27. ❀

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Austin

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Austin

La observo embelesado.

Acaricio su pezón con mi lengua mientras mis dedos le recorren los muslos, acerco mi mano a su coño y hago a un lado las bragas para acariciárselo de arriba abajo, siento su humedad cuando le pellizco el clítoris y ella arquea la espalda.

—Húmeda y lista para mí, Oficial—muerdo su pezón y le tapo la boca para que no haga ruido. Me detengo de golpe y ella abre los ojos.

—No...

—Calladita, preciosa—le digo al oído—. O te voy a amordazar mientras te follo en cuatro...

—¡Ah! —volvió a gemir cuando mordí el lóbulo de su oreja.

Me levanto y ella abre los ojos de golpe confundida, me acerco hacia el escritorio donde dejé mi corbata roja, ese era el color que me gustaba.

El color que me gustaba cuando azotaba su culito y quedaba rojo.

—Quietecita—la tomo del cuello y pego mi ingle a su coño y froto—. Porque te voy a amordazar.

Ella niega con la cabeza riendo, pellizco su pezón y ella abre la boca. Aprovecho para ponerle la mordaza y hacerle un nudo detrás de la cabeza, le quito la camiseta y le dejo en ropa interior cuando logro deshacerme de su falda.

La tomo de las caderas y la giro levantándole el culo, ella se estira dejándome verla en una posición que hace que aguante la respiración para no venirme con solo verla, azoto suavecito su culo y lo aprieto lamiéndolo.

—Tu culo me la pone dura todo el tiempo, ¿Lo sabias? —ella no responde, no puede realmente.

Mueve su culo hacia mi entrepierna frotándolo como respuesta.

—¿Quieres que te folle en esta posición? —me bajo los pantalones sacándome la polla, me pongo el condón que tomé de la mesa.

Tomo mi glande y le acaricio el clítoris llenándolo con su humedad, la siento caliente odiando el látex que me separa de su piel.

Victoria balbucea cosas mientras se restriega contra mi polla y yo le aprieto los pechos con una mano.

Sin más que pensar la penetro de golpe sintiendo como su coño me recibe, tan apretado caliente y perfecto.

Me pongo sobre ella sin dejar caer mi peso para lamerle la oreja.

—Encajamos tan malditamente bien—le saco la verga y vuelvo a metérsela hasta el fondo, mis bolas golpeándole el coño al mismo tiempo.

La saco nuevamente y ella alza la cabeza mirándome con frustración y le sonrío. Mi verga se tensa cuando le veo el culo nuevamente, tiene un leve color rojo y la marca de mis manos en sus caderas.

—Odio ser gentil—vuelvo a metérsela—. Pero eres jodidamente peligrosa para mi cordura en esta posición.

Me muevo dentro de ella, duro y rápido. Su culo rebota contra mi pelvis mientras la follo sin contemplación, sus tetas cuelgan moviéndose con cada estocada que le doy.

Peligrosamente EllaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora