Resistencia

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Jeff

"No, no, no." Me repetía una y otra vez, recostándome contra la mesa como si esa acción pudiera detener el torbellino de pensamientos que me consumían.  Alan se había ido, pero su presencia permanecía, como si su sombra aún se cerniera sobre cada objeto de la habitación. Era como si sus palabras se hubieran quedado suspendidas en el aire, aferrándose a mi piel, recordándome su peligroso encanto.

Mi tía Suay entró en la sala con la suavidad que siempre la caracterizaba, casi flotando, con una bandeja de té entre las manos. El tintineo de las tazas era el único sonido que rompía el silencio sofocante. 

"¿Oh, ya se fue?" preguntó con su tono ligero y despreocupado, mientras se acercaba con la bandeja, sus ojos curiosos pero amables. Como si no notara la tormenta que se estaba gestando dentro de mí.

"Sí, ya se fue," respondí en un hilo de voz, tratando de parecer indiferente. Pero dentro de mí, mi corazón seguía golpeando con una fuerza que amenazaba con romper mi pecho. Intentaba respirar con normalidad, intentaba aparentar que todo estaba bajo control. Pero no lo estaba. No podía controlar lo que Alan me hacía sentir.

"Era... espectacular," exclamó mi tía con una sonrisa traviesa mientras colocaba la bandeja sobre la mesa. "Ese alfa, el último que se postuló... Qué modales, qué presencia. Todo en él era tan educado, tan... adecuado." Su voz se llenó de un suspiro soñador, y mi corazón se encogió.

"Te veo con él, Jeff. Es al único que veo contigo de todos los que entrevistamos," continuó, lanzando una mirada a la pila de carpetas apiladas sobre la mesa. Cada palabra suya era como una daga en mi pecho.

"Es el único que no puede ser," espeté, tratando de sonar firme, pero mi voz traicionaba el cansancio evidente que sentía. No solo estaba agotado físicamente, sino emocionalmente. Luchar contra lo que sentía cuando Alan estaba cerca era una batalla diaria, una que me dejaba exhausto.

"¿Por qué no?" preguntó Charlie, entrando en la sala con curiosidad.

"Porque es mi jefe," susurré, bajando la mirada al suelo, como si al admitirlo en voz baja el peso de la verdad fuera menos doloroso. Pero no era así. Admitirlo solo lo hacía más real, más insoportable. Alan, mi jefe, se había postulado para casarse conmigo. El simple hecho de pensarlo me devastaba. Si todo salía mal, no solo perdería el trabajo de mis sueños, sino también la poca estabilidad que me quedaba. Eso sin contar mi corazón.

"¿Qué? ¿Es el dueño de XHunter?" exclamó mi tía, su sorpresa tan evidente que era casi palpable. Sus ojos se abrieron con incredulidad, como si de repente todo encajara en su cabeza. "Con razón... Entonces, ¿vino por algo del trabajo? Es una lástima, ya me había ilusionado." Su voz temblaba un poco, como si realmente creyera que todo era una confusión, un malentendido.

"No creo que sea por el trabajo en XHunter," dijo Charlie mientras hojeaba la carpeta que Alan había dejado sobre la mesa.

"¡Charlie!" exclamé, intentando arrebatarle la carpeta antes de que pudiera leer más, pero él se alejó rápidamente, con la carpeta abierta en sus manos.

"Él también está postulando," dijo, estudiando mi rostro, como si estuviera esperando que yo le confirmara lo obvio.

"No importa si está postulando, es mi jefe, y eso lo hace imposible," respondí a la defensiva, levantándome bruscamente de mi silla. "Cualquiera menos él," espeté antes de darme la vuelta y dirigirme a mi habitación. Cerré la puerta con fuerza detrás de mí, apoyándome en ella. Me dejé caer al suelo, abrazando mis rodillas contra mi pecho, como si pudiera protegerme de las emociones que amenazaban con devorarme.

El no. Definitivamente, el no. Me repetía una y otra vez, intentando convencerme, intentando construir una muralla entre lo que no quería sentir y mi corazón.

Destino o Casualidad (AlanxJeff)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora