El lunes siguiente

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Por primera vez en la vida, Ling era incapaz de concentrarse en el trabajo. La importante propuesta que se suponía que tenía que ocuparse la noche del viernes seguía a medio redactar en el ordenador y llevaba veinte minutos borrando y reescribiendo la misma frase una y otra vez. Lo único que le venía a la cabeza era el fin de semana que había pasado con Orm, y era incapaz de hacer ninguna otra cosa. Sencillamente, no lograba darle importancia al proyecto de desarrollo de software. Ya no.

La noche que habían pasado en el ascensor había sido como una epifanía, y el resto del fin de semana había cumplido todas sus expectativas. El sábado había transcurrido en una mezcla de sexo, risas y conversaciones íntimas que se extendieron hasta el domingo por la mañana y no cesaron hasta la tarde. Cuando Orm y ella se despidieron, había sido solo porque el sexo casi ininterrumpido las había dejado completamente agotadas y habían decidido de mutuo acuerdo que sería bueno para su salud pasar un poco de tiempo separadas.

Pasar el domingo por la noche sola casi le partió el corazón. Cuando Orm se marchó, fue como si la magia desapareciera con ella. El hechizo por el cual el resto del mundo era irrelevante se rompió, y Ling empezó a ponerse nerviosa y a preocuparse por todo. Por la sorprendente conexión que compartían, la pasión entre ellas, su confianza instintiva en Orm...

Quizá la química de su cerebro y las feromonas le habían nublado la razón. Dominada por la lujuria, cualquiera podía engañarse e imaginarse que aquello era amor a primera vista o, al menos, la oportunidad de tener una relación que fuera más allá de un fin de semana fogoso.

Ling clickeó con los dedos sobre el mouse del ordenador y releyó la frase que reescribía obsesivamente. Todos sus instintos le decían que cogiera el teléfono y llamara a Orm, pero el miedo retuvo su mano. El fin de semana había sido increíble. ¿Y si lo estropeaba al intentar que fuera algo más? No acababa de decidir si el último beso que se habían dado en la puerta había sido uno más en la cadena de besos que las llevaría a compartir su futuro, o sencillamente, una dulce despedida. Ling estaba convencida de que nadie quería que una aventura perfecta terminase. No obstante, parte del encanto de los encuentros apasionados, como el que había tenido con Orm, era que duraban poco, y la realidad no los desvirtuaba.

Tocó el teléfono, pero retiró la mano, porque no quería hacer la llamada que confirmaría sus peores temores. Lo más inteligente era esperar a que la llamara Orm. Si no lo hacía, Ling entendería el veredicto y se retiraría elegantemente. Era una mujer adulta y sabría aceptar el inmenso regalo que le había hecho Orm sin pedir más de lo que esta podía darle.

Sonó el teléfono y Ling dio un salto en la silla. El cursor cruzó el monitor de punta a punta del empujón que le dio al mouse.

"¿Hola?"

La voz le temblaba tanto que sonaba como si fuera otra persona. Ling tragó saliva y trató de sonar fría y eficiente, como hacía normalmente cuando contestaba el teléfono en el trabajo.

"Ling Kwong".

"Hola, cumpleañera".

La voz masculina que la saludó desde el auricular le produjo un momento de desilusión, pero sonrió pese a sí misma.

"¿Todavía me hablas?"

Vaya, Jakarin solo había tardado dos días y medio en reunir el valor de llamarla y ver lo cabreada que estaba por el striptease. Parecía nervioso, y Ling decidió hacerlo sudar un poco.

"¿Por qué no iba a hablarte?"

Lo oyó titubear. Sin duda se preguntaba si su regalo de cumpleaños se había presentado la noche que tocaba. Ling se mantuvo serena, a la espera de que Jakarin se atreviera a preguntarle. Era lo mínimo que se merecía por haberla cogido por sorpresa la noche del viernes.

13 Horas (LingOrm)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora