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Yamikumo

Su corazón latía a mil, estaba tan cerca del rostro de Gogo que podía sentir su respiración chocar contra la de él. Estaba seguro que iba explotar de lo rojo que se puso, tener la linda carita del chico que ama tan cerca era demasiado.

Gogo emitió una risita tierna que estuvo apunto de explotar al pobre pelinegro de ternura. Él se tapo la cara con las manos que tiemblan nerviosas de tener al ser más adorable del mundo en su regazo.

—Y-ya basta... —dijo en tono bajo. El cenizo, muy malvado, puso una cara de no entender. Provocando que Yamikumo tiemble más —Gogo... Deja de hacer eso.

—¿Hacer que? No te estoy haciendo nada —le dijo fingiendo inocencia.

A decir verdad, el rubio estaba divirtiéndose mucho molestando a Yami. Sabiendo que él que no puede contra su ternura, y sabiendo que algunas veces los seres humanos cuando tienen un extrema ternura sacan su lado violento. Gogo quería ver ese lado de Yamikumo.

Quería que lo azotará contra el mesón de la cocina y...

Gogo al darse cuenta de esos pensamientos impuros se sonrojo, y otra vez, provocó extrema ternura que el pelinegro. Este mismo agarro de manera bruta los brazos del otro, asustando al cenizo que se quedó con los ojos abiertos de par en par.

—Por favor, ¡Deja de hacer eso! —le dijo apretando en el agarré en ambos lados.

Gogo debería sentirse mal por disfrutarlo. En su rostro se pinto una sonrisa temblorosa y sus cachetes rojizos observando con gran anhelo al pecoso. Quien sigue sin entender porque hacia esas caras. ¡Lo estaba volviendo loco!

—¿Que cosa, Yami...?

—¡Tan tierno!¡Deja de ser tan adorable!

Está vez, una reluciente sonrisa apareció en los labios de Gogo, con sus manos agarro las ajenas quitando el agarré de sus bíceps para ponerlas en sus cachetes acurrucándose en estás. Colmando así, la poca cordura que a Yamikumo le quedaba.

Sus rostros estuvieron lo más cerca posible, sus nariz rozaron, sus frentes se unieron lo que hizo que sus cabellos se mezclaran. Mirándose fijamente a los ojos y, con sus corazones en la garganta, tragaron duro intentando bajar esa emoción en vano.

Fue Gogo quien fijo su mirada en los labios ajenos, luego Yami en los otros. Pero, de repente, el cenizo retrocedió unos centímetros confundiendo al pecoso.

—¿Está vez yo puedo...? —preguntó, en una voz tan suave que si no estuvieran tan cerca, Yamikumo no lo habría escuchado.

Él vio aquel acto de manera tierna, sabiendo que ese no será su primer beso. Pero si, el primero consentido. Estaba orgulloso del progreso de Gogo que con un pequeño pico dijo sí.

Eso sorprendió al cenizo, que a la final, sonrió agradecido. Los dos labios colisionaron uno con otros de manera lenta pero, segura. Unos suspiros largo no tardo en aparecer así como el movimiento de ambas cabezas disfrutando el contacto.

Un poco torpes e inexpertos siguieron uniendo sus labios hasta que empezaron a subir de nivel, abriendo sus bocas y dejando que sus lenguas choquen con la del otro.

Yamikumo apretó las caderas de Gogo más hacia su cuerpo y este, agarró el rostro pecoso evitando que se aleje de él.
Estaban tan metidos en su burbuja que casi saltan al techo cuando escucharon un grito de horror de Kaminari.

Al separarse, girando sus cabezas hacia el chico, se encontraron con él y Uraraka con sus bocas abiertas, sufriendo del asco que acaban de percibir sus ojos.

ENVIDIA - [Dekubaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora