8. Compras domésticas

74 12 0
                                    

El británico suspiro cuando sacó el cartón de leche ahora vacío, eso solo había sido obra de uno de sus hijos, los conocía tan bien y sabía las tendencias de cada uno.

Rocco siempre que comía algo y lo terminaba dejaba guardado el empaque, Toto y Christian lentamente estaban tratando de educarlo para que dejará de hacer eso, pero era un trabajo de 24/7, y siempre ocurrían pequeños accidentes como estos.

– Rocco Horner Wolff, ven aquí ahora mismo – hubo un silencio en toda la casa, como si los cuatro hombres hubieran dejado de respirar al mismo tiempo.

Y entonces se escucharon los pasos casi vacilantes del menor.

En cuanto su hijo lo vio, con el cartón de leche vacío en la mano, le lanzo una mirada de cachorro regañado.

– Lo siento, papá, juro que iba a sacarla, pero me distraje y la dejé – Christian suspiro, pero asintió.

– Te creo, pero necesito que seas más cuidadoso en eso, por favor, vamos, toma las llaves, iremos de compras – su hijo lo miro con súplica, pero una mirada de su parte lo hizo ir a lo que le habia pedido.

– Supongo que es parte de su castigo – Christian le sonrió a su marido.

– ¿Quieres ayudarme a eso? – el más alto le ofreció la sonrisa más traviesa que tenía.

– Por supuesto que sí, meine Liebling, dame unos minutos, iré por algunas cosas – Christian resoplo y tiro el cartón en el cesto de basura más cercano, y luego reviso los cajones buscando lo que hacía falta, anotando todo en una lista.

Rocco regreso entonces, luciendo descontento.

– Papá, mis amigos empezarán la partida en 10 minutos – el británico tarareo.

– Deseales suerte entonces.

– ¿Podemos irnos ya? – el rubio miro a su hijo, y sonrió imperceptiblemente.

– Estamos esperando a tu padre – el niño lo miró con horror, y Christian quería reírse.

Esto apenas empezaba.

Rocco había intentado escabullirse varias veces desde que salieron de casa y llegaron al supermercado, pero una vez ahí, Toto lo abrazo y empezó a decirle cosas cariñosas delante de todos.

El británico siguió caminando ignorando como su hijo le pedía que lo ayudara con su esposo, era divertido lo mucho que les avergonzaba a sus chicos que fueran cariñosos en público.

Siguió caminando unos metros y entonces sintió el abrazo por su espalda, Christian sonrió y beso a su marido.

– ¡Papá! No sean asquerosos – el rubio escucho las risas de una pareja que pasaba a su lado.

– Es bueno saber que no somos los únicos a los que les pasa.

– Adolecentes.

– De hecho, deberían poner sus manos en el bolsillo del otro, eso los pone de los nervios por alguna razón.

Toto y Christian se fueron cuando su hijo soltó un grito agudo y los obligo a avanzar.

Y luego casi no pueden controlarse cuando hicieron precisamente lo que les habían aconsejado, y para agregar más vergüenza, estaban dándose besos dulces y sonriendo.

Cuando paso a su lado, Rocco murmuró sobre ir a vivir con Sergio y Max.

– Como si ellos dos fueran mejores, son más descarados, pregúntale a Ollie – Rocco resopló y siguió caminando buscando las cosas de la lista.

– Lo sacaron de ustedes dos, son asquerosos, y tan dulces – el británico miro a su marido, que lucía la misma sonrisa traviesa.

Se acercaron al menor, que estaba viendo un cereal, y entonces se agacharon para besar ruidosamente las mejillas del niño.

Quien lanzo un grito indignado y los miro con vergüenza.

– Prometo no volver a dejar la basura, pero no hagan eso – Christian alzó las manos con rendición y siguió su camino.

Toto siguió su camino y se abstuvieron de hacer algo nuevamente, pero si se sonreían y miraban con cariño.

Lanzando comentarios de vez en cuando.

– Creo que deberíamos comprar nuevos collares para los perros.

– Esa lámpara quedaría muy bien en tu estudio, en esa mesita del fondo.

– ¿Compramos más pañales? Nunca es suficiente para esos dos bebés.

– Mira, dicen que está es mucho mejor que la marca que compramos, ¿Que dices?

Pasaron los minutos así, y con cada minuto que pasaba los dos veían a su hijo inquietarse cada vez más.

– Papá Chris… ¿Puedo abrazarte? – el británico sonrió y abrió sus brazos.

El niño casi corrió para estamparse contra el pecho del mayor.

– Puedes abrazarme todas las veces que quieras sin necesidad de preguntar, vamos, hay muchas cosas que buscar, cómo desodorante para tus hermanos.

– Sí, porque apestan – Christian no pudo decir nada contra eso, era verdad, los niños apestaban.

Su marido le lanzó una mirada divertida.

Los tres caminaron y siguieron hablando como si nada de todas las cosas, una vez en la fila, Rocco volvió a abrazarlo, pero el británico no dijo nada y le devolvió el abrazo.

Con las cosas pagadas llevaron todo a la camioneta, pero antes de irse vieron a su hijo quedarse quieto mirando la entrada del lugar.

– ¿Qué pasa, patito bebé?

– Una vez vine aquí con mamá y papá, y no fue nada lindo como con ustedes, se estaban insultando y gritando, y no quería estar con ellos porque entonces lo harían conmigo… se que me trajeron porque era un castigo por lo de la leche, para avergonzarme un poco, y al principio fue así, pero entonces recordé lo afortunado que soy de estar en esta familia y que mis padres se amen – Christian le sonrió a su hijo y le dió un beso en la cabeza.

– Y también te amamos a ti, siempre, eres nuestro bebé ahora – su hijo suspiro contento.

– Y me alegra serlo, demasiado, ¿Vamos a casa?

– Primero pasaremos a comprar ese videojuego que querías, y llámale a tus hermanos y pregúntales que quieren – su hijo le agradeció mucho y luego se metió a la camioneta hablando por videollamada con los otros dos niños en casa.

Toto se acercó y lo abrazo por el costado.

– Estamos haciendo un buen trabajo, incluso si los consentimos un poco, ¿A quién le importa? Son nuestros hijos, y además son chicos buenos – Christian se giro y palmeó el pecho del mayor.

– Lo estamos haciendo bien… será una buena práctica para cuando los mellizos crezcan – su esposo sonrió divertido.

– Será todo un placer pasar por esa batalla contigo – Christian beso al más alto y sonrió.

– Vamos a estar bien, mucho más que bien

Los dos se iban a besar cuando escucharon a sus hijos pedirles que ya entrarán a la camioneta, los dos se rieron y se dieron un pico.

Ir de compras con su familia siempre era entretenido.

______________________________________

Nos leemos hasta la próxima.

FlufftoberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora