4. Curar heridas.

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Christian a veces podía llamar exagerado a su marido, quien insistía en tener botiquines por toda la casa, pero entonces pasaban cosas como estas y tenía que darle la razón.

El británico era una persona torpe por naturaleza, no había un solo día en el que no tuviera un golpe, herida o corte, siempre ocurría, ya fuera golpearse con algún mueble, que ocurriera un pequeño accidente de la nada o que simplemente no tuviera cuidado con las cosas.

Había perdido la cuenta de las veces que se golpeo la cabeza en alguna parte de la casa o que se cortó con algún cuchillo por estar pensando en algo más o distraerse con sus hijos o mascotas, había llegado al punto en el que Toto le había prohibido seguir cortando las cosas y le había comprado algunas herramientas para que cortar fuera seguro.

Aun así, Christian tenía una tendencia a salir lastimado que le hacía entender porque su marido a veces quería envolverlo en burbujas y mantenerlo fuera del peligro.

Como aquella vez que sacó a sus perros a pasear en la noche y regresó con las rodillas raspadas y sangrantes, cuando el más alto vio su estado solo suspiro, lo obligó a sentarse en el sillón y empezó a limpiar con cuidado y amor cada una de sus lesiones.

Siempre era el mismo tratamiento, limpiar la herida, aplicar pomada y dejar un beso cerca de la zona afectada, y siempre se sentía tan apreciado por eso, el mayor bromeaba diciendo que el rubio lo hacía a propósito para que Toto le prestará esa atención, que se iba a detener para que ya no ocurriera.

Pero nunca ocurría, el austriaco siempre terminaba cuidando sus heridas y lo ayudaba a sanar.

Por eso fue extremadamente sorprendente que está vez el lastimado fuera Toto, claro, el mayor se lastimaba, pero era más por practicar algún deporte que a su edad debería hacer con más cuidado, no por un corte de cuchillo.

En cuanto ocurrió los dos se quedaron en shock viendo la herida sangrante, pero Christian reacciono rápidamente e hizo que el más alto llevará su mano al chorro de agua

– ¿Te duele?

– No, pero si me sorprendió, tú eres el que se lastima, no yo – Christian sonrió levemente.

– Lo sé, ¿Qué pasó con el siempre cuidadoso Toto Wolff?, pensé que teníamos que tener cuidado cuando ocupábamos un cuchillo – el mayor lo miro con reproche.

Christian cerró la llave e hizo que el austriaco se sentará en el banco más cercano.

– Y aquí está la prueba del porque deberíamos tenerlo, al menos agradezco que me haya pasado a mi y no a ti, siempre parecen pasarte cosas malas, con gusto tomo tu lugar... para lo que quedé de nuestras vidas – y por supuesto que su esposo solo tenía que ir y decir algo así de dulce.

No pudo resistirse, y beso al más alto.

– ¿Qué te parece si nos turnamos para esto?

– No, yo digo que tomaré esta responsabilidad... aunque la verdad es que es un poco entrañable lo torpe que eres a veces, parte de tu encanto, pero me duele que a veces te lastimes por culpa de tus descuidos – Christian le sonrió, pero ahora si se dedicó a curar al más alto, no más distracciones.

Por supuesto que Toto no pensaba igual, y aprovecho su cercanía para besar su cuello y sostenerlo contra su cuerpo.

El británico soltó una risita y trato de alejarse del otro para continuar con su labor, pero su marido no cedía.

– Señor Wolff, juro que si no deja que termine de hacer esto voy a ir a dormir en la habitación de los mellizos – su esposo se detuvo en seguida, lo que lo hizo sonreír, esa amenaza siempre funcionaba, eso y la ley del hielo cuando el otro no estaba molesto.

– ¿Por qué eres tan cruel cuando estoy convaleciendo?, debes tener cuidado conmigo, estoy herido – Christian resoplo con diversión, pero se giro a mirarlo y beso la mejilla del mayor.

Luego volvió a lo que estaba haciendo, ya había aplicado la primera presión sobre la herida para quitar la sangre, y después aplicó el antiséptico, ahora era turno de poner un pedazo de gasa con cinta para cubrir la herida.

Mordió su lengua mientras cortaba el pedazo de la tela, sus ojos entrecerrados tratando de enfocarse.

– Deberías estar usando tus lentes, pequeño necio, te quejas de tus hijos, pero tu eres más terco que ellos y más descuidado con tu salud – era verdad, pero el menor jamás lo aceptaría.

Una vez que logró su tarea, giro para sonreír con triunfo, no sin antes dejar un pequeño beso sobre la herida, el mayor solo lo miraba con diversión.

– Usa tus lentes por favor... aunque quizá avísame cuando los uses fuera de la casa, sabes que no puedo controlarme cuando te veo así – Christian se rio cuando Toto se inclino a mordisquear su cuello.

– Basta insaciable, y todos piensan que yo soy el que siempre quiere iniciar todo – su esposo se rio entre dientes y se separo de él.

– Lo eres, un poco, siempre eres un travieso, ¿Recuerdas el otro día como me pellizcaste el trasero delante de las cámaras?, tu pequeña travesura está por todo internet – Christian sonrió aun más, está vez con presunción.

– Sí, y ahora todos saben que eres mío... vamos, al sofá, sigue tu tratamiento de besos, hará que te recuperes más rápido, está totalmente comprobado – Toto se rio, pero dejo que el más bajo lo arrastrará a uno de los sillones más cercano.

El austriaco se sentó primero, y atrajo al británico para que se sentará sobre sus piernas, el rubio no perdió el tiempo y empezó a dejar besos por todo el rostro de su marido.

– Mi pobre esposo, accidentándose cuando por primera vez ayuda en la cocina – el menor sintió el movimiento de la mano antes de sentir el impacto, su muslo sufrió el pequeño golpe.

– Deja de ser descarado, siempre te ayudo – Christian se rio y sujeto el rostro del más alto entre sus manos, los dos se miraron a los ojos al mismo tiempo.

– Y eres el peor sous-chef de la historia, confundiste el comino con la canela – su esposo resoplo y puso mala cara, lo que hizo que el rubio volviera a repartir más besos por todo su rostro.

– Fue un pequeño accidente – el británico sonrió y detuvo la atención justo cuando estaba sobre los labios del otro.

– Lo sé, y no me importa, quizá seas el peor sous-chef, pero eres mío, así que siempre te elegiría, pero quizá para la próxima debas utilizar todo lo que compraste para mi para no accidentarte, decidí que odio verte herido – el castaño lo miro con cariño entonces, y acarició la mejilla de Christian con su mano sana.

– Quizá sea lo mejor, ahora, estoy convaleciente, bésame apropiadamente – Christian sonrió, pero le hizo caso al mayor.

Después de todo estaba herido, y los besos lo curaban mejor.

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Nos leemos hasta la próxima.

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