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Victoria

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Victoria

El domingo me había despertado sobre las ocho de la mañana, sentía en mis sabanas su olor, había dejado la ropa de la sesión de fotos tirada sobre el suelo, seguramente allí estaba impregnado su perfecto aroma masculino, me perseguía consecutivamente y no me dejaba trabajar de manera profesional.

Ya no me dolía nada, me sentía como nueva, acaricie mi brazo y tenía un nuevo pequeño moratón, como cuando te ponen una inyección, pero eso debía de ser imposible, seguramente anoche me golpee con algo cuando estaba intentando llegar al baño o algo así.

Me dirijo a la cocina y del refri saco mis moras con unas cuantas fresas partiéndolas a la mitad poniéndolas juntas en un tazón, amaba las moras con mi vida, ese toque acido me hacía salivar.

Reviso el buzón y comienzo a pagar unas cuantas facturas una por una. Aprovechando que era domingo y ya me sentía mucho mejor, analizo la última carta, el sobre es de color rojo. Loa abro, seguramente es publicidad, algunas veces me ha sucedido.

El contenido es una pequeña tarjeta de color negra con letras blancas.

Cuando la noche acecha los pájaros duermen, cuando el día comienza, cantan al unisonó de una melodiosa canción.

Busco respuestas, ¿Qué será?

Reviviendo el pasado, ¿Qué será? ¿Qué será?

En la punta de la iglesia, dos aves negras esperan con impaciencia, ¿Qué será? ¿Qué será?

Nadie más que tú lo sabrá.

—Cuervos Nocturnos.

Mi cuerpo se tensa y siento la sangre correr por todo mi cuerpo. Releo la tarjeta dos, tres, seis, diez veces más y comienzo a temblar. Esto era algo imposible, ¿Mis padres podrían estar vivos? Pero si lo estaban, ¿Por qué la necesidad de enviar estas estúpidas notas?

¿Por qué la vida era tan complicada?

El mensaje de texto y esta nota me confirmaban que solo era alguien queriendo hacerse el chistoso, mis padres jamás me harían una cosa así, además, yo los enterré, yo sé que están tres metros bajo tierra.

Yo estuve en el momento en que mi tía los reconoció, en el momento de la autopsia, a ambos les había disparado, a mi madre en todo el corazón y a mi padre en la cabeza, una bala lo había atravesado, mientras que mi madre se iba desangrando en segundos viendo como mi padre estaba tirado en suelo completamente inerte.

Mi piel se eriza y parpadeo varias veces tratando de eliminar los pensamientos, aunque sea por un instante.

Yo sabía que ellos habían hecho cosas horribles y despreciables, que ante todo el mundo los cuervos nocturnos fueron criminales a sangre fría.

Pero para mí, fueron mis padres antes que nada y los mejores que una niña siempre puede desear.

No me había dado cuenta de que mis mejillas estaban húmedas hasta que absorbí por la nariz y me limpié la cara con el dorso de la mano.

Peligrosamente EllaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora