Herencia

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Jeff

¿Les ha pasado que cuando algo malo ocurre, parece que una avalancha de desgracias le sigue? Como si todas las penas del mundo se pusieran de acuerdo para caer juntas, como una nube oscura que nunca quiere dejar de llover.

Una de las razones por las que Charlie y yo nos sentimos más unidos que hermanos es porque ambos somos huérfanos. Él perdió a sus padres y yo a mi padre alfa, la misma noche, en un accidente de auto, justo cuando iban a comprar regalos para Navidad. Charlie quedó al cuidado de la tía Suay y yo bajo la tutela de mi tío Erin. En teoría, al menos.

Mi padre omega, el hermano de la tía Suay y de la madre de Charlie, murió por complicaciones durante mi nacimiento. Nunca lo conocí, pero siento como si siempre hubiera estado presente en mi vida. Mi padre alfa lo adoraba tanto que había fotos de él por toda la casa, como si con ellas pudiera mantenerlo vivo. La casa estaba siempre impregnada de su presencia, de su esencia. Cada vez que podía, me contaba anécdotas e historias sobre él. Sus ojos se llenaban de una luz especial cuando hablaba, una mezcla de amor y tristeza, una mirada que yo entendía incluso siendo niño. Nunca volvió a tener pareja. Decía que no podía, que su amor era único y que, cuando se encontrara con él en el más allá, ¿cómo podría mirarlo a los ojos si hubiera amado a otro? De pequeño, yo deseaba tener un amor así, pero con un final feliz.

Mi padre alfa era un abogado en ascenso. Lo primero que compró con su esfuerzo fue el apartamento en el que Charlie y yo ahora vivimos. "Debe ser ese," insistía, a pesar de lo costoso que era, porque quedaba cerca de la universidad. Siempre estaba pensando en mi futuro. El apartamento era pequeño, pero acogedor; las paredes de color crema estaban llenas de fotos de mi infancia y de momentos felices con él. El espacio era cálido, como un abrazo que te envuelve. Todos sabían que no confiaba en mi tío Erin para cuidarme, y fue un shock para todos cuando, al morir, quedé bajo su tutela. La tía Suay luchó con uñas y dientes por mí, pero no pudo ganarle a mi tío debido a su condición de omega.

Mi tío Erin no era joven, pero vivía como si lo fuera. Cada día era una fiesta sin fin, un derroche constante de dinero y de vida. No le importaban ni mi bienestar ni mis necesidades. Gastó todos los ahorros de mi padre en vicios y relaciones efímeras. Nunca estaba pendiente de si había comido, hecho mis tareas o cómo estaba mi salud. La casa siempre estaba en un estado de caos, con botellas vacías y colillas de cigarrillos esparcidas por todos lados. Aprendí a cocinar a los diez años porque, de lo contrario, no habría comido. Crecí rápido, demasiado rápido. Navidad y las vacaciones con la tía Suay, Sonic, y Charlie eran el único respiro, los únicos momentos en que me sentía seguro y amado.

Cuando llegó el momento de ir a la universidad, mi tío se quedó con la casa de mis padres. Yo, finalmente, me mudé al apartamento que mi padre había asegurado a mi nombre, a prueba de cualquier intento de venta hasta mi mayoría de edad. Aún recuerdo la llamada que recibí hace poco de mi tío, diciendo que necesitaba hablar conmigo urgentemente. Nunca saqué tiempo para ello, o tal vez no quise. La tía Suay y Charlie decían que iba a intentar convencerme de entregarle el apartamento, pero yo sabía que no lo haría. No dejaría a Charlie ni a mí en la calle. Ya bastante habíamos sobrevivido con lo poco que teníamos. Mi tío había hipotecado la casa de mis padres y estaba a punto de perderla; no iba a permitir que hiciera lo mismo con el último regalo que mi padre me dejó.

Cuando me enteré de que había muerto de un infarto fulminante, no sentí tristeza. Me sentí frío, vacío. A veces me atormentaba un poco de culpa por no sentir dolor, pero luego recordaba los días de hambre, los gritos, los desastres. Recordaba cómo llegaba borracho y apestando a alcohol después de días sin aparecer, cómo hizo añicos los ahorros de mi padre. No, no podía sentir pena por él.

Aun así, como su único familiar, debía regresar para hacerme cargo de los trámites. Conseguí cambiar los boletos con alguien que estaba tan encantado del lugar que decidió quedarse dos días más. Mientras yo... yo hacía todo lo posible por no pensar en el alfa misterioso. No podía evitar preguntarme si habría habido algo diferente que podría haber hecho. ¿Debería haberme reunido con él antes de partir? Pero sacudí la cabeza. No, no lo habría hecho. No había nada que decir. Mi corazón estaba cerrado para siempre, sin excepciones.

Destino o Casualidad (AlanxJeff)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora