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Gogo

Yamikumo parqueo su motocicleta enfrente de un gran edificio. Gogo seguía intranquilo, ¿En dónde estaban? Además, se encuentra asustado y nervioso también. Lo único que hizo fue mirar al pelinegro que se baja tranquilo de la motocicleta.

"Carajo, es muy guapo" Pensó al ver cómo esa camisa ajustada marca los músculos trabajados de Yami, lo bien que se veía quitándose el casco. Su cara se puso tan roja que estaba seguro que se veía como tonto, desvío sus ojos tan rápido como pudo.

Para su mala suerte, Yamikumo lo notó, sonrió besando las mejillas rojas —Lindo.

—¡Yami...!

Entraron al lugar hasta el último piso de arriba. El ascensor daba vista hacía la ciudad, Gogo abrió sus ojos rubís deleitándose con el paisaje.

Sin darse cuenta de la adorable mirada del pelinegro a su lado. Al llegar al último piso, Yamikumo tapo los ojos de Gogo antes de que las puertas del ascensor se abrieran.

—¿Que haces...? —dijo, caminando hacia donde Yami lo guía.

—Te dije que es una sorpresa.

Gogo tenía los pelos de punta, estaba muy emocionado que quería saltar, al parecer el pelinegro lo dedujo porque emitió una risita diciéndole al oído:

—Tranquilo.

Esa voz hace de todo en el cuerpo de Gogo excepto calmarlo. Era un manojo de emociones, sensaciones, nervios que no podía controlar. Estuvieron su andar unos segundos después, Yami pidió que no abriera sus ojos aún.

Cosa que hizo, aún que no quería la curiosidad lo consumía y más cuando escucho voces de terceros.

—¡Hay que irnos, nos va ver! —dijo en susurró una voz femenina que Gogo reconoció como la de Uraraka.

—¡Auch...!¡Espera! —Esa era la voz de Kaminari.

Bufó al escuchar como la puerta se cierra a sus espaldas. Así que sus amigos también son cómplices. No pensó que se llevarán tan bien con Yamikumo, sabiendo que le tienen miedo.

—Puedes abrirlos.

Gogo sonrió en grande, abriendo un ojo y después el otro para expandirlos de par en par, se tapo la boca evitando soltar un grito de emoción. Yamikumo tenía sostenido de manera gentil a una cria de gato con un moño grande de collar. La criatura era blanco con los ojos azules, maullando al humano desconocido.

—Miau.

—¡Un gatito! —gritó al fin Gogo, agarrando el minino entre sus manos suave para acariciarlo provocando que el animalito ronroneara feliz —¡Que bonito!

A Gogo le encantan los gatos, siempre quiso tener uno pero, sus padres nunca lo dejaron porque a Katsuki no le gustaban, todos los gatos huían de él. A diferencia de Gogo. Yami sabía que él siempre quiso tenerlo, así que, decidió darle uno.

—¿Dónde lo conseguiste?¿Lo compraste? — preguntó el cenizo admirando el gatito, queriendo llorar de la ternura.

—No, es más este pequeñín casi me hace tener un accidente de tránsito —dijo acariciando la cabecita del felino que le mordió con sus pequeños colmillos.

—¿Que?¿Cómo? —le dijo Gogo en un tono preocupado, Yamikumo se rió.

—Tranquilo no fue nada grave. Estaba conduciendo de noche cuando de repente lo ví caminando en medio de la carretera, frene a tiempo pero, casi me caigo haciéndolo. Quedó cerca de la llanta de mi moto.

Esa noche estaba lloviendo, el pelinegro se disponía a volver a casa cuando el gatito cruzó la carretera, casi lo pisa con la llanta, sino lo frenara tan rápido como lo hizo. El gatito maullando, sucio, cubierto de lodo y con una patita mala, camino como pudo hacia la bota de Yamikumo.

ENVIDIA - [Dekubaku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora