Capítulo 7: Ecos del Pasado

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La instalación de investigación se alzaba ante nosotros como un vestigio olvidado del pasado, sus paredes desgastadas cubiertas de arena y polvo. Kira y yo intercambiamos miradas, el silencio entre nosotros pesado con la adrenalina de nuestra reciente fuga. Sabía que este lugar podría ser nuestra última oportunidad para encontrar respuestas, pero también me aterraba lo que pudiese haber dentro.

Entramos, la oscuridad engullendo nuestro paso. Las sombras se cernían sobre nosotros mientras explorábamos las estancias desmoronadas. Cada esquina parecía susurrar secretos de un tiempo olvidado. Mientras más nos adentrábamos, más sentía que el sable, aunque apagado, latía con una energía propia, casi como si se alimentara de mi ansiedad.

—Zik, ¿qué crees que encontraremos aquí? —preguntó Kira, su voz resonando en el eco de la habitación vacía.

—No lo sé —respondí, intentando mantener la calma—. Pero si hay algo que nos ayude a entender el sable, lo encontraremos.

Mientras caminábamos, descubrimos pantallas holográficas parpadeantes, mostrando imágenes de experimentos pasados y proyecciones de científicos que hablaban sobre la guerra que había asolado el sistema. Las voces retumbaban en mis oídos, cada palabra revelando la historia detrás del sable de luz. Era una herramienta de poder, pero también un símbolo de destrucción.

Un escalofrío recorrió mi espalda. Las advertencias sobre su uso resonaban en mi mente. No quería convertirme en un monstruo, pero la idea de que el sable pudiera ser la clave a nuestra libertad me impulsaba. Mi deseo de escapar de la miseria de Nokra-7 era fuerte, pero el miedo a perderme a mí mismo también lo era.

De repente, un estruendo sacudió la instalación. La voz de Thain resonó desde el exterior, seguida de gritos y pasos apresurados. Habían llegado.

—¡Zik! ¡Kira! ¡Salgan de ahí! —gritó Thain, y la desesperación se apoderó de mí.

—Tenemos que escondernos —dije, tirando de Kira hacia una sala lateral. Apenas cruzamos la entrada, vi un grupo de hombres armados entrar a la instalación.

Kira se encogió a mi lado, y pude ver el miedo en sus ojos. Tomé una respiración profunda, el sable aún en mi cinturón, pero sin activar. Sabía que no era solo una lucha por sobrevivir; era también por protegerla.

—No podemos dejar que nos encuentren —susurró Kira, mirando hacia la entrada. Su determinación me dio fuerzas, pero el miedo de ser atrapados nos mantenía en vilo.

Thain y sus hombres comenzaron a registrar la instalación, y mi corazón latía con fuerza. El sonido de sus voces se acercaba. Era ahora o nunca. Con un gesto, le indiqué a Kira que nos moviéramos.

A medida que avanzábamos, el sonido de pasos resonó más cerca. En un instante, uno de los hombres de Thain se materializó frente a nosotros, su mirada llena de hostilidad. Sin pensarlo, un instinto de supervivencia se activó en mí. Sin poder contenerme, saqué el sable y lo activé. La hoja roja iluminó la habitación, arrojando sombras en las paredes.

El hombre se lanzó hacia mí, pero el sable cortó el aire con una precisión mortal. En un instante, la realidad se tornó gris mientras el hombre caía al suelo, la vida apagándose en sus ojos. Un grito ahogado escapó de Kira mientras retrocedía, sus ojos fijos en el horror que había desatado.

El poder del sable resonaba a mi alrededor, alimentándose de mi confusión y terror. Había cruzado una línea que nunca había pensado cruzar. El peso de la muerte del hombre se asentó sobre mis hombros como una losa, y mientras el sable vibraba en mi mano, entendí que este poder podía ser tanto una bendición como una maldición.

—Zik... —dijo Kira, su voz temblorosa—, ¿qué has hecho?

No sabía qué responder. La realidad de lo que acababa de hacer comenzaba a aplastarme. Había querido escapar, encontrar libertad, pero a qué costo. La libertad no significaba solo salir de las cadenas; también implicaba no convertirse en lo que uno temía.

—No lo sé... —murmuré, sintiendo que el sable palpitaba como si tuviera su propia voluntad—. Tenía que defendernos.

El sonido de más pasos resonó a lo lejos, y sabía que debíamos movernos. Kira miró hacia la entrada, y en ese instante, decidí que no podía dejar que esto nos detuviera.

—Debemos salir de aquí —dije, apretando el sable con fuerza. Kira asintió, su rostro pálido pero determinado.

El legado de ThanatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora