23. Confesión borracha.

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Christian suspiro mientras miraba a su marido.

Por supuesto que el mayor se había emborrachado en la última celebración de Lewis con Mercedes.

Lo entendía, pero sabía que tendría un camino bastante largo de regreso a casa, y luego a su cama, solo esperaba que esta vez si pudiera caminar o las cosas serían más difíciles.

El austriaco no era un peso ligero, mucho menos cuando estaba en este estado, lo más divertido de todo es que era un pegajoso con Christian, y todo el tiempo le decía lo lindo y adorable que era mientras lo abrazaba casi hasta el punto del dolor.

El problema era cuando regresaban a casa, porque no quería soltarlo, así que le tocaba cargar con su peso, lo que no era fácil para él... quizá debería empezar a practicar más ejercicio de fuerza y no tanto de resistencia.

Casi salta sorprendido cuando siente el cuerpo impactar contra él.

– Amooooor, te vez taaaaaaan guapoooo – si, definitivamente el mayor estaba borracho, muy borracho como para decir algo así en voz alta, mucho menos abrazarlo de esa manera delante de todos.

– Gracias, cariño, tú también te vez guapo, incluso si no hueles igual de delicioso que siempre – el mayor se inclino para oler su camisa y frunció el ceño al oler el alcohol en ella.

Porque Christian pudo olerla en el momento en el su nariz tocó la tela cuando su marido lo abrazo con tanta fuerza.

– Yo no moje mi camisa – bien, era todo, estaban volviendo a casa.

Sí, Toto si la había mojado, cuando intento hacer un brindis, la palabra clave había sido intentar, en cambio se había puesto a reír como un niño pequeño que había hecho una travesura.

Cuando el mayor se emborrachaba pasaba por fases, primero era todo bromas y risas, luego era un pequeño ataque de impulsividad, la última vez lo habían capturado en video al arrojarse a la multitud, pero siempre terminaba en lo mismo.

Su marido siendo una caprichosa bola de abrazos.

– Despídete, cariño mío, es hora de ir a casa – el mayor hizo un puchero, pero fue a hacer precisamente eso.

Su esposo no se ponía agresivo con el alcohol, ni hiperactivo como Christian, no, actuaba como un niño chiquito haciendo berrinche y abrazando al británico cada vez que podía.

Notó las miradas impresionadas de algunos mecánicos nuevos en Mercedes, sin creer que su jefe siempre molesto, gruñón y tan autoritario se comportará así cuando estaba borracho, parecía más un peluche enorme y tan abrazable que lo que se veía normalmente todos los días.

El británico vio divertido como su esposo regresaba con él como un niño regañado que no quería irse, mirándolo como si le suplicará por dejarlo otros cinco minutos más.

Pero conocía a su marido, y sabía que al día siguiente lo iba a lamentar demasiado, sobre todo si los bebés, más bien Kady, demandaban su atención como siempre.

Así que solo lo estaba salvando.

– Vamos, cariño, te llevo a casa guapo – el hombre lo miro por unos segundos como si no lo reconociera.

– Lo siento, tengo esposo, es el ser más guapo del planeta – Christian parpadeo, ¿Cómo había llegado a eso?

Y entonces vio al ingeniero de George con una botella en mano y supo que le habían dado más tragos a su esposo mientras se iba a despedir.

El rubio se pregunto cuanto bebió el mayor para no reconocerlo.

– Lo sé, yo soy tu esposo, mira, mi anillo, es un complemento del tuyo, ¿Lo ves? – el austriaco estudio los dos anillos y sonrió como un niño pequeño que acababa de conseguir su juguete soñado de toda la vida.

– Que bueno, porque pensé que eras tan guapo, y lindo, y tierno, y no quería que mi esposo se enojará por eso – el menor se rio entre dientes.

– No pasa nada, amor, puedes decir que otro hombre es guapo, no me importaría – el hombre sacudió su cabeza.

– No, mis ojos serán siempre solo para ti... tú tampoco puedes ver a alguien más – no pudo evitarlo, se rio, por supuesto que el mayor mostraría sus celos incluso en ese estado.

– Por supuesto que no, solo existe para mi el señor Torger Christian Wolff, vamos a casa, te llevo guapo – el hombre tomo su mano y dejo que lo guiara al auto, un Mercedes por supuesto.

Costó un poco de trabajo, pero pudo meter al mayor en el asiento del copiloto sin ningún accidente, y cuando el estaba del lado del piloto se puso a hablar con su pareja mientras comenzaba a conducir de regreso a casa.

Un camino demasiado tranquilo, donde el castaño solo se reía, debido a los recuerdos que le contaba el rubio con alguno de sus hijos o algo que ellos habían hecho en sus momentos de borrachera. 

No fue hasta que estaciono afuera de su casa que el otro lo miro con seriedad, cosa que le hizo poner toda su atención con el austriaco.

– Tengo que confesar algo, creo que estoy enamorado de ti – el rubio se rio entre dientes.

– Espero que sea así, porque estoy casado contigo, y realmente me dolería que no haya sido así antes.

– No, no me entiendes, me acabo de volver a enamorar de ti, no sabía que era posible, pero eres tan divertido, y lindo y guapo, ¿Nos podemos volver a casar? – el británico se quedo sin palabras, ¿Acababa de escuchar bien?

No esperaba sentirse así de complacido y feliz, así que se inclino y lo beso en los labios, durante algunos minutos, hasta que el mayor los obligó a separarse, para mirarlo con seriedad.

– No respondiste, ¿Nos podemos volver a casar? – Christian sonrió y acarició la mejilla del mayor con cariño.

– Claro que sí, amor, nos podemos volver a casar, incluso si creo que por la mañana lo olvidarás – el castaño lo miro sin entender y entonces sonrió enorme.

– Entonces me lo recuerdas, ¿Se sintió así la primera vez que te lo pregunté?, creo que voy a estallar de felicidad – el rubio se rio entre dientes.

– Sí, amor, se sintió exactamente así, a la cama, mañana hablaremos de eso.

Juntos salieron, y como lo había pensado, el británico tuvo que lidiar con el peso del mayor en las escaleras, y para cuando el cuerpo del más alto toco la cama ya estaba totalmente dormido, les quitó los zapatos y los pantalones a ambos y se acostó a su lado, sonriendo al sentir como el otro lo pegaba a su costado.

A la mañana siguiente se despertó con un par de quejidos debajo de él.

– Maldita luz – Christian se rio entre dientes.

– Iré por el medicamento y un jugo de naranja – cuando se iba a levantar el otro lo jalo de regreso a su cuerpo.

– Lo decía en serio, me volví a enamorar de ti, así que vamos a tener que casarnos nuevamente –  el rubio sonrió y miro directamente a los ojos del mayor.

– Si esa es la razón entonces nos casaríamos todos los días – su marido se inclino para acercarse a sus labios.

– Eso suena como un plan maravilloso, solo que nunca podré esperar hasta que nos digan, ya puede besar al novio, eres irresistible – el beso que siguió fue dulce, pasional y lleno de sentimientos.

Fue perfecto, justo como la pequeña confesión borracha que había hecho su marido por la noche.

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Demasiado trabajo ayer, mis ojos ya no podían con la computadora, o mi espalda con la silla para el caso, pero aquí está.

Nos leemos hasta la próxima.

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