6. ❀

156 22 8
                                    


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Austin

Enzo vicerri había llegado nueve minutos temprano, al parecer había dormido fuera del edificio.

Suspire irritado, anoche no había podido dormir bien. Me levantaba cada par de minutos y no entendía la razón, finalmente opte por un calmante y caí dormido las ultimas tres horas que me quedaban antes de que sonara la alarma.

—Buenos días—salude entrando a la sala de reuniones.

—Buenos días, Señor López—me saludo el pelirrojo.

Enzo vicerri, Italiano Pelirrojo de cuarenta y ocho años me observaba con una pizca de emoción y total seguridad.

En cambio, yo, había aprendido a tener mis reacciones faciales en neutro, sin ninguna pizca de emoción en lo absoluto.

—Por favor, siéntese—digo ganándome una sonrisa de su fea cara.

—Sabía que tarde que temprano me mandaría a llamar—dice y mis brazos se tensan—. Entre buenos negocios nos entendemos.

—Qué bueno que pudo venir—comienzo a explicar—. Usted sabe que ModaLópez se encuentra mejor que nunca, pero la próxima línea de ropa que sacaremos, no se la queremos confiar a principiantes, soy el mejor en este mercado y sin duda me encanta demostrarlo todo el tiempo.

—No lo pongo en duda, Señor López.

—Dígame Austin, por favor—digo y le hago señas a mi mejor amigo para que me entregue el contrato que redacte meticulosamente.

—Usted llámeme, Enzo.

Asiento convencido de que lo tengo en la palma de mi mano, pero aún no me confío.

—Siempre que concuerdo una reunión es porque tengo un plan grande, nada de pequeños espectáculos, los López trabajamos a lo grande y soy el vivo retrato de ello—Explico.

—Por supuesto, mis empleados han intentado contactar con alguien cercano a usted o su padre, pero nos ha sido imposible—informa sonriendo—. Me agrada la idea que al final usted haya sido el que nos buscara.

Se me tensa la mandíbula y trato de parpadear más de dos veces por minuto para no demostrar que me enferma el hecho de hacer una pasarela con su equipo.

—Te ofrezco dos pasarelas, dos países y treinta conjuntos hechos exclusivamente para el evento.

Ofrezco convencido de que aceptara, pero su respuesta me hace sonreír.

—¿Dónde está la trampa? —inquiere aturdido—. Es una gran oferta y realmente no le veo la razón.

—Me gusta su trabajo—suelto con absoluto agrado fingido.

—Nunca había tenido interés en Eclaire y ahora de repente lo tiene—informa desacuerdo.

—Como ya le dije—acomodo mi Rolex en mi muñeca dando un aire de incertidumbre—. Solo trabajo con los mejores.

Peligrosamente EllaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora