Jeff
Los días transcurrían con una suavidad casi irreal. La convivencia con Alan era mucho más cálida y fluida de lo que alguna vez imaginé. Pronto, sin que me diera cuenta, nuestras vidas comenzaron a entrelazarse de manera natural, como si el universo hubiera decidido que estábamos destinados a compartir cada pequeño momento. Desde nuestras rutinas diarias hasta los detalles más insignificantes, como pedir comida a domicilio, Alan siempre sabía cómo hacerme sentir especial, consintiéndome con mis platos favoritos. Su sonrisa traviesa cuando me sorprendía con algún capricho me desarmaba poco a poco.
A pesar de mis intentos por mantener un muro entre nosotros, Alan, con su ternura infinita, encontraba la manera de desarmar cada una de mis barreras. Era como si, a pesar de todo, supiera exactamente cuánto acercarse y cuánto mantenerse al margen. Esa línea invisible que trazábamos, la respetaba con una elegancia que me confundía. A veces deseaba que la cruzara, que rompiera la distancia entre nosotros y me arrastrara hacia él, pero al mismo tiempo solo pensar en ello me aterraba.
Y así, llegó aquella mañana de sábado, donde todo cambió. Había pasado un mes ya y el calor era sofocante. Bajé sin pensarlo mucho, con unos shorts cortos y una camiseta holgada. Alan ya estaba en el sofá, con unos helados de paleta que había traído para combatir el calor, pero algo en el ambiente era diferente. Era como si el aire estuviera más denso, cargado de algo que no sabía cómo describir.
Me senté junto a él, y mientras comíamos los helados, me di cuenta de lo mucho que disfrutaba nuestras pequeñas rutinas. Él miraba la pantalla, pero yo... yo lo miraba a él. No podía evitarlo. La forma en que se concentraba cuando jugaba videojuegos, ese brillo infantil en sus ojos... me encantaba verlo así. Mi corazón, traicionero, comenzó a latir con fuerza, más rápido de lo que me gustaría admitir.
"Arriba, arriba, no, no... ¡Arriba!" gritaba Alan mientras le daba con fuerza a su control, totalmente concentrado. Yo, tratando de mantener el enfoque en el juego, descrucé mis piernas incómodo por haber estado demasiado tiempo en la misma posición y ese momento Alan cometió un error digno de un novato.
"¡Sí, llegué! ¡Gané!" exclamé, sin poder ocultar la alegría. No era común que le ganara en un videojuego, así que la pequeña victoria me llenó de emoción. Me giré para burlarme un poco, pero lo que vi me congeló. Alan no estaba mirando la pantalla. Su mirada estaba fija en mis piernas, y su expresión era... diferente, más oscura, más intensa.
Tragué saliva, el calor que sentía no solo provenía del clima. De repente, todo el ambiente se volvió abrumador, casi insoportable. Mi piel ardía bajo su mirada.
"Wow, el día está horrible, ¿cierto?" dije torpemente, mirando hacia afuera en un intento por disipar la tensión. Me levanté con rapidez, sintiendo que necesitaba escapar de esa sensación que me envolvía. "Voy por un poco de limonada, ¿quieres?"
Alan asintió levemente, pero su mirada seguía clavada en mí, oscura y profunda. Mi corazón latía con tanta fuerza que me dolía. Me alejé bordeando el sofá, sin querer pasar demasiado cerca de él.
"Estúpido, Jeff. Estúpido", me repetía una y otra vez mientras llenaba los vasos de limonada con manos temblorosas. Me acerqué para dejarlos sobre la mesa y, al intentar pasar delante de él esta vez, tropecé con una almohada. El mundo se movió en cámara lenta, y antes de que pudiera procesar lo que sucedía, Alan me atrapó.
Su aroma me envolvió por completo, el calor de su cuerpo era abrumador. Sentía sus manos en mi espalda, en mi cadera, sujetándome con firmeza pero a la vez con delicadeza. Mi respiración se detuvo. El tiempo, el espacio, todo desapareció. Solo estábamos él y yo, su mirada clavada en la mía, y esa proximidad tan íntima que me asustaba.
"¿Estás bien?" susurró, su voz grave y suave al mismo tiempo, enviando un escalofrío por mi columna. Sus ojos no me dejaban, y yo... no podía apartar los míos. Algo dentro de mí se rompía lentamente, y por un segundo, no quería resistir más.
