María Corina pensó que no volvería a ver a Mónica Haro luego de aquella noche en su departamento. Creía que el haberla echado de una forma tan cruel simbolizaba también echarla de su vida.
La triste pintora no la quería cerca, eso estaba claro.
Y, aunque dolía, María Corina había comenzado a aceptar el hecho de que sus vidas iban en dos direcciones completamente opuestas.
Por supuesto, cruel como siempre, la vida planeaba un nuevo encuentro entre ambas almas rotas.
Fue mientras Cristian le escribía a Marian y María Corina aprobaba el diseño de una nueva portada para una adinerada clienta que su puerta se abrió.
No se volteó a mirar. Había perdido la costumbre, pues ya no tenía a nadie a quién esperar.
Se sorprendió cuando, segundos después, escuchó pasos acercándose lentamente. Fue extraño, pues no había escuchado siquiera la voz de la persona que había entrado.
Cuando se giró, su corazón comenzó a latir con rapidez.
Sus ojos, sin esperarlo ni desearlo, se habían encontrado con los de Mónica.
-. Necesito que me acompañes -, murmuró casi sin voz -. Sé que prometí que no volverías a verme, -, susurró la pintora mientras daba pequeños pasos en dirección a la pared con los dibujos y la frase de Harper Lee -. Pero necesito un nuevo tatuaje... Y me has acompañado en todos, y yo no confío en nadie más.
Y, aunque aquel no era el momento que muchos habrían considerado indicado, Mónica dejó escapar un par de lágrimas.
-. ¿Por qué lloras, Mónica?
Ella suspiró.
-. La Barboleta y la libélula siguen allí -, sollozó mientras miraba el dibujo que había hecho poco antes de dejarla. A María Corina se le encogió el corazón al recordarlo -... Y se aman, Corina. Son felices.
-. Y seguirán allí, amándose con felicidad, hasta que tú pierdas todas las esperanzas que aun tienes. Hasta que pierdas todas tus oportunidades.
Maria Corina no pudo saberlo, pero esta simple frase fue el detonante de todo el desastre que siguió.
-. Entonces es una lástima que pronto tengan que irse.
En silencio salieron de la editorial, no hubieron charlas comprensivas durante el camino, tampoco miradas cómplices o palabras seductoras.
Solo silencio.
Al entrar al local la tatuadora les dirigió una falsa sonrisa, podía ver el cambio en la pintora y el brillo perdido en los ojos de la escritora.
La joven tatuadora le indico quitarse la chaqueta y la camiseta para hacer del trabajo más cómodo.
La pintora obedeció sin decir nada.
La escritora se cubrió la boca e intentó no llorar cuando la vio.
Podía notar los bordes de sus costillas claramente, y su piel era incluso de un tono más enfermizo en el área que el sol no golpeaba con frecuencia. Sus clavículas estaban demasiado ahuecadas... Y ambos brazos, desde la muñeca hasta los hombros, tenían cortes de todo tipo de tamaño y profundidad. Unas viejas, otras nuevas, pero heridas a final de cuentas.
-. ¿Realmente no existen posibilidades de que dejes de hacerte esto, Mónica?
La pintora no respondió.
El único espacio libre en aquella larga columna de tristes Barboletas estaba solo unos centímetros por encima de su coxis. Había llegado el final.
Su piel estaba fría.
ESTÁS LEYENDO
Shameless
RomansaSu primera cita no fue típica, tampoco la segunda y mucho menos la tercera. Ella no era típica y su historia tampoco lo seria. Basada en: María Corina Machado. Empezada el 09/01/2016 Terminada el 18/06/2016