Mi vida es color ámbar || Minsung

doce

La luz que se filtraba por la ventana era tan molesta que me obligó a abrir los ojos. Con un resoplido aparté las sábanas que me cubrían y me puse de pie jadeando al darme cuenta del dolor que provenía de mi abdomen y mi hombro, otra vez.

— Joder, fue real.

Tan jodidamente real.

Me puse pie y me levanté la camisa para ver un nuevo golpe en mi piel. Luego evalué el lugar reconociendo mi habitación, también intentando recordar cómo había llegado hasta ahí y como me había cambiado de ropa. Pero lo único que tenía en mente era el reconfortante olor de Minho en mis fosas nasales. Tan real como mis golpes.

Salí de la habitación acomodándome los lentes y aquel olor me atrapó de nuevo, miré rápidamente a mi sofá reparando en el portador de tal aroma, y sin pensarlo mucho me acerqué a él con la única intención de obtener más, solo un poco más.

Y con esa idea en mente, terminé arrodillado frente al sofá mirando directamente la cara de Minho durmiendo, a solo centímetros de la mía. ¿Qué pasa por tu cabeza Jisung? ¡Contrólate!

Solo un poco más...

Oh si, vamos por un poco más bebé.

No, ¿En serio le estoy haciendo caso a mí consciencia? ¿A mi peor influencia?

Soy lo mejor que hay en tu vida, déjate de dramático.

Me estoy volviendo loco, madre mía.

Suspiré y volví a mirar a Minho, centrándome en la realidad. Sospresa fue la mía al ver sus ojos grises analizándome en silencio. Me asusté tanto que caí de culo al suelo, y en segundos estaba corriendo entre jadeos de dolor para encerrarme en mi habitación.

— Soy tan idiota. ¿Qué va a pensar de mí ahora?

— Que eres adorable, quizás.

Me aparté rápidamente de la puerta al escuchar su respuesta claramente, él me estaba escuchando sin duda. Debía guardarme mis comentarios y hacerlos solo mentalmente.

¡Adorable! Se le ha ido la cabeza.

— Jisung, ¿Puedes abrir la puerta, por favor?

— No.

¿En serio le respondiste eso? Que grosero de tu parte, Ji.

— ¿Por qué?

— Porque no, y no hay discusión.

— Entonces esperaré aquí afuera hasta que decidas salir.

Él no haría eso realmente. Tendría que ser alguien muy tonto y sin nada que hacer como para esperar por horas a que yo saliera de mi habitación por un simple ataque de pánico porque me atrapó viéndolo dormir. Y él tenía un estudio que dirigir.

Me tomé mi tiempo para entretenerme. Me cambié de ropa y unté algunas pomadas en el nuevo golpe de mi abdomen. Traté de escribir nuevas letras, pero nada salió al estar bajo la presión de no hacerlo por placer, sino para olvidar que tenía a un alfa en mi apartamento esperando a que saliera para, seguramente, mofarse en mi cara de lo estúpido que era.

Y mientras buscaba como entretenerme, las horas pasaron y finalmente era de noche otra vez. El hambre me estaba atacando, y dudaba que Minho siguiera esperando allí afuera. Era imposible.

Con sutileza abrí la puerta y lo encontré todo en silencio, las luces estaban apagadas. Las encendí para luego examinar el panorama. Me encontraba completamente solo, y creo que el sentimiento de alivio y desilusión se mezclaron de una forma bastante rara en mí provocándome un suspiro lastimero.