15. Eternos por un instante.

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Jungkook amó su nuevo trabajo apenas puso un pie dentro de la librería. Era un local calmado, poco concurrido y los clientes en su mayoría eran jóvenes adultos de temperamento introvertido o adolescentes en busca de las novedades en libros de romance. Había que hacer un inventario, limpiar un poco, recibir a un par de distribuidores y su mayor preocupación: elegir una playlist con buena música ambiental. La encargada era una mujer de mediana edad que no se tomaba demasiado en serio el negocio. Jungkook descubriría la razón unos días después: estaba casada con un importante empresario y quizá la librería fuera la máscara de un negocio ilegal. Pero a Jungkook le daba igual, porque la paga era mejor que en su anterior trabajo y tenía mucho tiempo libre para pensar en Taehyung o hacer cualquier cosa que no fuera trabajar.

Sin embargo, la alegría del ocio le duró unos días antes de que se transformara en un aburrimiento mortal. A falta de un celular o de algún hábito como la lectura, Jungkook pronto agotó su imaginación y sufrió de una especie de bloqueo mental, porque incluso las fantasías con Taehyung le resultaban gastadas, clichés y carentes de sabor. No era extraño verlo con la mirada fija en la nada, bostezando de vez en cuando o cabeceando en su lucha por no quedarse dormido. A veces jugaba al buscaminas, el único juego instalado en la computadora, pero después de tantas partidas y de descifrar la forma de ganar, acabó hastiandose y ya solo jugaba para no perder su racha de partidas ganadas.

Su primer pago fue la razón por la que se deshizo de la idea de renunciar. Al ver la suma de dinero y compararla con lo poco que hacía, supo que estaba siendo un malagradecido y de su boca no volvió a salir ni una queja, al menos cuando estaba en la librería. Había descubierto que mientras más se quejara, más Taehyung se esforzaba en consolarlo con besos y dulces palabras de amor. Así que, al llegar a casa, usaba sus escasas habilidades actorales para fingir molestia e inventar historias sobre clientes desagradables. Sospechaba que Taehyung se daba cuenta de la mentira, porque notaba una sútil burla en su risa de campanillas. Con la cartera llena, se dividió los gastos de los servicios, de la compra y le regaló una gran colección de cuentos a Taehyung, que no pudo leer por sus turnos cada vez más agotadores en el mercado.

El nuevo trabajo también supuso un duro golpe de realidad y la muerte definitiva de su burbuja de fantasía. Sucedió un viernes antes de su salida, mientras charlaba con la encargada sobre la decadencia de la industria editorial. Jungkook de libros no sabía nada, pero había aprendido a hacer las preguntas correctas para que la encargada acaparara la conversación. Entonces, el tintineo de la puerta anunció la llegada de un cliente. Se trataba de una joven pareja que se tomaba de las manos con timidez, como novios recientes. Ella era femenina, bonita y más baja que él. Él, por su parte, tenía toda la apariencia de un ratón de biblioteca. Recorrieron las estanterías sin soltarse y cuando ella señalaba un libro, él se acomodaba los lentes y decía algo inteligente. A la encargada le resultó de lo más conmovedor:

—Parece que todavía hay esperanza —dijo en un suspiro.

Jungkook creyó que se refería al tema que hablaban antes y asintió con la cabeza.

—No estamos tan perdidos, después de todo.

La encargada sonrió.

—Últimamente vienen todos estos jóvenes con sus camisetas y sus llaveros de arcoíris. De verdad creí que ya no había personas como nosotros.

Jungkook se quedó helado al entender a qué se refería. Lo asaltó una náusea profunda, proveniente de lo más hondo de sus entrañas, al reconocerse en los arcoíris que tanto despreciaba la encargada.

—¿No son ellos nuestros principales clientes? —preguntó Jungkook, en un intento de apaciguarla.

La encargada le dedicó una mirada de desprecio. Y sus aretes de oro y sus joyas costosas parecieron convertirse en serpientes de largas lenguas y escandalosos cascabeles. Ignoró la pregunta de Jungkook y se dedicó de lleno a hablar sobre sodoma y gomorra, sobre las marchas y la hipocresía del orgullo, los niños, Jungkook, los niños, ¿qué pensarán ellos?, ¿qué les diremos? ¡Los pobres crecerán viendo dos hombres besándose! ¡Aún peor, dos mujeres!, ¿qué le espera a esta sociedad?, ¿de dónde salen cada vez más? ¡Están influenciados, Jungkook, lo he visto! ¡Y el gobierno no hace nada! ¡Dicen que tenemos que respetarlos! ¡Ellos se toman de las manos, se dan besos frente a los demás!

ROSAS EN EL JARDÍN ; kth&jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora