Jungkook resintió el enojo de Taehyung al día siguiente, cuando por fin pudo despertarse temprano y no encontró el desayuno hecho. Le habría dado igual, porque hasta entonces había podido valerse por sí mismo en las tareas domésticas. Pero esa mañana, al ver la mesa vacía, supo que ya se había habituado sin querer a la presencia de Taehyung. Supo que ya no tenía sentido entristecerse por tener el corazón cerrado: siempre había estado abierto. Aquella revelación, sin embargo, no fue el momento de autodescubrimiento que hubiera esperado. Se había dado cuenta demasiado tarde. Y, por si no fuera suficiente, lo que se albergaba en su interior no era equivalente a lo que Taehyung creía sentir por él. Sentado en el comedor solitario, mientras miraba el jardín bañado de la luz y el rocío matutinos, maldijo al pozo de los deseos, por malinterpretarlo, por darle un amor que no podía corresponder. Pensó que Taehyung, aquel ser salido de entre la tierra, era dulce y amable, sin maldad congénita. Creía en su versión de las cosas, que era una materialización de su deseo y tenía una misión, porque ninguna persona podría ser tan buena sin intervención de fuerzas mágicas. Con todo, Taehyung era todavía un desconocido. Un desconocido al que se había habituado y del que se preocupaba.
Jungkook desayunó un par de huevos con arroz. Luego decidió que ya era hora de retomar la limpieza y subió al ático. Al pasar frente a la habitación de su abuelo, reconoció las melodías de su adolescencia. Por la puerta entreabierta, avistó a Taehyung concentrado en un libro, escuchando música en el iPod. Reconoció en aquella imagen a su yo adolescente y supo que no debía molestarlo. Sin embargo, le pareció graciosa la idea de Taehyung teniendo una adolescencia tardía.
Una vez en el ático, se metió de lleno en la tarea de deshacerse de lo que no fuera necesario. Lo hizo sin pensar, sin detenerse a reflexionar la utilidad de cada objeto. Si se descuidaba un poco, evocaría todos esos recuerdos que le hacían saltar lágrimas. No sirvió de nada. Se fue al trabajo aguantando el llanto, usando el paisaje y el bullicio del autobús para distraerse. El antídoto perfecto lo encontró tras el mostrador de Lee's Ramen. Le bastó con una sonrisa suya para reprimir por fin el impulso triste de llorar.
—Estás pálido —le dijo Naeun.
—La situación en casa es extraña —respondió Jungkook mientras se colocaba el mandil.
—Pensé que vivías solo.
—En realidad... —Jungkook se lo pensó dos veces antes de decirle la verdad—. Un amigo se está quedando un par de días. Pero todo se puso raro de pronto. No sé.
Naeun se puso los mechones de cabello suelto detrás de las orejas. Jungkook había descubierto hacía unos días que no se trataba de un gesto coqueto, sino de una manía.
—¿Pelearon?
—Algo así. No he estado en casa últimamente, así que no sé qué se trae entre manos. Ayer discutimos y yo ni siquiera sabía porqué estaba molesto.
—Deberían hablarlo.
Jungkook suspiró y la miró desconcertado.
—¿Qué? —preguntó Naeun.
—Esperaba un consejo..., no sé, distinto.
—No hay mejor consejo que ese —replicó Naeun—. En serio, las personas subestiman el poder de una buena charla. ¿Cómo podrías entender a tu amigo si no le haces las preguntas adecuadas?
Jungkook frunció los labios.
—¿Suponiendolo?
—Esa es la forma perfecta..., pero para arruinar una relación. Tienes que hablar, Jungkook. Habla, habla. Si quieres una segunda o tercera cita conmigo, deberías saber comunicarte.
ESTÁS LEYENDO
ROSAS EN EL JARDÍN ; kth&jjk
FanfictionDespués de fallar el examen de admisión a la universidad, Jeon Jungkook tiene un solo encargo: Vender la casa de su abuelo. Mientras recorre los rincones que albergan los recuerdos de su infancia, encuentra el pozo de los deseos, una leyenda del pue...