No respondí. No podía. Todo mi cuerpo estaba al borde del colapso, como si cada célula anhelara acortar la distancia entre nosotros. Su mano en mi cadera era un recordatorio constante de lo cerca que estábamos, y el deseo crecía dentro de mí, ahogando cualquier pensamiento racional.
Alan empezó a inclinarse, sus labios acercándose a los míos con una lentitud agonizante. Mi corazón se desbocaba. Lo deseaba tanto que casi me dolía. Mis manos, sin saber cómo, comenzaron a aferrarse a su camiseta, como si mi cuerpo ya hubiera tomado la decisión antes que mi mente.
Pero entonces, el sonido más inoportuno rompió el momento: mi teléfono sonó.
El hechizo se rompió. La realidad regresó con una brutalidad que me dejó desorientado.
"¿Sí?" respondí, aún aturdido, sin apartarme del todo de Alan.
"Jeff, llegaré en un rato. Llevaré comida. Mamá preparó suficiente para los tres", dijo Sonic al otro lado de la línea.
"¿Llegarás?" repetí, confuso, pero luego lo entendí todo de golpe. Me alejé bruscamente de Alan, casi tropezando con la mesa en mi prisa por poner distancia entre nosotros.
"¿Está todo bien?" preguntó Alan, su voz ahora tensa, preocupada.
"Sí, todo bien. Sonic llegará en un rato", murmuré, intentando sonar normal, aunque sabía que no lo lograba. Mi corazón latía con tanta fuerza que pensé que él podría escucharlo.
En ese momento, lo supe. Alan también lo supo. Ambos habíamos olvidado algo importante: mi celo.
El pánico me invadió. ¿Cómo había sido tan descuidado? ¿Cómo me había relajado tanto a su lado que olvidé algo tan crucial? Sin decir una palabra más, corrí hacia mi habitación. Me encerré, con el corazón en la garganta, temblando por la mezcla de emociones que me invadía.
Durante los siguientes tres días, Sonic estuvo conmigo, cumpliendo con su deber, pero yo... yo estaba atrapado en un infierno interno. El deseo, el anhelo, la culpa. Todo se mezclaba en una tortura que nunca había experimentado antes. Mis celos anteriores habían sido nada comparado a este. Una de las tantas razones que Kluer daba a su traición: mis casi nulos deseos. Pero, esta vez a pesar del aire acondicionado y los supresores, el calor en mi cuerpo no se aplacaba. Cada vez que miraba por la ventana, lo veía a él, a Alan, y lo deseaba más que nunca. Lo deseaba de una forma en la que nunca antes había pensado. "Es por el celo, Jeff" Me convencía insistentemente. Es normal siendo el único alfa cerca. Es normal.
Y luego empezaba a preguntarme: ¿Cómo había permitido que esto sucediera? ¿En qué momento permití que nos acercáramos tanto? No podía permitirme esto. No con Alan. Él era mi jefe y esto era un negocio, un contrato, me repetía. Su amabilidad, su ternura... todo formaba parte del trato, nada más. Un simple trato que terminaría en cinco meses.
Pero, no era fácil. ¿Cómo podía ignorar la calidez de su sonrisa, la dulzura en sus ojos cuando me miraba? Cada gesto suyo, cada palabra amable, se colaba en mi corazón, derritiendo las barreras que había construido con tanto esfuerzo. Me encontraba en un dilema constante, luchando contra mi corazón.
Y así, tomé la única decisión que me parecía correcta: distanciarme. Levantar de nuevo esas barreras que tanto me habían protegido antes. No podía arriesgarme a perderme en él. Me aterraba la posibilidad de abrir mi corazón solo para que se rompiera otra vez. Aprovechando la ronda de exámenes, dejé de reunirme con él, usándolos como excusa.
No podía permitirme el lujo de caer en la trampa de mis propios sentimientos. Así que, con el corazón pesado y la mente llena de dudas, me alejé, esperando que el tiempo y la distancia pudieran sanar lo que nunca debió haber comenzado.
ESTÁS LEYENDO
Destino o Casualidad (AlanxJeff)
FanfictionJeff, un omega introvertido y tímido, ha perdido la fe en el amor tras una traición devastadora. Durante un viaje solitario a la playa, asiste a una fiesta de disfraces donde conoce a un alfa misterioso, sintiendo una conexión única e inexplicable...