7. Apodos

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Demasiado temprano para esto, miro casi con nostalgia la taza de café ahora vacía en su escritorio, debería haber bebido más lento, ahora no tenía café, y su marido le había limitado a tres tazas al día, y esa había sido la última taza que podía tomar.

Suspiro con tristeza y miro la pantalla frente a él, todavía bastante trabajo que hacer.

– Al menos no es una reunión con los inversionistas – Christian se estremeció de solo pensarlo.

– Mejor no digas nada, conociendo mi suerte se hace realidad – Adrian se rió, pero no dijo nada.

Los ingenieros de sus pilotos solo resoplaron divertidos, pero por su bien no dijeron nada.

Estuvieron en silencio un rato, hasta que su teléfono sonó, sonrió al ver que era su marido.

– Amor, te pago lo que quieras si me sacas de aquí – escucho la risa del otro lado.

Hola cariño, si, yo también estoy bien, me alegra que tú mañana vaya tan bien, y sí, mi mañana mejoro con escuchar tu voz – Christian resoplo.

– ¿Quién dijo que estaba bien?, ¿O que mi mañana fuera bien?

– ¡Ya tomo tres tazas, no dejes que te engañe!

– Maldito traidor, ¿De que lado estas?

– Del lado que te haga llegar a mi edad o más – Christian no respondió lo que quería, o estaría en problemas con su marido.

Gracias Adrian, lo supuse en cuanto dijo que era un mal día, siento mucho escuchar eso mi cielo.

Amor, te lo pido, sácame de aquí.

Solo son unas horas más, si pueden Engel, prometo que sí te portas bien saldremos a dónde quieras – Christian sonrió, una cita, iba a tener una cita.

– ¿Podemos ir al museo de historia natural?

Por supuesto que sí, mi pequeño geek.

– ¿Qué tal va tu día, amor?

Pudo haber sido peor, pero ahora es otra cosa, ¿No tienes dolor de cabeza?

No

– Que no te mienta, le duele un poco, nada grave, yo lo vigilo

– Si quieres ya te comunico con él – miro mal a su mejor amigo que sonreía presumido.

– A diferencia de ti, ya no trabajo para Red Bull, supe cuando debía salir.

– Amor, Adrian está siendo malo conmigo y ya estoy estresado.

Adrian, deja en paz a Mon petit mari – ¿Pequeño marido?, Christian resoplo y luego sonrió con cariño.

Eso era nuevo.

– ¿Por qué siempre encuentras una manera de decirme pequeño?

Eres pequeño para mí, mi lindo mapache, todo adorable, ¿Te he dicho que amo como te ves con esos suéteres?, todo tierno y pachoncito – Christian miro mal a Adrian cuando su amigo empezó a reírse – Lo siento, pero sabes que es verdad.

– Decidido, dormirás en el sillón, que descanses bien ahí – su esposo tuvo el descaro de reírse.

También lo espero... ¿Ni siquiera puedo dormir en la habitación?

– No, tendrás que dormir en la sala, adiós, te amo – Adrian seguía riéndose, y Christian podía ver a los otros dos hombres reír en silencio.

Les lanzó una mirada y luego resoplo, pero se concentró en su trabajo, los otros tres tardaron un tiempo en recomponerse, y cuando lo hicieron siguieron con sus tareas, lanzando miradas divertidas en su dirección de vez en cuando.

Pasaron casi cuarenta minutos en silencio, cuando escucharon los toques en la puerta, el británico frunció el ceño e iba a decir algo cuando la puerta se abrió dejando entrar a dos hombres, uno llevaba un ramo de peluches de todas las cosas, y otro un par de bolsas de comida.

– Es una entrega para el señor Horner – Christian se sonrojo, pero no pudo evitar sonreír.

Ese hombre.

– Soy yo, gracias – sonrió aun más al tener su ramo lleno de gatitos disfrazados de tiburón, no pudo evitar reírse entre dientes. 

 Sabía que el mayor le daría los gatitos de peluche, porque Christian deseaba tanto un gato, pero era alérgico, y por obvias razones no podía tenerlo, así que cada que podía, el austriaco le regalaba algo que tuviera un gato.

– Tiene una etiqueta, dice... Para mi hermoso angel, quien me dio todo lo que siempre he soñado y más... Te amo, schatzi... ¿No puede ser más cursi?, ¿Por qué tantos apodos?

– ¿Por qué no?, así es mi marido, simplemente es algo que hace – sonrió una vez más mirando todos los peluches de gatito y luego miro las bolsas de la comida – Parece que la comida hoy corre por parte de mi marido.

Se tomaron unos minutos para comer, y luego volvieron al trabajo, durante bastantes horas, tantas que terminaron hasta prácticamente media noche, cuando llegó a su casa agradeció camino por la sala en silencio pensando que ya todos estaban dormidos.

Pero entonces lo vió, y no pudo evitar sonreír con diversión, exasperación y amor.

Su marido estaba acostado en el sillón con una cobija sobre sus pies, ya estaba bastante dormido, pero Christian no pudo evitarlo y fue a sentarse en la orilla del sillón y peino el cabello castaño del austriaco.

Para sorpresa del británico el más alto se removió hasta verlo.

– Que milagro que te despiertas, sueles dormir como una piedra – su marido le sonrió todavía medio dormido.

– Simplemente mi cuerpo sabía que quería hablar contigo – el rubio se inclino y le dio un beso casto en los labios.

– Gracias, por el ramo y la comida, me encantaron.

– ¿Tanto como para poder subir a mi cama a dormir? – Christian le sonrió y negó suavemente.

– No, me dijiste gordito y Adrian lo escuchó, esto será por todas las futuras bromas a mi persona, es lo mínimo que mereces – su esposo suspiro, y el británico estaba a punto de levantarse para ir a cambiarse cuando su marido lo tomo por la cintura e hizo que se acostara a su lado.

Soltó un grito de sorpresa y luego miro al mayor que había enterrado su cara en la almohada, pero aun así sus risas se escuchaban.

 – ¿Por qué hiciste eso? – el otro sacó su cara de su pequeño escondite.

– A decir verdad, dormir en la cama no me importa tanto, es más el hecho de dormir contigo, así que si no puedo dormir en la cama, al menos dormiré contigo – Christian no pudo evitar inclinarse a besarlo.

Una vez que se separo unió sus narices y frentes.

– Vamos a la cama, estamos demasiado viejos para dormir en el sillón, quiero cambiarme, y ahí puedo abrazarte bien – Toto sonrió y se levanto, ayudandolo a levantarse.

– Esa es la mejor idea que has tenido, mio Trottolino – Christian se rio, no sabía que significaba ese.

– Por favor, nunca dejes de llamarme por apodos dulces – Toto sonrió y lo abrazó mientras besaba la punta de su nariz.

– No podría aunque lo intentará, significas todas esas cosas para mí y mucho más, Vita mia. 

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Nos leemos hasta la próxima.

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