Ajuste de cuentas

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Jeff

Lo primero que percibo es su aroma. Su delicioso aroma a primavera, cedro y menta. Este aroma siempre me llena de una calidez que me envuelve, una sensación de comodidad que nunca antes había experimentado. Era como estar en casa, pero al mismo tiempo, algo en él aceleraba mi corazón, haciéndome sentir como si, en cualquier momento, fuera a salirse de mi pecho. Era un contraste abrumador: la paz que me daba su presencia y la inquietud que me provocaba el simple hecho de que estuviera tan cerca.

Inspiré más profundamente, queriendo aferrarme a esa fragancia, deseando sentirlo aún más cerca de mi. Entonces me di cuenta... algo estaba fuera de lugar. Mi brazo estaba alrededor de algo cálido, algo suave, pero definitivamente no era una almohada. Ese calor... esa cercanía. Abrí los ojos de golpe, el pánico inmediato acelerando mis pensamientos. Me senté de un salto, el corazón latiendo tan fuerte que sentía que resonaba en mis oídos. "Yo no duermo con nadie", me repetía internamente, "jamás". Y, sin embargo, ahí estaba. Alan.

Miré a mi alrededor, parpadeando con confusión. El cuarto me resultaba familiar, pero en ese momento todo parecía borroso, como si estuviera viendo mi vida desde otra perspectiva, como un espectador. Las paredes, los muebles... sí, era mi habitación.

—Es tu habitación— dijo Alan con una voz suave y adormilada, que a pesar de su calma, llevaba un tono travieso. Me miraba con una sonrisa que apenas podía contener. —¿Cómo te sientes?

Mi habitación. Claro, reconocí las mantas, el desorden en mi escritorio. Pero... ¿por qué él estaba aquí? Mi cerebro tardó en procesar lo que estaba viendo. —¿Qué haces en mi habitación? —Pregunté, tratando de sonar firme, pero mi voz apenas mantenía la compostura. "Anoche... ¿qué pasó anoche?", me pregunte rápidamente, mi mente corriendo en mil direcciones. ¿Qué hice? ¿Qué rayos hice?

Alan se incorporó lentamente, su expresión divertida se volvió más seria mientras me miraba detenidamente. —¿No recuerdas lo que hiciste anoche?

Tragué Saliva, intentando recordar. —Lo último que recuerdo es haber tomado un par de tragos de ponche...— (para darme valor... pensé) —y luego... ¿volvimos juntos a casa? — Busqué desesperadamente en mi memoria, pero todo era un torbellino. Imágenes borrosas. Sonrisas. Nada claro. ¿qué hice? Al menos, me tranquilicé un poco al darme cuenta de que todavía llevaba toda mi ropa.

—El que no recuerdes nada no te exime de las consecuencias— dijo Alan con una seriedad que hizo que mi estómago se revolviera. Consecuencias. La palabra resonó en mi mente como un eco, cargada de todo el peso que podía implicar. Lo miré, su expresión cada vez más intensa, clavando sus ojos en los míos.

—¿Consecuencias? — Repetí, más ansioso. ¿Le hice pasar vergüenza? ¿Dije algo que no debía? El terror me invadió.

—Sí. ¿Recuerdas nuestro 'contrato' especial? Las condiciones y las consecuencias de romperlo —Alan arqueó una ceja, la tensión creciendo en el aire.

—Nos demandaremos por todo lo que tenemos— recité automáticamente. El contrato. El acuerdo que habíamos hecho sobre el contacto físico. ¿Pero me estaba hablando en serio ahora?

—Exactamente— dijo él, su tono un poco más relajado, pero aún con esa chispa de picardía en sus ojos. —Me preguntaste qué hacía en tu habitación. Bueno, anoche, después de cargarte del auto y tratar de dejarte en tu cama sin despertarte, me abrazaste con tanta fuerza que fue imposible soltarme. Aún cuando parecías estar profundamente dormido, cada vez que me movía, me volvías a abrazar, aferrándote más fuerte. Incluso me montaste las piernas, como si fuera una almohada.

Mis ojos se abrieron de par en par. —No, no... eso no es posible. Yo... yo no... no me gusta dormir con nadie— tartamudeé, mi voz temblando mientras sentía el calor subiendo por mi rostro. "¡trágame tierra, por favor hazlo ahora!" Suplique internamente.

Destino o Casualidad (AlanxJeff)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora