• Sinópsis •

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Con paso decido he imponente y una mirada desafiante, de esa manera caminaba la castaña por el pasillo.

Prestando absoluta atención a la conversación en el auricular de su celular, observando todo a su paso.

—. Buenas tardes —, musito cortez al joven que iba pasando por la planta, una sonrisa y aún asentimiento de cabeza recibió como respuesta.

Nego rodando los ojos, le parecía ridículamente falso aquel gesto, no era nada educado de parte de quién lo practicaba.

Siguió con su camino, escuchando las indicaciones de Verónica.

—. ¿A quién saludas? —, pregunto Verónica picaramente, dejando a un lado su conversación de trabajo.

—. A un joven que acaba de pasar por mi lado —, respondió tranquila, estaba llegando al final de su planta, o casi suya, en ella habían dos apartamentos, el suyo y el de su vecina o eso le había informado Vero.

—. Ajam —, se burló sin creerle —. Vives en una planta que compartes con una sola persona —, hablo obvia, soltando una risita divertida.

—. Vero —, musitó paciente —. Qué se yo si me vecino o vecina vive con alguien más —, exasperada llego a la terraza, la altura era ideal al igual que la soledad que se respiraba desde allí.

—. Anda, pero no te molestes—, río bajito, le parecía curioso como podía acabar con la paciencia de Mónica en segundos.

—. No me moleste —, resoplo —. ¿Sabes cuando traerán mi piano? —, pregunto despacio, verificando que los hombres encargados de la mudanza hicieran todo discretamente.

Sin moverse de su lugar podía observar como entraban y salían de su departamento y como desde abajo trabajaban con rapidez.

—. En una semana —, respondió ya cansada de la misma pregunta —. Tengo dos semanas repitiendo lo mismo.

—. Aja —, respondió con la voz aguda, se recostó a al barandal disfrutando de la brisa mañanera.

—. ¿Qué tal estaba el joven? —, cuestionó juguetona, Mónica rodó los ojos fastidiada.

Tratar con Verónica ya no tenía caso, ella seguiría en su mundo de hombres.

—. Vero por Dios, era un niño —, respondió asqueada, sus gustos no variaban, o eran mayores o eran mayores, menores jamás.

—. Ahs —, soltó molesta, Mónica jamás le seguía el juego y estaba comenzó a pensar que su amigo realmente tenía otras afinaciones —. Dame un momento, tengo una llamada. No cuelgues —, en silencio espero en la línea.

Frunció el ceño al pasar más de dos minutos en la misma espera, verifico si aún seguia en la línea.

—. ¿Vero? —, llamo aún sabiendo la notificación de espera, corto la llamada y volvió a llamar.

—. Mónica —, se escuchaba consternada, algo había pasado.

—. ¿Qué ocurre, Vero? —, cuestino sin rodeos, el silencio de su amiga le indicó que algo si pasaba —. ¿Qué ocurre? —, pregunto con la voz más dura —. ¿QUÉ MIERDA OCURRE, VERÓNICA? —, grito al teléfono, pocas veces perdía la cordura de esa manera pero un sollozo de parte de su amiga la saco de sus casillas.

Cerro los ojos, el mal presentimiento crecía sin parar en su pecho.

Su grito había hecho salir a su vecina, que miraba curiosa el pasillo.

Ella sabía que alguien se mudaria pero aquel grito no era normal.

La mujer giro en dirección a la terraza, quiso regresar a su apartamento al llegar y ver a una mujer de espaldas a ella hablando por teléfono.

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