La felicidad de las vacaciones forzadas se agotó una semana después del cumpleaños de Naeun. Más tarde que temprano, los cuatro comenzaron a hastiarse de la misma rutina. Incluso la Jefa Madre parecía cansada de verlos cada mañana en el desayuno. A Jungkook, sin embargo, le sentaron de maravilla esos siete días. Una vez abandonada la idea de conquistar a Naeun, se percibió más ligero y con más energía para convivir con ella. Ahora podía hablarle de trivialidades por horas, sin preocuparse de la impresión que pudiera dejarle. Aunque a su relación con Taehyung no le pasó lo mismo. Una mañana, al despertar, se había hecho más alto. El primero en notarlo fue Namjoon, porque pudo verlo directo a los ojos. Naeun advirtió que su espalda se había ensanchado y que sus músculos eran más grandes. Esa tarde Taehyung aprendió a usar la rasuradora.
—¿Los hombres siguen creciendo pasados los veinte? —preguntó Naeun mientras los tres, en el baño, lo veían ponerse espuma de afeitar en el mentón.
Namjoon y Jungkook compartieron miradas de pánico.
—Es... —trató de decir Jungkook.
—Un trastorno del crecimiento —completó Namjoon—. Es un síndrome que no detiene su crecimiento.
Naeun miró a Taehyung con ojos maravillados.
—¿Llegará a medir dos metros?
—Si es que no muere joven —dijo Namjoon.
Taehyung le dedicó una mirada de indignación. Iba a decir algo, pero el llanto de Naeun lo interrumpió. Los tres se apresuraron a explicarle que era una broma y que no moriría pronto.
A Jungkook esta nueva imagen lo alejó sin querer. Pronto le fue imposible entablar una conversación con él sin sentirse nervioso por la diferencia de altura, que era mínima, pero lo obligaba a alzar el rostro unos centímetros; o sin sonrojarse al descubrir sus pectorales comprimidos debajo de la camisa. Tampoco podía ignorar su fragancia varonil o los vellos nacientes en su mentón, que le hacían preguntarse cómo se sentirían al contacto con su mejilla o con su hombro desnudo.
Taehyung adquirió otra personalidad. O, más bien, su personalidad previa tomó nuevos matices. Conservaba su peculiaridad y su extroversión, pero cada palabra salida de su boca era mucho más madura y tenía un regusto de vino añejado. Su andar se volvió más silencioso, al igual que todos sus movimientos, como si en la falta de sonido encontrara la elegancia.
Namjoon fue el primero en llegar a su límite. El domingo, después de una siesta, se levantó de pronto. Había soñado que su abuela le pedía que regresara. Se llevó una mano al pecho, donde latía su corazón acelerado, y dijo que tenía que volver a casa. Fue como si la burbuja veraniega explotara al mismo tiempo para todos.
—Yo tengo que retomar mi cuenta de TikTok, ¡lo había olvidado! —dijo Naeun y miró a Jungkook—. Y no tenemos trabajo.
Jungkook recordó la limpieza y que no se había comunicado con sus padres en un largo rato, y se le ocurrió que quizá sí, quizá ya era hora de volver. Pero al ver a Taehyung cruzado de brazos, con el cabello recogido en una media coleta, pensó que el regreso significaba pasar más tiempo a su lado en una casa donde solo estaban ellos.
—Estamos bien aquí, ¿no?
Namjoon negó con la cabeza.
—No puedo quedarme más. Mi abuela debe estar preocupada. No puedo hacerle esto.
Los preparativos comenzaron esa misma tarde. A falta de maletas, empacaron la ropa que usaron durante aquellas semanas en bolsas negras. Los libros y otros objetos, por cuestiones de espacio de la camioneta, se quedaron acomodados en un rincón de la habitación. A la hora de la cena, cuando ya estaba todo listo, la Jefa Madre se adelantó a las palabras que estaba a punto de pronunciar Naeun:
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ROSAS EN EL JARDÍN ; kth&jjk
FanficDespués de fallar el examen de admisión a la universidad, Jeon Jungkook tiene un solo encargo: Vender la casa de su abuelo. Mientras recorre los rincones que albergan los recuerdos de su infancia, encuentra el pozo de los deseos, una leyenda del pue...