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─ʟᴀ ᴘʀɪɴᴄᴇsᴀ ʏ ʟᴀ ᴠɪʟʟᴀɴᴀ─
Los mechones que antes mantenía de un color negro, ahora se hallaban destacando con el color característico de su familia. Aquel blanco tan característico de los Whiteford de Marmoreal. En cuanto a sus puntas, tenia un pequeño color rojo. Ambos tonos combinaban a la perfección y hacían lucir a la de labios carmesí absolutamente renovada.
─Bienvenida de vuelta, todo el mundo te extraño.
La voz del hada madrina la sacó de sus pensamientos.
A todas estas, habían estado concentradas en lo suyo, que por escasos minutos olvidaron que en las enormes pantallas dispuestas alrededor para observar cada detalle del dia, se transmitía lo que sucedía.
Y escuchando gritos a su alrededor, de pánico absoluto, y terror, fueron conscientes de su entorno.
Y de lo que mostraban las pantallas.
Era una toma en tiempo real. De este lado de la barrera mágica que rodeaba la Isla de los Perdidos.
El pánico era causado por Hades, quien ya tenía casi medio cuerpo fuera de la barrera.
Observó en la pantalla a Mal transformarse en dragón y al parecer tener una lucha mágica contra el dios.
Te voy a matar Dylan.
Dijo entre sus adentros al recordar como su amigo le había dicho que no iba a suceder nada malo.
─iGuarden la calma! ─pidió el Hada Madrina, con un micrófono en sus manos─ iQue no cunda el pánico!
Hades lanzó un rayo celeste directo a Mal, y el enorme dragón tembló en el aire.
─Bibidi babidi, iQue cunda el pánico! ¡Todos corran! ─gritó el Hada Madrina corriendo, siendo escoltada por dos guardias al interior del edificio.
Y los gritos y el caos estallaron. Todos los estudiantes, maestros, civiles, la prensa...
Amelia incluso vio a Bestia y Bella correr a la seguridad del castillo también, alarmados; huyeron en el acto.
Mientras tanto, peliblanca se planteó la idea de ir con ellos y ayudarles.
Pero era una mala idea, pues nadie sabía de sus ahora poderes.
Y cuando estuvo a punto de chasquear sus dedos, importándole poco todo, vio a Hades rodar sobre su espalda, de regreso a la Isla, y lejos de la barrera mágica.
Estaban a salvo.
Un pequeño suspiro aliviado escapó de sus labios.
Suficientes problemas tenían en Auradon con Uma suelta, como para tener que encargarse del dios del inframundo también.
