Entrevistas

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Jeff

—Traje todo lo que decía el anuncio.

—¿Qué edad tienes? —pregunté, sin mucho interés ya.

—Lo siento, es un poco mayor para el trabajo —agregué, intentando cortar la conversación.

El candidato me miró y, con una sonrisa nerviosa, respondió:

—Eres tan lindo.

Suspiré internamente. Otra entrevista que no estaba yendo a ninguna parte. No podía evitar sentirme cada vez más distante de este proceso. Era solo una estrategia desesperada, ¿cierto? Buscar a alguien, a cualquiera, que pudiera sacarme del infierno financiero en el que estaba atrapado.

—Nosotros lo llamamos —dije sin convicción, despidiéndome rápidamente del hombre.

Cuando se fue, no pude contener el impulso de dejarme caer sobre la mesa con frustración. Mi tía Suay, siempre atenta, me dio unas palmaditas en la espalda, intentando consolarme.

—Ahhh, ¡quiero gritar! —exclamé, ya al borde del colapso—. ¿Por qué es tan difícil encontrar un esposo, incluso uno falso? —Me quejaba, dejándome caer aún más, mientras sentía la mirada compasiva de Charlie a mi otro lado.

—Bueno, es tarde —dijo mi tía Suay, levantándose—. Prepararé algo de té. Entrevista a dos o tres más y acabamos con esto, ¿de acuerdo?

Asentí, agotado, sintiendo que cada minuto se alargaba eternamente.

—Jeff, sé que no vas a detener esto —dijo Charlie con cautela—. Pero pensemos positivo, aparecerá alguien normal. Tiene que aparecer.

Las últimas entrevistas del día no fueron mucho mejores. Cada alfa que entraba parecía ser una caricatura más exagerada que la anterior, y cuando finalmente acabamos, los tres nos dejamos caer en nuestras sillas, agotados. La frustración en el aire era palpable. Al final solo quedaba escoger al menos malo. Era la única opción para salir del infierno de mis deudas.

—Hace falta más té —dijo mi tía, escapando a la cocina mientras yo hundía el rostro entre mis manos. Charlie se levantó para contestar una llamada del trabajo, dejándome solo, envuelto en mi propia desesperación.

Minutos después, mi tía se asomó con una sonrisa misteriosa.

—Jeff, ¿podrías atender a uno más? Solo uno más, estoy segura de que valdrá la pena.

La miré con incredulidad, pero algo en su expresión me hizo asentir, casi sin fuerzas.

Lo primero que percibí fue su aroma. Esa mezcla familiar que, contra mi voluntad, había aprendido a reconocer en cualquier lugar. Mi estómago se contrajo de inmediato.

—No, no, no, por favor no... —suplicaba internamente.

Y entonces lo vi. Alan. Su figura alta y dominante cruzó el umbral de la puerta con una calma que solo él sabía manejar, sus ojos clavándose en los míos con una intensidad indescifrable. El aire en la habitación pareció volverse denso, y mi corazón, que un segundo antes parecía haber olvidado latir, ahora se desbocaba en mi pecho.

—Alan... —susurré, apenas audible.

¿Qué demonios estaba haciendo mi jefe aquí? Había pasado tanto tiempo evitando sentir esta conexión inexplicable con él, esa atracción que me aterrorizaba. Y ahora, aquí estaba, irrumpiendo en este espacio ya caótico de mi vida. Mi tía, emocionada, lo invitó a sentarse frente a mí con una hospitalidad encantadora, ignorando por completo el terremoto emocional que me sacudía.

—Ya traigo un poco de té —anunció antes de salir, dejando a Alan y a mí solos.

Él se sentó, sin dejar de mirarme. Apenas desvió su atención lo justo para sonreír cortésmente a mi tía antes de volver a clavar esos ojos oscuros en los míos. Mi respiración se volvió pesada, y sentía que me faltaba el aire.

Destino o Casualidad (AlanxJeff)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora