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Minghao, con 19 años, era estudiante universitario durante el día y bailarín en un club nocturno por las noches.

Era el más joven de los trabajadores, y, aunque eso lo ponía en una posición vulnerable frente a algunos clientes, sus compañeros siempre lo protegían. Con el tiempo, había aprendido a manejarse solo, a moverse con elegancia y a esquivar las miradas indeseadas. Esta noche no parecía diferente de tantas otras: el club estaba lleno, las luces parpadeaban al ritmo de la música, y él se preparaba en su pequeño camerino, ajustando los detalles de su atuendo frente al espejo.

Minghao se miró un momento. Su rostro mostraba una serenidad que no siempre sentía, pero sabía que una vez que saliera al escenario, esa fachada sería lo único que importaría. Con una última respiración profunda, salió del camerino y se dirigió al escenario, donde las luces ya lo esperaban. Cada movimiento que hacía en la pista era calculado, fluido, diseñado para atraer las miradas sin esforzarse demasiado. Su cuerpo respondía con naturalidad al ritmo, como si hubiera nacido para ese momento.

Desde el escenario, podía ver a los clientes habituales en sus mesas, charlando o mirando con interés. Sin embargo, esa noche había algo diferente, o más bien alguien que destacaba entre la multitud. Un hombre que, a simple vista, no parecía encajar en ese ambiente. Estaba sentado en una mesa, mirando alrededor como si intentara entender el lugar, pero sin saber exactamente qué hacer. Llevaba una chaqueta simple, pero bien cuidada, y aunque no parecía incómodo, había algo en su postura que lo hacía parecer fuera de lugar.

Minghao continuó su actuación, pero sus ojos volvían una y otra vez a ese hombre. Era inusual encontrar a alguien que no pareciera tener la actitud confiada o relajada de los clientes habituales. Cuando terminó su número, decidió que quería conocerlo. Esa curiosidad fue lo que lo llevó a acercarse con una sonrisa relajada.

—Pareces un cachorrito perdido —dijo, mientras se inclinaba ligeramente hacia él—. Se ve que no frecuentas estos lugares.

El hombre levantó la mirada, claramente sorprendido por el comentario, pero no se mostró molesto. Al contrario, una pequeña sonrisa apareció en su rostro, y pareció soltarse un poco.

—¿Se me nota tanto? —respondió, rascándose la nuca, como si su incomodidad fuera ahora más evidente.

Minghao soltó una pequeña risa. El ambiente entre ambos cambió, relajándose instantáneamente. A pesar del ruido y la música en el fondo, la interacción entre ellos parecía mucho más tranquila y personal.

—Lo suficiente —dijo Minghao mientras se sentaba en la silla frente a él—. ¿Primera vez aquí?

—Sí —respondió el hombre—. No suelo venir a este tipo de lugares.

Minghao lo miró con más interés. No era común que alguien como él acabara en un club nocturno de este estilo.

—¿Entonces por qué estás aquí? —preguntó, genuinamente curioso—. ¿Te trajo alguien o simplemente querías explorar?

El hombre sonrió un poco, todavía sin perder del todo esa actitud algo nerviosa.

—Supongo que un amigo me recomendó venir. Dijo que aquí encontraría algo... interesante.

Minghao se rió suavemente, intrigado por la respuesta. Algo en la forma en que lo dijo le hizo pensar que ese “algo interesante” no se refería solo al ambiente del club.

—¿Y lo encontraste? —preguntó Minghao, apoyándose un poco más en la mesa, acercándose con un toque de confianza en sus ojos.

El hombre lo miró durante un momento antes de soltar una pequeña risa.

—Creo que aún lo estoy buscando —respondió, y esa respuesta le dejó a Minghao más preguntas que respuestas.

Sin embargo, no tenía prisa. Había algo en este encuentro que lo intrigaba, algo que no siempre encontraba con los clientes. Era raro que alguien lo mirara directamente a los ojos y no al espectáculo, como si quisiera saber más de él, más allá de lo que ocurría en el escenario.

Antes de que pudiera continuar la conversación, notó una figura acercándose. Era Soonyoung, uno de sus compañeros de trabajo y uno de los más protectores del club. Desde el primer día, Soonyoung había estado pendiente de él, siempre cuidando que ningún cliente se sobrepasara. Al verlo dirigirse hacia él con esa mirada seria, Minghao supo lo que iba a intentar.

—Minghao, ¿todo bien aquí? —preguntó Soonyoung, lanzando una mirada analítica, como si evaluara si representaba algún peligro.

Minghao sonrió, notando la tensión en su compañero. Soonyoung siempre tenía buenas intenciones, pero a veces sobreprotegía demasiado.

—No te preocupes, Soon —dijo Minghao con suavidad—. Esta vez no hay problema.

Soonyoung frunció el ceño, claramente sin estar del todo convencido, pero finalmente asintió con una pequeña advertencia en sus ojos. Minghao le agradeció con un gesto antes de que se retirara.

Junhui observó la interacción en silencio, sin saber muy bien qué decir. Después de que Soonyoung se alejó, Minghao volvió a mirarlo, ahora con una sonrisa aún más relajada.

—Perdona por eso —dijo, divertido—. Mis amigos tienden a preocuparse un poco de más.

Junhui sonrió, esta vez con más confianza.

—Parece que te cuidan bien.

—Demasiado bien, a veces —respondió Minghao, bromeando—. Pero no te preocupes, yo sé cuándo hay problemas y cuándo no. Bueno, si necesitas un guía para descubrir lo que este lugar tiene para ofrecer, creo que puedo ayudarte —se  levantanto suavemente de la mesa y lo miró con una sonrisa traviesa—. Te aseguro que hay más aquí de lo que parece.

El hombre, cuyo nombre Minghao aún no conocía, lo observó, claramente indeciso pero había algo en su mirada que reflejaba curiosidad, una chispa que le hacía pensar que no sería la última vez que hablarían.

—¡Espera!, ¿cuál es tu nombre? Yo soy Jun

—Minghao.

let me hold you [Junhao]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora