Baño caliente

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Jeff

Alan cierra la puerta de su casa tras nosotros, y de inmediato siento la intensidad de sus emociones en el aire, como una corriente eléctrica que me atraviesa. La atmósfera se carga de un magnetismo palpable, y el suave murmullo de la lluvia afuera solo intensifica la tensión. Trago saliva. Esto es peligroso. Demasiado peligroso.

Siento que se acerca y, en un impulso, me giro bruscamente. La luz tenue del vestíbulo ilumina su rostro, empapado y con mechones de cabello pegados a su frente.

—Alan, estás empapado —digo, tratando de que mi voz suene firme, pero el temblor traiciona mi nerviosismo—. Debes darte una ducha caliente. Lo ideal sería un baño en una tina caliente, pero a falta de una, una ducha servirá. Anda —termino haciéndole un gesto con la mano para que avance.

—Pero, si la tengo —responde él, incrédulo, sin moverse.

—¿Qué tienes? —pregunto confundido.

—Tengo una bañera en mi habitación. Por cierto, es enorme —dice con una sonrisa pícara—. Cabemos los dos.

Pestañeo varias veces, incapaz de emitir palabra alguna. Lo sabía; esto es demasiado peligroso.

—No, no, no... no es necesario —empiezo a tartamudear.

—¿Cómo que no? Estás tan empapado como yo. Yo también te abracé y te sentí tan frío como la nieve. Entre los dos es más probable que tú enfermes. Podemos compartirla —concluye con un brillo depredador en sus ojos.

—No... yo... prefiero la ducha. Sí, es más... voy subiendo a...

—¿No confías en mí? —pregunta mirándome intensamente mientras da un paso más cerca—. No te haré nada... que tú no quieras —susurra con voz ronca.

Vuelvo a tragar saliva. Estoy en problemas, pienso, mientras él solo sonríe y me guía por la muñeca hacia su habitación.

Nunca había estado en su habitación. Es enorme; una gran cama King size ocupa el centro y un pequeño estante está adornado con carros en miniatura que parecen reflejar su personalidad juguetona. Las paredes están decoradas con cuadros de paisajes serenos, y una suave luz cálida emana de una lámpara de pie en la esquina, creando un ambiente acogedor y relajante.

Apenas he tenido tiempo de mirar cuando me encuentro dentro de su baño: tiene razón, la bañera es monumental. El mármol blanco brilla bajo la luz, y el vapor comienza a llenar el aire mientras Alan abre el grifo y empieza a llenarla. Tararea una melodía alegre que me resulta familiar pero inasible. Me gusta verlo así, feliz y despreocupado; es un alivio verlo alejarse del semblante triste que tenía en la plaza. Pero lo que no me gusta es la situación: estoy temblando y no estoy seguro de si es por el frío o por... Alan.

Nunca he estado desnudo con nadie; es obvio que no vamos a entrar allí con ropa. Miro hacia la puerta con disimulo; todavía puedo escapar, ¿cierto?

Pero parece que él puede leer mis pensamientos. Ha dejado la bañera lista y se acerca lentamente; pero, para mí es demasiado rápido.

—Lo mejor es ducharnos primero; luego podemos entrar y relajarnos tranquilamente un rato.

—¿Y si lo hacemos por turnos? —pregunto en un susurro tembloroso, aferrándome a la esperanza.

Él suelta una pequeña carcajada que resuena bellamente en el baño y mi corazón comienza a latir por motivos distintos: su risa y su aroma, ahora mucho más concentrados aquí dentro, complican aún más el caos en mi interior.

—Jeff... —susurra acercándose lo suficiente para sentir ya su calor corporal. Su mano acaricia suavemente mi mejilla con ternura—. No te obligaré a hacer nada. Es por... nuestra salud. Es por eso.

Destino o Casualidad (AlanxJeff)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora