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Un pequeño castaño se encontraba sentado en los escalones de la entrada de su casa, moviendo desinteresadamente una pequeña rama que se había caído de uno de los árboles de su calle

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Un pequeño castaño se encontraba sentado en los escalones de la entrada de su casa, moviendo desinteresadamente una pequeña rama que se había caído de uno de los árboles de su calle. Se encontraba aburrido y Lely se encontraba lo suficientemente enfermo como para salir a jugar y Quackity... Después de la broma en la cafetería, no quiso hablarle más o siquiera mirarlo pero era imposible, era como si estuviera obsesionado con él, tenía una intensa necesidad de acercarse a él aunque no le hablara, solo quería sentirlo cerca, quería verlo sonreír de aquella manera tan pura y genuina que conocía, no esa manera de sonreír tan déspota que le mostraba a sus nuevos amigos.

Sus nuevos amigos no vivían tan lejos, pero tampoco acostumbraba a alejarse mucho de su casa, se encontraba aburrido y triste desde que descubrió a su madre con otro hombre, al igual, que sentía una gran culpa al mirar a su padre y no tener el valor de decirle lo que ha ocurrido, eso destruiría su familia, destruiría su vida.

-Hola, campeón ¿Qué haces aquí afuera? Es tarde -dijo el progenitor del castaño con una sincera sonrisa en el rostro.

-Mamá... No está, salió -dijo con la mirada fija en su rama- Estoy aburrido y... Quacks y yo ya no somos amigos -dijo sintiendo arder sus ojos, otra noche que estaría llorando, seguramente.

-¿Tu mamá no está? -se sorprendió y dejó a un lado su maletín para sentarse a un lado del castaño- Aún no entiendo porqué Quackity y tú se pelearon -el menor se encogió de hombros pero no dijo palabra alguna- Debe estar ocurriendo algo con él y por eso necesita tiempo.

-Tiene nuevos amigos -lagrimas se asomaron en sus ojos- Y siempre que me ve, se burla de mí o... Me hace alguna broma -dijo en voz baja, en cualquier momento comenzaría a llorar.

El padre de Luzu se quedó callado durante varios segundos hasta que soltó un suspiro y desvío su mirada hacia la brillante luna llena de esa noche.

-¿Sabes? Se creé que si encuentras la estrella más brillante del cielo -el pequeño levantó la mirada para mirar el cielo oscuro de la noche- Y la miras mientras pides un deseo, un deseo que realmente anheles con todo tu corazón, se hará realidad.

-¿De verdad? -preguntó ilusionado.

El hombre miró a su hijo y no pudo evitar sonreír enternecido, sus pequeños ojos carmín brillaban tanto como solía hacerlo el rubí, su respingada nariz resaltaba en su rostro, sus largas pestañas se agitaban ligeramente al parpadear, y su cabello esponjado se encontraba ligeramente despeinado. Su hijo era tan encantador y sonrió divertido al creer que cuando Luzu llegará a la adolescencia, sería todo un rompe corazones.

-¿Cuántas veces tengo que pedírselo? -preguntó ilusionado.

El mayor se quedó pensando y sonrió divertido- Yo creo que una vez basta, Luzu -miró una vez más las estrellas- Pero pídelo las veces que sean necesarias hasta que ocurre, no eres el único niño que pide deseos.

𝑽𝒆𝒄𝒊𝒏𝒐𝒔   ☆𝑳𝒖𝒄𝒌𝒊𝒕𝒚ﮠ☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora