenta al cachorro, meciéndolo con suaves movimientos en sus brazos. El alfa se acerca la cama y, sin pensarlo dos veces, se deja caer a su lado, acomodándose junto a ambos.

Hijo del Diablo [SukuFushi/Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora