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Austin

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Austin

Mis ojos hormiguean cuando me cruzo con su preciosos ojos cafés.

Mi bisabuela me observa con los ojos cristalinos, camino lentamente y veo como Victoria se levanta para dejarme sentar frente a ella, aprovecho y la abrazo fuertemente en mis brazos, la extrañaba tanto.

Me separo lento pero seguro y mi abue llega su mano a mi mejilla y la aprieta dulcemente.

—Mi Austin bonito.

Refunfuño indignado por ese apelativo el cual suele llamarme toda mi familia, no me molestaba, pero si en frente de Victoria me hacía sentir como un niño y no como un hombre grande, bueno, eso sí.

—Cada día más hermosa, señora Alicia—la alago y ella parpadea, sus arrugas de la frente más presentes que nunca.

—Como siempre—dice—. Estaba conversando con tu novia.

Miro por el rabillo del ojo a Victoria que está de pie en el marco de la puerta.

—¿Practicabas tu inglés? —mi abuela asiente—. Qué bueno, porque Victoria no sabe hablar ni un poco español.

—Solo un poco—mira a Victoria y le guiña un ojo—. ¿Podrías buscar a tu tía Luisa?

—¿Todo bien?

—Si, pero lleva todo el día diciéndome que tiene galletitas caliente para mí y no aparece por ningún lado.

De repente una explosión se escucha en la primera planta.

Soy el primero en salir escaleras abajo dejando a Victoria y mi abue en la habitación, aparezco en la cocina y todo está lleno de humo.

—¿Tía, Lu? —pregunto cuando veo una silueta oscura—. ¡Tía Luisa! Dios mío—llego hasta ella que intenta deshacerse del humo que hay en toda la cocina con las manos.

—¿Austin? —cuestiona achicando los ojos cuando me ve—. Cariño, estas aquí—confirma y comienza a toser.

—Te ayudo—salimos de la cocina, pero antes de eso verifico que lo único que hay en problemas es el horno y un par de círculos de color negro por todo el suelo, lo cual llego a la conclusión de que eran las tan deseadas galletas de mi abuela.

—¿Pero que paso? —la cara de mi abuela es un poema cuando aparece con Victoria tomada de la mano—. ¡Tienes la cara como un carboncillo!

Todo eso mi abuela lo dice en español preocupada por mi tía Lu que lo único que hace es mirar con desgana al piso.

La escena me parece demasiado graciosa, pero hasta es algo peligrosa.

—¿Estas bien? —la abrazo por los hombros y mi tía asiente.

—Me distraje veintiocho minutos, y se quemaron.

—Qué bueno que solo fueron veintiocho minutos—me burlo y ella golpea me hombro—. Auch.

Peligrosamente EllaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora