| Medias tintas | XVII

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Luego de ese beso no eran algo, pero tampoco nada. Ellas estaban en la muy incómoda y despreciable mitad.

-. Iremos al estudio, pero no te pintaré aun -, murmuró Mónica mientras caminaban hacia la puerta del fondo tomadas de las manos.

-. ¿Sabes que eso significa que no me verás desnuda?

-. Sí -, afirmó -. Y realmente no me importa -, agregó con cierta indiferencia.

-. No puedo creer que hayas dicho eso...

-. Yo tampoco -, dijo con una dulce sonrisa, su mirada avergonzada fijándose unos segundos en el suelo -. Realmente debo quererte mucho.

Y, sin permitirle decir nada más, Mónica la arrastró hacia el interior de la habitación que María Corina ya conocía.

-. ¿Que haremos ahora, Mónica? -, quiso saber con cierto nerviosismo -. Si quieres ir directamente al próximo paso debes saber que no estoy lista y...

-. ¡Coco! -, la reprendió -. Solo quiero hablar... No quiero tener sexo contigo aún. Yo tampoco me siento preparada, y es extraño. Desvestirme frente a los chicos que contrataba como mis modelos no era tan difícil.

-. ¿Jamás has estado con mujeres? -, preguntó mientras se sentaba en la cama, adoptando de inmediato la típica pose seductora que usaba cuando Mónica la pintaba. Y no lo hacía para provocarla, sino porque ya estaba acostumbrada a hacerla -. Siempre te refieres a ellos, pero nunca a ellas.

-. Hubo varias; la mayoría prostitutas... Pero con ellas era distinto, pues cuando teníamos sexo si lo quería. Me arrepiento de haber estado con ellos, coco, pero no con ellas.

-. Lo comprendo... -, murmuró, y era cierto.

Y dolía aunque aquellas relaciones fuesen cosa del pasado.

Dolía porque alguien más había besado a Mónica, y alguien más la había abrazado, y alguien más la había tocado, y a Mónica le había gustado.

-. La primera fue Angie, la prostituta por la cual mi tío pagó para subirme el ánimo. Luego, al empezar a pintar, iba al prostíbulo y seleccionaba a mis modelos. Si me gustaban lo suficiente les pagaba el doble para que me concedieran sus favores al terminar...

-. ¿Entonces jamás has tenido novia?

-. No realmente... Al principio iba al prostíbulo constantemente y pagaba por el servicio de Angie. Le contaba cosas, y ella escuchaba e intentaba hacerme sentir mejor. Pensé que teníamos algo, pero una noche la vi bailándole a un chico mientras lo abrazaba como lo hacía conmigo, y me di cuenta de que ella realmente no me escuchaba ni me consolaba. Ella estaba allí por el dinero, y yo estaba allí por ella, porque necesitaba sentirme querida de alguna forma.

Suspiró. Aquello dolía, pero quería escucharla. Sabía que era importante.

-. Luego salí con Lila, quien trabajaba todos los sábados en un club de striptease. Duramos una semana... Finalmente salí con Samantha, que también trabajaba en un prostíbulo. No me importaba su trabajo, pues era solo eso: trabajo. Además, yo solo necesitaba sentir que tenía a alguien... Me dejó por un chico luego de dos meses.

-. ¿Las amaste?

La pintora negó de inmediato, y no sentía vergüenza alguna.

-. Solo he amado a una chica en toda mi vida, y esa soy yo misma -, contestó con un suspiro antes de sentarse al lado de María Corina y deslizar su mano sobre su pierna, para que así sus dedos terminaran rozándose con los de la menor.

La pintora parecía nerviosa, y María Corina pudo percibir los ligeros temblores que parecían estar acompañándola mientras pensaba si era lo correcto tomarle la mano.

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