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Austin

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Austin

Jueves.

Un día antes.

Llevaba todo el día dándole vueltas nuevamente a él día que intentaron matarme. Ya no podía tomar agua de manera tranquila sin sentir que alguien me observaba para atacarme desde mi momento de debilidad.

Pensé que sería fácil superar toda la mierda, pensé incluso que solo debía de tratarse de algún error, en mi plan jamás había estado querer lastimar a nadie, pero últimamente me sentía diferente, con sed de venganza.

Y definitivamente quien llevara el plan detrás de ese envenenamiento lo pagaría muy caro y no sería bondadoso en absoluto.

—¿Estas ocupado?

Entro a paso firme en la oficina de mi primo Owen y él me sonríe levantándose para abrazarme.

No lo veía hace más de un mes y realmente lo había extrañado, él fue mi apoyo emocional después de mudarme a New York hace unos años.

Owen es el primo favorito de mi madre, ambos solían ser uña y mugre cuando estaban más jóvenes y siempre, supongo.

—¿Qué tal todo, Austin? —palmea mi espalda.

—Bien, ya sabes, todo siempre está bien cuando estoy al mando—presumo.

—Olvidaba que eres idéntico a tu padre—sonríe señalando el mueble—. Sentémonos.

—¿Y mi tía, Zoe? Pensé que estaría aquí, le envié un mensaje.

Zoe era la hermana de mi padre, estaba casada con Owen, si, la familia de mi madre y mi padre habían querido permanecer unidas más de lo normal.

—No tarda, paso a dejar a Alicia en la escuela.

Alicia era la hija de nueve años de ellos, decidieron ponerle el mismo nombre de nuestra abuela a su hija menor.

—¿Dónde está Fabián? —Ese era el otro hijo que compartía la pareja.

—Fue al cine con su novia—dice y abro los ojos sorprendidos—. Cumplió dieciséis hace unas semanas y ahora presume que tiene novia, no sé si ponerle un alto o felicitarlo.

—No sabría que decirte—digo—. Aun no tengo hijos.

Él sirve dos vasos de whiskey y sonrió recibiéndolo y llevando el vaso a mis labios para beber un poco.

—Pues supongo que los tendrás muy pronto—lo miro confundido—. Ya vi que andas saliendo con esa linda pelinegra de ojos oscuros.

Me encojo de hombros.

—Ya sabes como soy.

—Y porque lose es que te diré algo—se aclara la garganta—. Es la primera vez que anuncias una novia, tu madre ya comenzaba a preocuparse de que la dejaras sin nietos.

Peligrosamente EllaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora