Y Taehyung lo vio. Lo vio en medio de su repentina desnudez, una que Jungkook no pudo advertir y lo obligó a ovillarse en el lodo, cubriéndose con las manos de aquellos ojos que lo observaban desde casi dos metros de distancia. Lo rodeaba una espesa oscuridad, atravesada por un amplio reflector que solo apuntaba hacia él. No había luna, estrellas, arriba o abajo. Quiso abrir la boca para pedirle a Taehyung que le trajera una toalla o que, como mínimo, se volteara, pero la voz no alcanzaba a formarse y sus deseos quedaron sepultados junto a otro montón de pensamientos. La mirada de Taehyung se multiplicó a un número infinito y ya no hubo rincón suyo que pudiera mantener oculto. Una fuerza desconocida, que le pareció que provenía de su interior, lo obligó a ponerse boca arriba, con los brazos y las piernas extendidas. Y lloró de vergüenza y de la impotencia de no poder moverse, de mostrar las capas de su alma que ni siquiera él sabía que existían. Las lágrimas corrieron en ríos a través de sus mejillas y limpiaron los rastros de suciedad de su rostro.
Cerró los ojos un segundo para escapar de aquella pesadilla. Escuchó el latido acelerado de su corazón y el sonido de su respiración irregular. Se dijo a sí mismo que acabaría pronto, que nadie podía conocerlo completo y quedarse tanto tiempo. Al abrir los ojos, descubrió que su predicción se había cumplido. Tenía la ropa puesta y Taehyung ya no estaba. Nadie lo veía, ni lo auscultaba, pero eso no lo alivió. En su lugar, se abrazó a sí mismo, invadido por el más terrible de los desamparos: sentirse abandonado.
Una dulce corriente de aire lo devolvió a la vida. Intentó levantarse nada más poner un pie de vuelta en la realidad, pero una mano gentil lo regresó a su estado de postración inicial. Jungkook vio a la abuela de Namjoon, sentada a la orilla del sofá, abanicandolo suavemente, con su corto cabello plateado y esa expresión apacible que nunca tuvo en cuarenta años y adquirió hasta que nació su único nieto.
—No te muevas mucho, cariño. Podrías desmayarte de nuevo.
—Tae... Taeh...
—Shh, shh, no hagas mucho esfuerzo. Buscaremos a tu novia pronto.
Una opresión en el pecho sofocó a Jungkook al recordar que Taehyung estaba perdido. Se le nubló la vista y estuvo a punto de sumirse de nuevo en unas tinieblas inciertas, sino hubiera sido por la voz de la abuela de Namjoon, que lo traía de vuelta al mundo en cada palabra. «Respira, Jungkook. Inhala, exhala. Estás bien. Taeyeon está bien. Tienes que estar bien para traerla de vuelta». Jungkook tomó una gran bocanada de aire a modo de aferrarse a la realidad. Se giró hacia el lado y por el rabillo del ojo alcanzó a ver a un preocupado Namjoon con el celular en la oreja.
—¿Sigue sin contestar? —preguntó la abuela de Namjoon.
Namjoon suspiró frustrado al escuchar el buzón de voz y tecleó el número otra vez.
—¿A quién llama? —le preguntó Jungkook a la abuela.
—A Naeun.
—¿Cuántas llamadas lleva?
—Unas cinco. No estuviste tanto tiempo ausente.
—Ni siquiera sé cuándo me desmayé.
La abuela de Namjoon dejó de abanicarlo de súbito.
—Fue por la impresión, eso dijo Namjoon. Qué bueno que estaba en casa, porque mi muchacho iba a desmayarse también. Pensó que te habías muerto del miedo, incluso yo lo creí, ¡estabas muy pálido!
Jungkook se sobresaltó al escuchar un gruñido de Namjoon, a quien de nuevo habían mandado a buzón de voz.
—¿Por qué no llamas a casa de su abuela? —le propuso al verlo masajearse las sienes, estresado.
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ROSAS EN EL JARDÍN ; kth&jjk
FanfictionDespués de fallar el examen de admisión a la universidad, Jeon Jungkook tiene un solo encargo: Vender la casa de su abuelo. Mientras recorre los rincones que albergan los recuerdos de su infancia, encuentra el pozo de los deseos, una leyenda del pue...