Minghao llegó temprano al club esa noche, como solía hacerlo. El lugar aún estaba en silencio, a medio iluminar, con algunos de sus compañeros ajustando detalles para el show. Al pasar cerca del bar, escuchó a un par de chicos murmurar entre ellos, bajando la voz como si no quisieran que los demás los escucharan.
—El señor Choi viene hoy —susurró uno de ellos, con una mezcla de nerviosismo y respeto—. Y quiere que "Dino" esté listo para cuando llegue.
Minghao frunció el ceño al escuchar el apodo. Sabía que "Dino" era el nombre artístico de Chan, el miembro más joven del club y hermano de Jun. Aunque no era una novedad que Seungcheol, el señor Choi, pidiera por él, algo en el tono de los chicos le hizo preguntarse si Chan realmente se sentía cómodo con toda esa atención.
Preocupado, decidió ir a buscarlo. Caminó por los pasillos tras bambalinas hasta llegar al camerino de Chan, donde encontró la puerta entreabierta. Lo vio frente al espejo, maquillándose con la precisión de alguien que lo había hecho cientos de veces, con su piel suave y expresión tranquila, parecía concentrado en su tarea. Apenas Minghao cruzó la puerta, el joven levantó la vista y le sonrió ampliamente, como siempre lo hacía al verlo.
—¡Hao! —exclamó Chan alegremente, dejando el pincel de lado por un momento para saludarlo.
Minghao le devolvió la sonrisa, pero no podía quitarse la preocupación de la mente. Chan era menor que él, y desde que había llegado al club, Minghao había sentido la necesidad de protegerlo. Quizás porque, en cierto modo, veía algo de sí mismo en Chan. La juventud, la necesidad de encajar, de demostrar que era capaz en un mundo donde no muchos lo entenderían.
—Hey, Chan —dijo Minghao, sentándose en una silla al lado de él—. Te ves bien.
—Gracias —respondió Chan con una sonrisa, volviendo a su maquillaje—. ¿Ya te preparaste para el show?
Minghao asintió, pero su mente seguía en otra parte. Observó a Chan en silencio durante unos segundos antes de hablar de lo que realmente lo inquietaba.
—Escuché que el señor Choi vendrá esta noche... y que quiere que estés listo para él —comentó en un tono bajo, sin querer parecer demasiado intrusivo pero preocupado por cómo eso podría afectar a Chan.
El joven bajó la mirada por un segundo, su expresión suave se mantuvo, pero Minghao notó un cambio sutil en sus ojos. Chan era increíblemente profesional para alguien de su edad. Sabía cómo manejar las expectativas de los clientes, especialmente de alguien como Seungcheol, quien era influyente en el club. Pero aun así, Minghao no podía evitar sentir que había más en la historia.
—Sí, lo sé —dijo Chan con una calma que a Minghao le sorprendía. No había tensión en su voz, como si ya estuviera acostumbrado a ese tipo de situaciones—. El señor Choi siempre me pide cuando viene. Creo que solo está cómodo conmigo.
Minghao asintió, aunque no estaba completamente convencido de que fuera tan simple. Se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en sus rodillas mientras lo observaba con más atención.
—¿Estás bien con eso? —preguntó con suavidad, queriendo asegurarse de que Chan no estuviera sintiéndose presionado o incómodo.
Chan se detuvo por un momento, como si sopesara la pregunta, y luego lo miró directamente. Había algo en su mirada que indicaba que, a pesar de su juventud, había encontrado algo en este lugar que lo hacía sentir diferente. Como si, en cierto modo, su destino hubiera estado ligado al club desde el principio.
—Estoy bien —dijo Chan, su voz firme—. No te preocupes por mí, Hao. Desde que llegué aquí... he descubierto algo que no sabía que tenía. Como si este fuera mi lugar, ¿sabes? Y estar cerca de Seungcheol... me hace sentir que estoy en el camino correcto.
Minghao lo miró, sorprendido por la sinceridad en las palabras de Chan. Sabía que el club no era un lugar fácil, y muchos de los chicos que trabajaban allí lo hacían por necesidad más que por vocación. Pero Chan parecía diferente. Había algo en él, una especie de confianza tranquila que lo hacía destacar. Aunque su juventud podía hacerlo parecer frágil, Minghao comenzaba a darse cuenta de que Chan tenía una fortaleza interna que pocos podían ver.
—Solo quiero que estés bien, Chan —dijo Minghao con suavidad—. A veces las cosas en este lugar pueden volverse complicadas, y no quiero que te sientas atrapado.
Chan sonrió de nuevo, esta vez con una expresión más profunda, como si entendiera exactamente lo que Minghao estaba tratando de decir.
—Lo sé, Hao. Aprecio que te preocupes por mí, de verdad. Pero confía en mí, estoy bien. Sé lo que estoy haciendo.
Minghao asintió, aunque no podía dejar de preocuparse por él. Siempre se había sentido responsable de Chan, como si fuera su deber protegerlo, pero al mismo tiempo, empezaba a entender que Chan no era tan frágil como parecía. Tal vez, en el fondo, él también estaba destinado a encontrar su lugar en ese mundo, y quizás estar cerca de Seungcheol era parte de ese destino.
Pero, por ahora, solo podía esperar que Chan realmente estuviera tan seguro como decía estar.