3. En cada estrella.

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El local de Lee's Ramen, una famosa cadena de comida rápida con más de setenta sucursales en el país, era apenas una cabina dentro del único mercado del pueblo. Competía contra los bien establecidos vendedores de fideos cortados a cuchillo y los otros vendedores de comida. El jefe de Jungkook, un hombre calvo de mediana edad y carácter errático, se empeñaba en disimular las bajas ventas a partir de recortar gastos. Habría sido más fácil cerrar la sucursal, pero el jefe de Jungkook sentía una especie de deber con el dueño de la cadena, del que aseguraba ser primo lejano, y al que no había visto nunca en persona. Esto resultaba en un salario miserable, una jornada interminable y unas condiciones de trabajo inhumanas. Jungkook podría haber aplicado a otro trabajo, pero Lee's Ramen era el único lugar donde aceptaron su currículum sin experiencia laboral. No solo eso, Lee's Ramen tenía algo que los demás no podrían tener nunca, a la chica más bonita del pueblo.

Se llamaba Naeun. Jungkook la conocía desde la infancia. No eran cercanos, pero la veía pasar a menudo con otro grupo de niños. Al encontrársela de pronto, ya hecha una mujer y vestida con ese horrible uniforme, le pareció que su mal salario estaba completamente compensado. Era de estatura mediana, piel perfecta y poseía unos ojos grandes y redondos que le daban la apariencia de una muñeca de porcelana. Ella lo saludó con una deslumbrante sonrisa y Jungkook pensó que aquel brillo era comparable con el del sol.

—Llegas tarde —dijo Naeun. Jungkook asintió, embobado—. Te toca el baño.

—¿Disculpa?

Naeun se bajó el cubrebocas.

—El baño... Tienes que limpiar el baño. —Señaló una puerta tras el mostrador. Al abrirla, Jungkook encontró la bodega y avistó otra puerta hasta el fondo—. El último empleado fue despedido por venir ebrio al trabajo y nos dejó un gran regalo en el baño. Nadie se ha atrevido a limpiarlo desde entonces.

—¿Hace cuanto fue?

Naeun pareció hacer una cuenta mental.

—Dos semanas.

Jungkook miró la puerta del baño, consternado.

—¿No hay forma de que alguien más lo haga?

—Somos los únicos empleados y el dueño no va a pagarle a alguien externo —dijo Naeun y se cruzó de brazos—. Además, es tu castigo por la tardanza.

—¿No deberían descontarlo del sueldo?

—Tu sueldo ya es casi nulo, Jun...

—Jungkook.

Naeun sonrió.

—Estoy haciéndote un favor al no decirle al dueño que te retrasaste, Jungkook. Limpia el baño a cambio.

Jungkook no replicó más. Naeun le entregó su uniforme, le mostró dónde encontrar las esponjas y le advirtió que, por orden del dueño, el jabón tenía que diluirse en agua.

El baño no estaba tan sucio como Jungkook había pensado, estaba mucho peor. Desprendía un olor nauseabundo que lo hizo tener que contener sus arcadas aún con el cubrebocas puesto y una pinza en la nariz. El aspecto solo complementaba la imagen de aquel infierno de podredumbre. Jungkook quiso renunciar de inmediato al notar que el jabón diluido apenas y hacía espuma, el trapeador tenía el palo demasiado corto debido a que lo habían partido a la mitad para ponérselo a la escoba, y el lado áspero de las esponjas estaba liso por el uso. Con todo, se tragó las lágrimas al recordar que necesitaba comprarse un nuevo celular. Se colocó unos guantes de hule y se dedicó de lleno a arrancar cada partícula de mugre de aquel baño.

Jungkook perdió la noción del tiempo entre el aroma a humanidad y a lejía. Después de una cantidad indeterminable de minutos, Naeun entró al baño y miró a su alrededor asombrada.

ROSAS EN EL JARDÍN ; kth&jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora