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Quackity amaba tanto sus cumpleaños cuando era pequeño, su mamá horneaba un delicioso pastel de tres leches, el favorito de favorito, esa mujer conocía como nadie a su pequeño hijo, le parecía tan encantador con esos grandes ojos marrones los cual...

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Quackity amaba tanto sus cumpleaños cuando era pequeño, su mamá horneaba un delicioso pastel de tres leches, el favorito de favorito, esa mujer conocía como nadie a su pequeño hijo, le parecía tan encantador con esos grandes ojos marrones los cuales, siempre tenían un bello brillo, su niño era feliz, se había esforzado en que fuera así aún con la ausencia paterna. También preparaba gelatina, compraba varios refrescos, compraba muchos dulces y rellenaba una piñata con estos, en una ocasión, llegó a contratar un castillo inflable, Quackity no era de tener muchos amigos, pero los cuatro amigos que tenía, eran suficientes para pasarla bien.

Los cumpleaños del pequeño siempre eran tan divertidos, no existía una mirada triste, solo alegre y emoción, al final de día, un pequeño Quackity terminaba cansado, tanto que se quedaba dormido en cualquier lugar de la casa, una vez, su mamá lo encontró dormido en la cocina, encorvado hacia la mesa, se había quedado dormido mientras comía una última rebanada de pastel, la mujer sonrió enternecida mientras reprimía una pequeña carcajada y cargó a su hijo hasta su habitación, le quitó los zapatos y lo cubrió con las sabanas.

Pero entonces, le diagnosticaron cáncer y aunque se esforzó mucho en la quimioterapia, al final, no sirvió de nada pues su cuerpo cada vez se iba debilitando hasta que un día, se despidió de su hijo con lastimera sonrisa.

-Eres un niño hermoso -dijo con la voz debil- Te amo tanto.

-Mamá... -dijo el menor con lágrimas en sus ojos.

-No llores, mi niño -sonrió levemente- Tú eres un niño feliz, no cambies eso.

-La visita terminó, pequeño -informó la enfermera en cuanto se adentró a la habitación.

-No, yo me quiero quedar aquí -se acercó a la cama de su madre y antes de aferrarse a ella, la enfermera agarró su pequeño cuerpo y comenzó a sacarlo de la habitación.

-¡Mamá! -gritó entre lágrimas.

Esa misma noche, su madre murió y con ella, la alegría del menor se apagó, se quedó en una casa hogar mientras su custodia se resolvía y la única persona capaz para cuidarlo era su tía, pero ella vivía en España, eso significaba que tenía que dejar a sus amigos, su casa y sus lugares favoritos, guardarlos como un recuerdo para irse de México. Había llorado por semanas enteras, haciendo rabietas por cualquier cosa, sintiéndose sólo, había deseado con todo su corazón volver a estar entre los brazos de su madre, pero para que eso ocurriera, tenía que morir, una vez intentó saltar de la azotea del primer edificio de aquella casa hogar, desde su altura, veía a los demás niños jugar, los veía tan pequeños como si fueran unas cuantas hormigas y aunque intentó agarrar valor y saltar, no lo logró, lágrimas escaparon de sus ojos y se fue corriendo hacia su habitación.

Pero todo cambió cuando conoció a Luzu, ese niño raro de cabello castaño y preciosos ojos rubíes, él siempre estaba feliz y calmado, eso le fascinaba a Quackity, le gustaba mucho su amistad con Luzu, deseaba con todo su corazón que Luzu nunca desapareciera de su vida como lo hicieron sus padres, Luzu era como su estrella fugaz, era el único que podía acompañarlo en sus cumpleaños, porque después de la muerte de su madre, odiaba ese día, odiaba el pastel de tres leches, odiaba que le recordarán que era su cumpleaños, pero solo Luzu tenía el derecho de felicitarlo, darle un abrazo y un regalo. Pero Luzu llegaba a su casa con un regalo y lo felicitaba por ser un gran amigo, su mejor amigo.

𝑽𝒆𝒄𝒊𝒏𝒐𝒔   ☆𝑳𝒖𝒄𝒌𝒊𝒕𝒚ﮠ☆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora