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Victoria

Me encantaban los vestidos y más cuando eran casuales y cortos. Pero hoy no sería un día de vestido, lamentablemente tenía un plan y no era llamar la atención.

Austin López llevaba diez minutos esperándome en su auto fuera de mi edificio. Por cuestiones de seguridad y durante este caso en cubierto había tenido que mudarme de improviso, claro todo pago por la policía.

Paso la recepción y veo el Audi parqueado en frente, no puedo evitar sonreír, abro la puerta de copiloto y subo junto a él ganándome una mirada acusatoria de su parte.

—Buenos días.

—Llegas doce minutos tarde.

—¿Doce? Juraba que habían sido solo diez.

El vuelve su vista al frente y comienza a avanzar. No habla así que supongo que hoy se despertó con el pie izquierdo y decido simplemente revisar el plan en mi teléfono y comenzar a repasar algunos mecanismos de seguridad por si las moscas, jaquear mi propio teléfono simplemente para crear un sistema de seguridad me había llevado varias noches.

Pasan ocho minutos antes de que Austin detenga el auto y un hombre me abra la puerta para ayudarme a salir. Salimos y el aire fresco de agosto se me cuela en el sistema.

—¿Lista? —me pregunta y asiento.

—Siempre.

Él toma mi mano y deja que se la pase alrededor de su brazo. Mi estilo de ropa de hoy es bastante casual, pero mis uñas siempre serán negras, jamás otro color que no sea de mi agrado.

Caminamos dentro del edificio y las personas que entran y salen me miran sin perder un segundo del chisme que se comienza a armar. Las recepcionistas comienzan a susurrar entre ellas y sonrío ante el descaro con el que el personal de esta empresa comienza a hablar de su propio jefe.

—Al parecer es la primera vez que lo ven con una mujer—digo suave y él se tensa en mi agarre.

—Nunca lo presumo en público, lo único que ven de mi con una mujer son esas revistas de chismes y redes sociales.

—¿Suelen ser muy seguidos esos chismes? —cuestiono irritada y entramos al ascensor.

—¿Por quién me toma?

—Por un jefe millonario, que muestra unos cuantos dólares y tiene sexo a su disposición sin problema.

—No necesariamente debo mostrar dinero, solo con verme ya tienden a querer abrir las piernas.

Me suelto del agarre bruscamente y el gruñe volviéndome a tomar la mano.

—Tengo cámaras dentro del ascensor, no puede hacer berrinche.

Peligrosamente EllaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora