Jungkook solo tuvo que abrir la puerta trasera para que la nostalgia descubriera el camino hacia su corazón. El jardín de la casa del abuelo, pese al notable descuido, aún poseía su reconfortante olor a hogar.
—¿Esas son flores? —dijo Jimin a través de la videollamada.
Jungkook enfocó los coloridos arbustos con la cámara del teléfono para que su mejor amigo pudiera verlos mejor.
—Te estoy mostrando el pozo y te preocupas por las flores —señaló Jungkook y soltó una risita.
Jimin entrecerró los ojos, como si así pudiera atravesar la pantalla para inspeccionar las flores de cerca.
—Estoy intentando recordar sus nombres —dijo Jimin—. Sé que las vi en algún libro de botánica.
Jungkook lo ignoró, colocó la cámara frontal y enfocó su rostro en tanto se acercaba al pozo. Bajo sus pies, la hierba sin podar parecía exhalar un suspiro. Se dejó un recordatorio mental para recortarla más tarde.
—Entonces, la leyenda dice que, si lanzas tu posesión más preciada, los dioses te concederán un deseo, ya sea...
—¿Los dioses de qué religión?
Jungkook lo pensó un segundo.
—No tengo idea.
—¿Y si mi posesión más preciada es, por ejemplo..., no lo sé, mi manta de bebé?
—¿Aún conservas tu primera manta?
—Era solo un ejemplo..., pero sí.
Jungkook se detuvo frente al borde de piedra del pozo y observó la impenetrable oscuridad del fondo. Tiró una piedrecilla y aguzó el oído. Al escuchar el impacto, supo que el pozo no tenía agua.
—Está seco.
Enmarcado en la pantalla del celular, Jimin formó una mueca.
—¿Entonces ya no concede deseos?
Jungkook rio.
—Nunca lo ha hecho, es una historia que inventó el abuelo. ¿Un pozo de los deseos en propiedad privada? No lo creo. Ese tipo de cosas suceden en bosques encantados o, ya sabes, en Europa. Este pueblo está tan en la mierda que ni siquiera aparecen fantasmas.
—¿Tampoco tu abuelo?
—Probablemente sería el único que se aferraría a este lugar.
—Deberías tener cuidado en las noches.
—Sí, debería.
Jungkook se quedó en silencio mientras pensaba en su abuelo. Inspiró el aroma floral de mediados de primavera. Inevitablemente, recordó las eternas vacaciones de su niñez. Al mirar hacia la casa que albergaba las memorias de sus años más felices, le pareció estúpido venderla. Pero no lo era en absoluto. El abuelo estaba muerto y la casa se arrastraba hacia el mismo destino.
—¿Pedirás un deseo? —preguntó Jimin.
Jungkook parpadeó varias veces. No pudo calcular el tiempo que pasó ensimismado, pero advirtió que Jimin ya no veía hacia la cámara. Por la luz blanca que acariciaba su rostro y el sonido de las teclas, supuso que estaría haciendo algo en el portátil.
—¿Qué podría pedir?
—Pasar el examen, tal vez... —dijo Jimin sin dejar de teclear.
Jungkook se avergonzó. Apretó los labios y negó con la cabeza.
—No necesito magia para conseguirlo, ¿sabes?
Jimin lo miró de reojo. No necesitó hacer más para que Jungkook supiera que lo contradecía.
—Entonces pide dinero. O una novia.
—Iré por la segunda opción.
Jungkook cerró los ojos. Pero la voz de su cabeza fue interrumpida por la de Jimin.
—Oye, tengo que irme. ¿Hablamos después?
Jungkook no preguntó la razón. Ya sabía qué respuesta recibiría. Se despidió en pocas palabras y presionó el botón de colgar antes de que la incomodidad se colara por los resquicios de su amistad. Cerró los ojos, inspiró hondo y deseó aquello que hace mucho sentía que había perdido: Amor. Cuando abrió los ojos, le pareció una ridiculez. Se rio de sí mismo y de su ingenuidad. Ninguna leyenda inventada iba a hacer que sus padres dejaran de ser enemigos eternos, que su familia lo mirara sin decepción o que su abuelo regresara de entre los muertos. Tampoco conseguiría que su único amigo volviera a sentir interés por él.
Recordó que aún tenía mucho trabajo que hacer para la venta de la casa y decidió deshacerse de la alegría que lo ataba a ese pozo. Sin embargo, cuando iba a darse la vuelta, una fuerza magnética lo atrajo hacia la orilla, y un viento helado causó que se estremeciera. No sospechó de la repentinidad de los acontecimientos, ni siquiera cuando los músculos de su mano derecha se aflojaron sin razón y su celular cayó al fondo. Y luego él, intentando alcanzarlo, cayó también. Mientras veía la oscuridad impenetrable, Jungkook creyó que moriría. Deseó que fuera así, para no tener que lidiar con los pormenores de un rescate. Pero el impacto fue tan ligero que no se hizo ni un rasguño. Confundido, tanteó el suelo de tierra seca hasta que dio con el culpable de su nueva desgracia. Quiso llorar al descubrir que la pantalla estaba rota. Iluminó alrededor con la poca luz que emitían las partes del teléfono donde la tinta no se había corrido. No supo si lo asustaron más los bichos de formas extrañas o que no encontró una escalera o una cuerda.
Maldijo en voz baja e intentó idear una manera de salir. Se le ocurrió que podría salir escalando, aunque eso significara tocar las paredes mohosas. Pero descartó la idea en cuánto vio la superficie más bien lisa. Con más facilidad de la que en un pasado hubiera creído de sí mismo, eligió la esquina con menos bichos, tomó asiento y se rindió.
«Morir no es tan malo», pensó. «Solo es como desenchufar una licuadora». Al imaginar la nada absoluta y la pérdida total de la conciencia, lo invadió una náusea. Se le crisparon los nervios ante la certeza de que, en efecto, podría morir. No como un juego o una broma de mal gusto, sino como un hecho irremediable. Se puso de pie a prisa, con el presentimiento de que mientras más tiempo estuviera ahí, más cerca estaría de desenchufar el mecanismo de la vida. Pidió ayuda a gritos desesperados. Quizá algún curioso que pasara de casualidad lo escuchara.
Y ocurrió. Una escalera de cuerda se materializó frente a sus narices. Por la distancia, no logró descifrar el rostro de quién la había lanzado. Aun así, subió uno a uno los peldaños, con la seguridad de que Dios, el pozo o quien fuera que fuese, le habían concedido una segunda oportunidad. Se prometió que sería una mejor persona, que estudiaría sin quejarse y que le debería un gran favor a la persona que lo había salvado. Al asomar la cabeza al exterior, supo que su predicción anterior estaba equivocada. Su salvador no era un simple transeúnte, y si lo era, entonces al pueblo se había colado un lunático. El desconocido, desnudo y sucio de tierra, sonrió y le tendió una mano para que saliera. Jungkook soltó un chillido de horror. El hombre, sin previo aviso, gritó también.
[...]
Nota de autor. ¡Hola! Aquí Luminie volviendo al fanfic después de decir que ya no lo escribiría más, lol. Este va a ser una historia corta, nada pesado, un poco de cliché por aquí y por allá. Tenía ganas de hacer algo de fantasía desde que acabé Oniros, así que, aquí me tienen. Espero les guste <3.
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ROSAS EN EL JARDÍN ; kth&jjk
Fiksi PenggemarDespués de fallar el examen de admisión a la universidad, Jeon Jungkook tiene un solo encargo: Vender la casa de su abuelo. Mientras recorre los rincones que albergan los recuerdos de su infancia, encuentra el pozo de los deseos, una leyenda del pue...