14. Ritual de amor nocturno.

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El primer beso de Jungkook y Taehyung no pasó desapercibido. Sin querer, se convirtió en un punto de inflexión y en el inicio de una nueva rutina. Jungkook ahora se levantaba a primera hora de la mañana, despertaba a Taehyung y se iba a prisa a preparar el desayuno. Al terminar, veía a Taehyung comer y escuchaba sus halagos. Luego lo llevaba en auto a su trabajo en el mercado y lo retrasaba mientras le daba todos sus buenos deseos. Regresaba a casa después de hacer la compra y se entretenía en tareas de limpieza mínimas, como los dos platos que utilizaban en el desayuno o las ínfimas motas de polvo que se acumulaban durante la noche en los muebles.

Debido a sus horarios cada vez más largos, Jungkook había obligado a Taehyung a usar el celular y comunicarse ante cualquier problema. Por eso, al mediodía, Jungkook se acostaba en el sofá junto al teléfono de cable y se sumía en la profunda agonía de esperar su llamada. Pero Taehyung nunca llamaba, porque se había vuelto completamente autosuficiente y podía resolver todo por su cuenta. Entonces Jungkook sufría más al sorprenderse deseando que surgiera un obstáculo que no pudiera enfrentar sin su ayuda. La tarde se le pasaba entre el recuerdo de sus labios y el dolor de extrañarlo. Ya no pensaba en su madre, ni en su padre, ni en Jimin, ni en Naeun, Namjoon o la Jefa Madre. Su único pensamiento y preocupación era qué hacía Taehyung, qué sentía Taehyung, qué quería Taehyung, Taehyung, Taehyung y solo Taehyung.

A las seis en punto se ponía de pie al fin y conducía al mercado, en busca de Taehyung. Lo encontraba siempre y sin falta quitándose la red de la cabeza que usaban por higiene. Cuando su cabello largo se liberaba y caía sobre sus hombros, atraía un montón de miradas de los transeúntes y de quienes comían en los puestos de alrededor. Jungkook fingía no ponerse celoso, pero cuando Taehyung subía al auto, le daba una gran sonrisa y lo tomaba de la mano por lo bajo, donde no pudieran verlos. Conducía de regreso mientras Taehyung, cada vez más cansado, se quejaba de las peripecias de la jornada.

—No llevas ni dos meses existiendo y ya pareces harto —bromeó Jungkook en una ocasión.

Taehyung rio.

—El pozo no me advirtió que la vida era así.

—Quizá pensó que no habrías aceptado —sugirió Jungkook.

Taehyung lo miró de reojo.

—Habría aceptado, sin importar las condiciones.

Ya en casa, Taehyung subía a tomar un baño en tanto Jungkook se encargaba de preparar la cena. Comían en silencio, dándose miradas y tímidas sonrisas. Al acabar, Jungkook se iba a su habitación a ponerse el pijama. Luego se echaba en la cama, apagaba las luces y a los minutos, Taehyung entraba sin hacer ruido y se metía bajo las mantas y se acurrucaba entre sus brazos. Entonces Jungkook lo sentía hacerse pequeño, frotaba sus narices juntas y le regalaba el primero de los cientos de besos furtivos que se darían hasta entrada la madrugada.

Fue en una de esas noches plagadas de ternura, que Taehyung lo abordó:

—Deberíamos dormir —dijo en medio de un bostezo.

Jungkook miró el reloj en el buró y negó con la cabeza.

—Recién son —le dio un corto beso— las doce.

Taehyung formó un puchero.

—Mañana —fue interrumpido por un beso que lo hizo sonreír— trabajo. Tengo que levantarme temprano.

—No vayas.

Taehyung negó con la cabeza.

—¿Y quién pagará la compra y los servicios básicos?

—Viviremos de amor —dijo Jungkook y pretendió besarle el cuello, pero Taehyung lo detuvo.

—Hablo en serio —susurró.

ROSAS EN EL JARDÍN ; kth&jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora