Mañana

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"Creo que deberíamos esperar". dijo Orm.

Los ojos le brillaban al pasar de los labios al pecho de Ling, pero sonaba muy seria.

"No estoy de acuerdo". replicó Ling.

Habían cenado, estaban de vuelta en el apartamento de Orm, y Ling no estaba segura de poder esperar por más tiempo para tocarla.

"¿Lo olvidaste? No voy a dejarte ira la cama sola".

"¿En serio?"

Orm paseó la mirada por todo su cuerpo, especialmente sobre sus muslos.

"Nunca había hablado tan en serio". aseguró Ling. El deseo que reflejaban los ojos de Orm no la dejaba concentrarse. "En la vida".

"Créeme, no es que no... aprecie tu postura". le dijo Orm.

Fijó la mirada en el regazo de la otra mujer y se humedeció los labios con la lengua. Si lo que quería era volver loca a Ling, lo estaba consiguiendo.

"Tengo muchas posturas que apreciarás". contestó Ling. Su propio deseo era abrumador y solo le quedaba optar por el humor. "¿Te acuerdas?"

Orm se acercó imperceptiblemente al sofá, mirando a Ling con ojos cargados de sensualidad.

"No estoy segura de que sea una buena idea". dijo con voz ronca, antes de desviar su atención al esmalte de uñas que llevaba, como si de repente le resultara de lo más interesante. "Lo de dormir juntas tan pronto".

Ling dejó escapar el aire que retenía poco a poco, para calmar el latido de su corazón. Nunca se había sentido tan atraída físicamente por nadie, y Orm desbordaba sensualidad aquella noche. La suave melena rubia le caía en suaves ondas sobre los hombros y su sedosa piel blanca como la nieve pedía a gritos que la acariciaran. Llevaba una camiseta ajustada que le marcaba los pechos como si fueran las manos de una amante y también definía la silueta tonificada de sus brazos. Además, olía exquisito, como solo Orm era capaz de hacerlo. Resultaba doloroso estar tan cerca de ella sin tocarla.

"¿Por qué no iba ser una buena idea?" le preguntó Ling. Tras un instante de duda, alargó el brazo y le tomó mano a Orm. Intentó que el contacto fuera todo lo casto posible, pese a que los dedos le ardían de ganas de agarrar a Orm del hombro y arrimarla contra su cuerpo para darle un beso como Dios manda. "A mí me parece que la última vez nos fue bien".

Orm rió, dejando entrever su preciosa y blanquísima dentadura. Ling tragó saliva al evocar la sensación deliciosa de aquellos dientes arañándole los pechos. Los pezones se le endurecieron hasta alcanzar el umbral del dolor y tuvo que apartar la mirada de la boca de Orm.

"Tienes razón". murmuró Orm.
Su voz hizo estremecer a Ling. "Nos fue más que bien".

Sus palabras destilaban sensualidad, pero Orm no hizo ningún gesto para acortar la distancia entre ellas. Ling la miró a los ojos e intentó decidir si verdaderamente la estaba rechazando. El caso es que sus palabras no concordaban con sus acciones, y Ling no estaba segura de cómo reaccionar. Lo que más deseaba era tumbar a Orm en el sofá, arrancarle la camiseta y chuparle un pezón al tiempo que le metía la mano por aquellos tejanos bajos que le quedaban tan bien. Cuando Orm retomó la palabra, Ling volvió a concentrar su atención en su voz.

"Es que no estoy segura de que sea lo más inteligente. Ya sabes, dejarnos llevar por las hormonas tan pronto".

Mientras hablaba, Orm se dedicaba a pasear la uña por la cara interior de la muñeca de Ling. A esta se le puso la piel de gallina y sintió un escalofrío de ardiente deseo que la recorrió por completo.

13 Horas (LingOrm)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora