Capítulo 1: La Profecía de las Sombras

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La profecía siempre había estado ahí, oculta en las páginas de antiguos manuscritos que pocos osaban leer. Los más sabios la consideraban una advertencia olvidada, una leyenda perdida en el tiempo. Pero para quienes conocían su verdadero significado, la profecía era mucho más que un mito: era una amenaza inminente que esperaba el momento preciso para desatarse sobre el mundo.

Aiden no tenía idea de que su vida estaba vinculada a ese oscuro presagio. Hasta hacía poco, sus días transcurrían entre lienzos y pinceles, creando arte que la ayudaba a escapar de la monótona realidad de la ciudad. Su vida estaba regida por la rutina, pero siempre había sentido que algo le faltaba. Era una sensación vaga, como un susurro en el fondo de su mente, que la llamaba, que la arrastraba hacia lo desconocido.

Todo comenzó con un sueño.

Aiden se despertó en mitad de la noche, su respiración entrecortada y su cuerpo cubierto de sudor frío. Había tenido la misma pesadilla durante semanas, pero esta vez había algo diferente. Esta vez, los detalles eran más vívidos, más reales. En el sueño, se encontraba en un vasto campo cubierto por una niebla densa que dificultaba ver más allá de unos metros. Frente a ella, una figura alada emergía de entre las sombras, sus enormes alas negras extendidas, bloqueando la luz de un sol que nunca llegaba a salir.

—El tiempo se acaba —susurraba la figura, su voz profunda y resonante.

Aiden sentía que las palabras la atravesaban, llenando su mente con un eco que no desaparecía al despertar. El rostro de la figura era indistinguible, pero la sensación de angustia y temor que le provocaba no la abandonaba. Algo oscuro estaba por ocurrir, algo que la involucraba de maneras que no podía comprender.

Durante días, trató de ignorarlo, sumergiéndose en su arte, intentando perderse en los trazos de los pinceles y las mezclas de colores que llenaban sus lienzos. Pero las imágenes seguían ahí, en su mente, persistentes, cada vez más claras. Sabía que algo la estaba llamando, pero ¿a qué?

La respuesta llegó de una forma inesperada.

Una mañana, mientras caminaba por las estrechas calles del casco antiguo de la ciudad, Aiden tropezó con un pequeño anticuario que nunca había visto antes. El local era oscuro y polvoriento, y las ventanas estaban cubiertas por gruesas cortinas que apenas dejaban pasar la luz. Algo la atrajo hacia el lugar, un impulso que no podía explicar. Al cruzar el umbral, sintió un escalofrío recorrer su espalda.

El interior estaba abarrotado de objetos antiguos: libros viejos, muebles desgastados y reliquias de épocas pasadas que parecían contar historias silenciosas. Entre ellos, un viejo espejo atrajo su atención. El marco de madera tallada estaba cubierto de extrañas runas, y la superficie reflejaba más que su simple imagen. En el reflejo, Aiden vio algo que la hizo retroceder con horror.

En el fondo del espejo, entre las sombras, distinguió una figura alada, la misma que había visto en sus sueños. Su presencia oscura y amenazante parecía más real que nunca, como si estuviera observándola desde otro mundo.

Antes de que pudiera reaccionar, una voz interrumpió sus pensamientos.

—No es común que alguien pueda ver eso —dijo el anciano que atendía el local, su voz suave y cargada de misterio.

Aiden se volvió hacia él, sorprendida. El hombre la observaba con una mirada penetrante, como si supiera exactamente lo que había visto.

—¿Qué es esto? —preguntó Aiden, señalando el espejo, su voz temblorosa.

El anciano esbozó una leve sonrisa y se acercó a ella. Con manos temblorosas, tomó un viejo libro de una estantería cercana y lo colocó sobre el mostrador.

—Es la profecía —dijo en voz baja—. La Profecía de las Sombras. Un antiguo texto que advierte sobre el regreso de los ángeles caídos. Aquellos que fueron desterrados del cielo están esperando su oportunidad para reclamar lo que creen que les pertenece.

Aiden frunció el ceño, sin saber cómo reaccionar.

—¿Ángeles caídos? —repitió, intentando comprender.

El anciano asintió lentamente, abriendo el libro con cuidado. Las páginas, amarillentas por el tiempo, estaban llenas de símbolos y palabras escritas en un idioma que Aiden no podía identificar. Pero en el centro de una de las páginas había un dibujo que le resultaba inquietantemente familiar: la figura alada de sus sueños.

—Tú estás conectada a esta profecía, Aiden —continuó el anciano, sin apartar la mirada de ella—. Lo que has visto no es una coincidencia. Los ángeles caídos han comenzado a susurrar de nuevo, y tú eres parte de su plan.

Aiden sintió que el suelo se desmoronaba bajo sus pies. Todo aquello parecía absurdo, pero al mismo tiempo, una parte de ella sabía que era verdad. Las pesadillas, la figura alada, el espejo... todo estaba relacionado. Pero, ¿cómo podía ser ella parte de algo tan grande, tan antiguo?

—¿Qué debo hacer? —preguntó finalmente, su voz apenas un susurro.

El anciano cerró el libro con un suave golpe y la miró fijamente.

—Debes prepararte —dijo—. La guerra entre los ángeles y las sombras está por comenzar. Y tú, Aiden, serás la clave.

Esas palabras resonaron en su mente mientras salía del anticuario, el libro viejo en sus manos y una sensación de inevitabilidad en su pecho. Ya no podía huir de la verdad que había descubierto. La profecía de las sombras estaba en marcha, y ella, una simple artista, estaba atrapada en su centro.

Mientras caminaba de regreso a su apartamento, Aiden no podía dejar de pensar en el libro y en lo que había aprendido. Sabía que su vida cambiaría para siempre. La oscuridad estaba despertando, y los susurros de las sombras se harían cada vez más fuertes.

Los ángeles caídos estaban de regreso, y Aiden estaba destinada a enfrentarse a ellos.


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